Por Adrián Sanmartín

[su_dropcap style=”flat” size=”5″]L[/su_dropcap]a atractiva colección “Compendium”, de Anagrama, reúne en un solo tomo los títulos más relevantes de escritores imprescindibles del siglo XX, como Patricia Highsmith, Emmanuel Carrère o Antonio Tabucchi, entre otros muchos. En dicha colección tienen notable acogida y representación los volúmenes de relatos, quizá especialmente interesantes en cuanto nos facilitan el acercamiento a la producción en este género de egregios escritores que en muchas ocasiones se encuentra dispersa o resulta de difícil acceso. Así, por ejemplo, podemos disfrutar de todos los cuentos de Raymond Carver, un maestro del género, o de los de Roald Dahl, presididos por su desbordante imaginación.

Ahora le ha tocado el turno a Vladimir Nabokov, un autor muy presente en Anagrama, que ha publicado prácticamente toda su obra lanzó la “Biblioteca Nabokov”, que recupera a precios muy asequibles títulos fundamentales del escritor ruso afincado en Estados Unidos, y que terminó sus días en la localidad suiza de Montreux, donde falleció el 2 de julio de 1977. Por otro lado, Anagrama nos ofrece también en su catálogo las dos entregas de la biografía debida a Briand Boyd: Vladimir Nabokov. Los años rusos y Vladimir Nabokov. Los años americanos.

Este volumen de Cuentos completos puede considerarse la edición definitiva de su obra cuentística, preparada por su hijo y albacea literario Dimitri Nabokov, y que incluye prólogo y notas de este, así como los comentarios del propio Vladimir Nabokov a sus relatos. Recientemente, se señalaba en este mismo suplemento, a raíz de la crítica a ¡Mira los arlequines!, la última novela de Nabokov, que este podría estar en un grupo de autores que de alguna manera se quedan indisolublemente unidos a una de sus obras, especialmente famosa, en perjuicio de no atender las otras como se merecen. En el caso de Nabokov, su fijación a Lolita, tan brillante como controvertida. Algo que en cualquier autor, y sobre todo en los grandes, supone cercenar la cabal comprensión de su cosmovisión y estética.

La ordenación de Cuentos completos es cronológica, lo que nos permite, como bien recalca su editor, “tener una estimable visión general del desarrollo de Nabokov como escritor de ficción”, a la vez que se comprueba que “los vectores no son siempre lineales, y que un relato sorprendentemente maduro se cuela de repente entre una serie de relatos más sencillos de juventud”. En ellos se aprecian ecos de esa juventud, aún en Rusia, de su exilio en Alemania -junto a su familia huyendo de la revolución bolchevique-, y Francia, de su etapa universitaria en Cambridge, y de su período en Estados Unidos, país en el que se nacionalizó, y donde impartió clases de literatura en varias universidades, fruto de las cuales son sus ensayos, Curso de literatura rusa Curso de literatura europea.

Diversos son los asuntos y registros que aborda, con el trasfondo del amor, y su fracaso, y la muerte en varios de ellos, como en “Primavera en Fialta” o “Una cuestión de honor”, junto a, por ejemplo, su afición a las mariposas, en “Aureliana”, uno de los más conseguidos, o una vuelta de tuerca al Otelo shakesperiano en “Érase una vez en Alepo…”. En general, muestran un impecable dominio del género y suelen sumergirnos en un mundo sensorial perfectamente trasmitido y en situaciones de las que extrae todos sus matices, a veces de manera muy sutil y con un toque chejoviano.

Volumen muy recomendable, pues, como bien señala Dimitri Nabokov en el prólogo, los relatos son la parte de su obra más accesible y “ofrecen una gratificación inmediata al lector independientemente de que este se haya aventurado en la más compleja y procelosa escritura nabokoviana o en la historia personal del autor”.