Gracias a que su padre se negó una y otra vez llevarla a la lucha libre, por el simple hecho de ser menor y mujer, fue el detonante esencial para que Lourdes Grobet descubriera el escenario y personajes que le cambiarían la forma de ver la vida: retratar el espectáculo de los héroes de carne y hueso. Con su cámara entabló una conversación honesta y lúcida con los actores principales del cuadrilátero y los aficionados en las gradas. Además, el aprendizaje que su mentor Mathias Goeritz le inculcó fue fundamental en su carrera artística: tomar en cuenta lo que dice el maestro, huir de la solemnidad y divertirse, de lo contrario este oficio no vale la pena.

Su obra también está marcada principalmente por la experimentación. Su arte va más allá de un solo personaje o un entorno. Pudo sobresalir y hacer frente a un campo artístico dominado por la mirada masculina. En entrevista para Siempre! nos explica cómo fue evolucionando su ojo en el mundo de la fotografía, así como la importancia que tienen las redes sociales en la difusión de su obra.

Lourdes Grobet es una fotógrafa mexicana, conocida principalmente por su trabajo de retratar a los personajes de la lucha libre. Estudió Artes Plásticas en la Universidad Iberoamericana, Diseño Gráfico y Fotografía en el Cardiff College of Arte y Derby Colegio de Educación Superior en Inglaterra. Quienes influyeron en su formación académica fueron Katy Horna, Mathias Goeritz y Gilberto Aceves Navarro, así como El Santo. Comenzó con la pintura pero decidió dejarla por un método más nuevo y dinámico: la fotografía.

La fotógrafa Lourdes Grobet.

-¿Qué fue lo que más la motivo de la fotografía para dejar la pintura?

Que ya era la época de los medios masivos y ya no tenía sentido seguir pintando, usar una técnica del siglo XIV en pleno siglo XX. En lo personal quería hablar el lenguaje del momento y me pareció que la técnica de la fotografía era la vía de comunicación idónea, porque mi generación es la primera de multimedias, se desarrolló después la técnica con lo digital pero el concepto de multimedia siempre estuvo presente desde los cincuenta. Entonces, no tenía sentido seguir pintando.

-¿Cómo ha sido esta transición de la fotografía análoga a la digital?

Lo que pasa es que en mi carrera he tenido muchas transformaciones, todo ha ido cambiando. Me hice fotógrafa después de ver las exposiciones que en ese momento estaban de moda en París, que eran de arte kinético, ahí me di cuenta que se podía producir imagen con técnica y cuando regresé a México quemé mis pinturas y me dediqué a la foto. Me percaté qué era el poder de crear imagen con la mecánica de una cámara. Trabajé así mucho tiempo, después quise hacer cine para estudiar la imagen en movimiento, pero en ese momento era muy difícil hacer cine porque se perdía la vida para levantar un proyecto. Mi autonomía me dijo “sigue como fotógrafa”, con mi cámara he hecho lo que he querido. Afortunadamente apareció el video, trabajé mucho tiempo para el canal 6 de julio. Luego, ya con todo lo digital se abre otro mundo y la posibilidad de hacer otras cosas, de experimentar y me dedico a investigar el video pero en experimental, porque mi trabajo tiene más de experimental que documental; se conoce los luchadores porque así pasó, pero en realidad mi trabajo es más bien de exploración y ver de qué forma puedo sacar imágenes o crearlas. Siempre digo que no saco fotos sino que las invento, entonces ya todo esto me metió a otro momento de exploración. En el 96 me invitaron a Banff, un lugar de residencias artísticas, y me fui con la idea de entender los nuevos métodos digitales y ahí me hice fotógrafa digital, hace ya 20 años. Es cambiar de la pintura a la foto para establecer un lenguaje adecuado al momento histórico, eso no quiere decir que no siguiera haciendo fotos análogas, sino que lo que quería era enfocarme y entender el lenguaje digital, por eso empiezo a meterme en todo lo de la digitalización con una conciencia absoluta. No me causó ningún problema, al contrario: gente de mi generación no manejamos las computadoras como la chaviza. Para mi lo que es importante es entender el lenguaje, porque no solamente se trata de manipular un aparato o una computadora, sino entenderlo y saber qué hacer con él, eso para mi ha sido esencial y es a lo que he dedicado mucho tiempo de estudio.

-¿Se han perdido valores en esta transición de lo análogo a lo digital?

Son diferentes, son lenguajes distintos. Todos los lenguajes son ricos en su expresión. Para mi no hay ningún problema, en el sentido de que si perdí o gané, uso un lenguaje con toda su riqueza.

-¿Cómo es su proceso creativo? ¿Es el mismo para cada trabajo o cómo va modificándose?

Trabajo a partir de ideas: se me ocurre una y trato de expandirla, leo alrededor de eso, reflexiono, lo comento y así voy desarrollando el proyecto porque no soy una fotógrafa de una sola foto; es como el reportero columnista y el reportero de opinión. Yo me considero más de opinión porque desarrollo un proyecto en el cual quiero establecer una propuesta de diálogo, de lenguaje, lo que yo quiero decir con eso.

