Javier Vieyra y Jacquelin Ramos

El pasado 14 de noviembre falleció Fernando del Paso. Un escritor monumental en toda la extensión de la palabra. De su pluma brotaban el mundo y el tiempo como si contar una historia o plasmar una idea se tratara de hacer un retrato hasta con el más mínimo rasgo, una fotografía pintada a mano. Nacido en la Ciudad de México en el año de 1935, Fernando del Paso Morante abandonó sus estudios de medicina una vez que se supo aterrado por la visión de la sangre. A partir de ahí, no hubo destino que no conjurara, aunque en ocasiones con reservas, para que Del Paso escribiera.

Tres son sus novelas esenciales: José Trigo, Palinuro de México y Noticias del Imperio. Con ellas, se complementan creaciones de naturaleza poética como Sonetos de amor y de lo diario, narrativa policíaca con Linda 67, ensayos que iban desde Viaje alrededor del Quijote a Bajo la sombra de la historia e incluso libros infantiles como Paleta de diez colores y notas de cocina, realizadas junto con su esposa, Socorro del Paso.

Entre las becas, siempre merecidas, que recibió a lo largo de su trayectoria, figuran las del Centro Mexicano de Escritores, la Fundación Ford y la Fundación Guggenheim, además de que su vida y obra fue galardonada con los premios más prestigiosos del mundo de la literatura hispánica y universal; el Rómulo Gallegos, el Xavier Villaurrutia, el Nacional de Ciencias y Artes y el Cervantes, en 2015, máxima presea concedida a un artífice de las palabras del idioma español.

A un capítulo de Noticias del Imperio y a su discurso de ingreso a El Colegio Nacional, Fernando del Paso les puso un título que lo definía de pies a cabeza: Yo soy un hombre de letras.

Obra atada con el humor

A partir de esta afirmación, el escritor Alejandro Toledo conversó en exclusiva para Siempre! acerca de la figura del hombre de los trajes coloridos y la sonrisa infinita.

“Del Paso aparece en la literatura mexicana al publicar una plaqueta de poesía que le edita Juan José Arreola en su colección Cuadernos del Unicornio. Luego escribe cuentos; esas primeras tentativas se topan con el proyecto mayor de escribir una novela tan ambiciosa que ha sido descrita como el Ulises mexicano. Hablamos del Ulises del escritor irlandés James Joyce. Y en efecto, esa primera novela de Fernando del Paso sigue un poco, como en espejo, la de Joyce, por la construcción, en donde cada capítulo explora en una técnica distinta, y donde se usan recursos como el monólogo interior. Está Joyce, sí, pero también Juan Rulfo: el José y el Trigo de José Trigo vienen del Pedro y el Páramo de Pedro Páramo. En cierta manera Del Paso traslada el universo rulfiano a la gran ciudad.

Para el autor de El imperio de las voces: Fernando del Paso ante la crítica (1997), las características esenciales de la narrativa del prolífico icono pueden identificarse en dos ejes. El primero de ellos, el interés por contar sucesos de la historia patria como la Guerra Cristera, los movimientos ferrocarrilero y estudiantil en los años cincuenta y sesenta, y la Intervención Francesa en México durante el siglo XIX.

El segundo eje contempla un afán por hacer de cada libro una contribución verbal. Estas dos vías, explica Toledo, no se encuentran siempre juntas en la novela histórica tradicional, pero dan cauce a la escritura, que se ata en su totalidad mediante el humor, ya que no existe novela experimental sin este elemento. Además, Del Paso poseía un particular modo de trasmitir el pasado mexicano que alcanzó su máxima expresión en Noticias del Imperio.

“En sus dos primeras novelas, José Trigo y Palinuro de México, es claro que está del lado de los derrotados, sean cristeros, ferrocarrileros o estudiantes. En Noticias del Imperio la operación es más compleja, pues intenta ver el suceso desde diversas perspectivas. Se diría que no está ni con Dios ni con el diablo, es decir, ni con Maximiliano o Juárez, aunque uno no es exactamente Dios ni el otro es el diablo. Solo es una forma de expresarse. Va de un personaje al otro. Estas distintas visiones se integran en un gran todo, un paisaje espiritual de ese momento histórico, cuya columna vertebral será el monólogo de Carlota.”