-¿Cuál es la influencia que han tenido las redes sociales en el arte y la fotografía?

Es una maravilla ahorita tener la posibilidad de enseñar las imágenes a todo el mundo, porque antiguamente lo mejor era publicar en revistas, en libros, era lo más viable para que fuera visto y las exposiciones siempre tenían limite de gente. A mí siempre me gustó la calle para poner mis fotos, era una buena opción, pero ya las redes sociales te ofrecen la opción de que todo el mundo te ve en el mismo momento. Aunque tengo también mis restricciones, no me gusta lo público así tan abiertamente, sino me gusta manejar mi imagen y lo que yo quiero decir. Soy activa en Facebook y en Twitter pero no estoy dispuesta a mostrar toda mi vida a cualquier gente. En este sentido, quiero ser la que decide qué quiero que sepan de mí, que fotos e imágenes, pero si me interesa manejarlo porque es como perderse en un mar de información muchas veces absurda. Aplaudo las redes sociales, pero también me gusta manejarlas y dominarlas a mi manera.

-¿Por qué retratar la lucha libre?

Desde niña, mi padre fue campeón nacional de ciclismo y tenía un gimnasio en casa, quería que me llevaran a las luchas porque en ese momento se empezaban a mostrar en televisión en el 55. En mi casa de inmediato hubo tele, pero nunca me quisieron llevar porque era niña, era mujer y se me quedó ahí el gusanito. Ya cuando fui grande y con mi cámara he podido resolver todos mis problemas psicológicos, necesidades físicas, ideas, de todo y pues se me ocurrió un día ir a sacar fotos a la Arena Coliseo. Me metí y causé un problema porque nunca habían visto a una mujer sacar fotos de lucha libre, hubo una revuelta un poco rara, al final me dieron chance. Cuando ingresé a ese ambiente descubrí un México que no conocía, un México profundo. Juré nunca hacer foto folclórica de inditos y demás, pero allí es donde encontré al indio urbano y descubrí al verdadero mexicano urbano. Era maravilloso porque no había güeros, yo era la única y el público era la gente de los barrios, de los pueblos, incluso se le llamaba el deporte de los pobres. Era un ambiente maravilloso, increíble, amable, respetuoso. En ese entonces estaba joven y muy guapa y me decían “güera que buena estás” pero no pasó de ahí. Se me fueron abriendo puertas, luego me interesó el público que era muy especial. Me metí con las mujeres que también aprendí muchísimo de ellas: no pueden mantenerse de la pura lucha, los bailes de coronación de las reinas, vi cómo la lucha tenia su propia coreografía. Hice comparaciones de cuerpos bailando y cuerpos en el ring. Acabe visitando sus casas para comer con ellos, porque la gente conoce su vida en el cuadrilátero pero nadie conoce su vida interna. A los que les hice retratos que no quisieron en su casa, buscaba sets adecuados para fotografiarlos, pero lo que quería era llegar al fondo del ambiente de la lucha, fueron 30 años de mi vida ahí.

-¿Cuáles son las diferencias de la lucha libre de la época del Santo a la de ahora?

Desgraciadamente todo se hace mercancía, y a la lucha libre también le tocó. Ahí está la influencia de Estados Unidos, los gringos todo joden, se abrió y ya todo el mundo empezó a venir, cambió todo el ambiente, ahora ya se hace para turistas, la gente que realmente le gusta la lucha casi no va. En la Arena México y en la Arena Coliseo ya no se mete Televisa, meten guaruras, cierran el ring, uno ya no se puede acercar a ellos; a los fotógrafos los mandan a un palco lejísimos y nunca puedes hacer buenas imágenes desde allá atrás con un telefoto. El chiste era andar, como anduve todo el tiempo, alrededor del ring, cuidándome de que no me fueran a caer encima, pero era esta relación directa con la acción, y eso era lo que le pasaba al público, esta relación directa absoluta. La gente quería llegar al ring, pedía autógrafos, pero se rompió todo esto y se hizo “bisness” a la gringa.

-¿Qué problemas técnicos se ha enfrentado al retratar la lucha?

Alguna vez se me ocurrió llevar mi cámara Hasselblad, cámara grande de medio formato, pero era imposible… entonces una de 35mm. Siempre he usado Nikon, con diferentes lentes, porque era andar corriendo por todos lados, porque si te caen encima o la acción cambia, entonces tiene uno que andar con mucha rapidez. Entonces, los equipos más livianos. Ahora es mas complicado, si están hasta atrás en el palco, ahí si debes tener un telefoto, si no no haces nada.

-¿Qué dificultades ha tenido por ser mujer fotógrafa tanto en la lucha libre como en otro tipo de temas?

Cuando se hizo todo un escándalo porque estaba sacando fotos de lucha libre. pues ya se amaino la cosa y ya me dieron permisos. Límites siempre hemos tenido porque todavía mi generación, a pesar de empezarnos a liberarnos, todavía el machismo ha sido y es terrible, pero yo no me he considerado nunca feminista porque estoy por la liberación del ser humano, del hombre y de la mujer. Las mujeres luchadoras me enseñaron otro tipo de feminismo y, por otro lado, nunca me he dejado que me pisoteen, llámense marido, hijos, amantes, jefes, nunca lo he permitido. Pero sí tienes ese problema encima, por ser mujer, como problemas de acoso, eso sí, eso no lo puedes evitar pero afortunadamente he tenido el valor y la fuerza de poner límites.

-¿Cuál es este tipo de feminismo que le enseñaron las mujeres luchadoras?

El feminismo que hemos estado portando del centro europeo, es uno que no nos toca a las mujeres y menos a la mujer mexicana, menos a las mujeres de otras clases sociales. Por otro lado, las mujeres luchadoras tienen una gran fuerza con la cual por eso son luchadoras, es otro manejo de la femineidad y también ellas mismas se han tenido que esconder de la familia, muchas por eso salen enmascaradas, nunca se sabe quiénes son pero lo superan, inclusive dentro del ambiente. Nunca, en los 30 años que estuve, les dieron a las mujeres peleas estelares, y mira que hay mejores que los hombres, buenísimas, campeonas internacionales, pero nunca se las dieron, jamás lo he visto.

-¿Qué significó el cierre del Toreo de Cuatro Caminos para la lucha y su carrera?

Era un lugar muy agradable para ir, porque era manejado por otra empresa. Los de la Arena México es la familia Lutteroth, allá estaba el señor Flores y tenía contratados a otros luchadores pero todas esas luchas a las que fui, fueron estupendas, muy buenas, era una competencia saludable porque teníamos buen cartel en la Arena México y en la Arena Coliseo como en Cuatro Caminos, y pues se cierra para hacerse un centro comercial. Vamos acabar viviendo en aparadores, no hay de otra.

-Ahora que todo su trabajo está en un espacio cibernético con ayuda del FONCA, ¿qué piensa sobre ello?

Mi trabajo ya tiene mucho tiempo de estar ahí, ya existían dos paginas, una que hice ya hace bastantes años, nada más que era más chiquita, y otra que hice con todo el proyecto que estoy ahorita desarrollando en el Estrecho de Bering, con las primeras obras que se hicieron en el 2008 de ese primer viaje, y que se exhibieron en París en el Museo de Branly. Ahora se presentó esta oportunidad de hacer una nueva página con mucho más imágenes de mi archivo, aproveché y junté las dos para que fuera mucho más amplia y más fácil de abrir, hasta en celulares. La de Bering tenia muchos efectos visuales, era muy simpática, tenía audio y tenia muchas cosas. Esta va a ir creciendo, porque no puse todo lo que he hecho pensando en que iba a cansar a la gente, pero si irá incrementando con nuevos proyectos o con los que quedaron fuera.

-¿Qué otros fotógrafos admira o que han sido fundamentales y han tenido influencia en su obra?

Influencia no porque soy muy especial en mis ideas, yo pienso mis cosas; sí hay fotógrafos que me gustan mucho, que admiro. De los mexicanos, admiro mucho a Elsa Medina, Gerardo Suter, a compañeros míos de generación, a las nuevas generaciones como Valenzuela, con ellos comparto cosas pero no puedo hablar de influencias, no funciona conmigo. Tengo mis ideas locas, son buenas, malas, me vale gorro, entonces yo las hago como sea. Si gustan, qué bueno y si no también. Admiro a Ernesto Ramírez, Víctor Mendiola, creo que tienen trabajos estupendos, los gozo y los comparto.

-¿Cómo le gustaría ser recordada?

Como una loca que vivió la vida feliz y contenta, que ha hecho muchas travesuras, que ha experimentado, que ha viajado, porque mi gran maestro fue Mathias Goeritz y él me dijo siempre, desde que nos conocimos, “si no tomas el arte como una diversión, olvídalo, si no te divierte, déjalo”. Y efectivamente es lo que he hecho toda mi vida. Todo mi desarrollo como fotógrafa ha sido como un juego profundo, no uno superficial y sin fundamentos. Y así ha sido toda mi vida y así seré recordada, yo creo.

-¿Qué le recomendaría a las futuras generaciones que quieren ser fotógrafos?

Que hagan lo que quieran, lo que se les dé la gana. Yo siempre, cuando doy talleres, porque no me gusta ser maestra, siempre les digo que lo único que puedo hacer es enseñarles la subversión, siempre les pido que sean conscientes de lo que les dicen los maestros, que lo tomen en cuenta, pero que no se claven. Como me dijo Mathias: “ni te vuelvas solemne, ni le hagas caso al psicoanalista o al maestro, sino toma en cuenta lo que te dicen, reflexiónalo y toma lo que tu quieras”. Pero lo más importante es hacer lo que quieres hacer o decir; es importante es tener un discurso claro para poder hacer un buen trabajo. Que cada quien haga lo que se le dé la gana, que lo haga bien, que se informe, con buena técnica, pero que sea propio, de su propia necesidad.