 

La poesía, su carta de presentación

Pero Fernando del Paso no solo fue un extraordinario novelista, sino que desarrolló una obra que abarcó diferentes géneros literarios, aunada a una sobresaliente carrera diplomática y una labor de artista plástico que marchó a la par de sus publicaciones.

 “La carta de presentación de Del Paso fue la poesía, aquella plaqueta que se llamó Sonetos de lo diario, aunque a su gran poesía llegará por medio de la prosa. Escribió muchos artículos periodísticos y de ahí pasó al ensayo. Su último gran proyecto, por desgracia inacabado, es Bajo la sombra de la historia, una revisión de las religiones que busca entender cómo estas alteran los tiempos modernos. La diplomacia fue consecuencia de su necesidad de salir del país para escribir. Vivió en Londres, trabajando como locutor; y luego en París tuvo la opción de ingresar al ámbito del servicio diplomático mientras escribía Noticias del Imperio. En cuanto a sus dibujos y pinturas, yo los llamaría surrealistas. Curiosamente, el primer libro que compré suyo fue Palinuro de México, y lo que me atrajo fue la portada en donde aparecía un orbe extraño y colorido dibujado por Del Paso. Todo esto para mí está en los alrededores de su labor principal, que fue la escritura de novelas.”

Respecto al reconocimiento internacional que obtuvo Fernando del Paso, el también miembro del Sistema Nacional de Creadores indica que fue producto de muchas décadas de trabajo en las que a Del Paso se le impuso un régimen de creación nada sencillo, pues dedicó entre siete y diez años de escritura a cada una de sus grandes novelas dentro de una sociedad literaria que demanda regularidad.

“Es bien visto el autor que publica regularmente, año con año, y así mantiene o eleva su posición en la pirámide. Del Paso tomó el riesgo de aislarse por largos periodos y presentar al final de ellos sus frutos. Eso generó una obra de miles de páginas que ha asombrado al mundo, no tanto por su extensión física y sí por su extensión espiritual: una obra de grandes ambiciones que fue adquiriendo, a cada nuevo libro, un carácter cada vez más universal. Fue de lo muy local, como José Trigo, a lo enteramente trasatlántico, como Noticias del Imperio, donde los salones europeos son retratados en su esplendor y su miseria”.

Alejandro Toledo disecciona los posibles caminos para acercarse a la obra de Fernando del Paso desde su experiencia personal y los diversos gustos de los lectores.

“Como a los dieciocho años me topé con Palinuro de México, que es una novela de estudiantes universitarios y yo entonces lo era. Tenía la edad de los personajes y vivía aventuras similares. Ese fue mi enganche con Del Paso, y es para mí el mejor comienzo. Además, había pasado parte de la infancia y la adolescencia en los alrededores de la Plaza de Santo Domingo, y encontré una novela que se movía en esos mismos territorios. El menú literario en Del Paso es diverso: puede uno empezar por los platos fuertes o por algo más ligero, como la novela policiaca Linda 67, o por el postre que genera una conversación libresca, como su Viaje alrededor del Quijote o la pieza teatral en verso La muerte se va a Granada”.

Seguirá a través de su obra

Al asegurar que hoy Fernando del Paso está más vivo que nunca y que podremos seguir conversando con él a través de su obra, Toledo termina la construcción hablada de su amigo y maestro con una anécdota que sólo pudo protagonizar el genio que duerme eternamente desde aquella mañana en Guadalajara.

“Un día lo encontré en una paletería cerca de mi casa disfrutando una paleta de limón. Me sorprendió verlo. Me dijo que tenía una reunión ahí cerca y se le había antojado la paleta. Escribía entonces sobre el Quijote y buscaba un par de libros, recuerdo el de Nabokov, que casualmente yo tenía, corrí por ellos y se los presté. Como todo un caballero, me los devolvió meses después por correo con una nota de agradecimiento… Debo contar que a los pocos días de ese encuentro la paletería explotó”.