Entrevista a Luis Cano Arenas | Director de la Pinacoteca

Por Jacquelin Ramos y Javier Vieyra

 

San Felipe Neri es uno de los personajes mas distinguidos y peculiares dentro del santoral católico y su historia. Conocido también como “el Apóstol de Roma”,  nació en Florencia, Italia, hacia 1515 y falleció en “la ciudad eterna” en 1595. Veintiséis años después de su muerte fue canonizado en mérito de una vida y obra religiosa que la tradición marca como prodigiosa. Después de su conversión tras una experiencia mística, dedicó su vida a la catequesis y al servicio comunitario en la capital italiana, y fue conocido por poseer dones sobrenaturales como la levitación, la lectura del pensamiento y la predicción del futuro, además de ser visitado, durante un periodo de enfermedad, nada menos que por la Virgen María. Gracias a que diferentes fuentes lo describen como un hombre de carácter alegre, es considerado el patrón de los humoristas.

Además, fue también el fundador de la Congregación del Oratorio, ahora llamado en su nombre San Felipe Neri. Y en la esquina de Isabel La Católica y Francisco I. Madero, en el Centro Histórico de Ciudad de México, este organismo posee una majestuosa sede, popularmente conocida como La Profesa. Este emblemático recinto es encabezado por el sacerdote Luis Martín Cano Arenas quien conversó en exclusiva para Siempre! sobre los tesoros que resguarda el templo y el terrible peligro en que se encuentran tras los sismos que sufrió nuestro país en 2017.

Primeramente, Cano rememora que el nombre de La Profesa proviene del conjunto de la iglesia y la residencia donde habitaban los padres jesuitas que “profesaban”, es decir, que emitían un cuarto voto, adicional a los tres elementales: pobreza, obediencia y castidad. Este cuarto voto se trataba de jurar obediencia al papa, en cualquier circunstancia y en cualquier momento. Únicamente los jesuitas que hacían esta promesa eran los que podían vivir en La Profesa, pues existían otros miembros de la orden que se encontraban en colegios o misiones. Así pues, la edificación actual fue erigida en 1720, por lo que el próximo año cumplirá tres siglos de edad, y su diseño y construcción estuvieron a cargo del alarife de Ciudad de México, Pedro de Arrieta, virtuosísimo arquitecto novohispano al que le debemos, entre otras obras, la Antigua Basílica de Guadalupe, el Palacio de la Inquisición y el Templo de Santo Domingo.

 

Con intervención del ingenioso Manuel Tolsá

Tras la expulsión de los jesuitas de todo el imperio español, decretada por el rey Carlos III en 1767,  a la congregación se le confiscó La Profesa, y posteriormente intentó construir el templo y la residencia que hoy son la Biblioteca Lerdo de Tejada y el Museo de la Cancillería en la actual calle de República del Salvador, pero un sismo ocurrido el 4 de abril de 1768 truncó definitivamente los planes y empujó a los jesuitas a negociar con el gobierno virreinal su regreso a La Profesa, hecho que pudo concretarse a mediados de ese mismo año. Sin embargo, a finales del siglo XVIII, la edificación de estilo barroco, tanto en el exterior como en sus retablos,  tuvo que ser redecorada debido al hundimiento del que era presa, trabajo que llevó a cabo nada menos que Manuel Tolsá.

“En 1799 los padres encargan a Tolsá una casa para realizar los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola que estuviese al lado del templo, en un terreno que habían adquirido. Tolsá la construyó con cuatro patios, dos capillas, sesenta y ocho habitaciones, cocina y comedor, y se inauguró en 1801; por otro lado, aproximadamente en 1805 comenzó la redecoración de la iglesia sustituyendo los retablos de madera barrocos por los actuales retablos estilo neoclásico. La casa que realizó el autor de El Caballito fue en principio expropiada por las Leyes de Reforma y finalmente demolida para dar paso a la que en nuestros días es la calle 5 de mayo, que comunicaría el Teatro Nacional, que hoy ya tampoco existe. Pero, en el aspecto de la arquitectura, La Profesa conjunta lo más selecto de este arte en la Nueva España: en su exterior barroco está la firma de Pedro de Arrieta, en su interior neoclásico, la de Manuel Tolsá”.

 

La Profesa no es un museo que cuente con un presupuesto asignado, sino un templo vivo que ofrece todos los servicios y sacramentos y que se enfrenta a constantes desafíos urbanos, de mantenimiento y seguridad.

 

Una auténtica cámara de maravillas

Pero además de ser un tesoro en sí misma, La Profesa custodia una de las colecciones de arte virreinal más importantes del mundo. Y es que la llamada Pinacoteca de La Profesa también podría llamarse un auténtica cámara de las maravillas, pues resguarda más de 350 obras de autores de la talla de Miguel Cabrera, Cristóbal de Villalpando, Juan Correa, Juan y Nicolás Rodríguez Juárez y Diego de Cuentas, solo por mencionar algunos. Provenientes de diferentes sitios como las casas, los oratorios y los antiguos retablos jesuitas, en estas pinturas están representadas las diferentes escuelas artísticas y estéticas del virreinato, e incluso algunas son resultado de convenios con instituciones como la Academia de San Carlos que en 1859 realizó un intercambio de obras, dado el prestigio que ya entonces mantenía la colección de La Profesa.

“Todas nuestras obras son arte sacro, es decir, su tema es religioso. La primera sala se llama Sala Mariana, porque ahí están pinturas de la Virgen María y de sus diferentes advocaciones. Tenemos otra sala que se llama Jesuita con pasajes relativos a la historia de la orden, después está  la sala Karl Neumann, cuya temática es la historia del oratorio de san Felipe Neri, pinturas que se refieren a nuestra propia historia en México en donde, por ejemplo, resguardamos una colección de retratos de los superiores del oratorio, desde los años 1700 hasta los 1900.  Para finalizar, se encuentra la sala Tres siglos, donde encontramos lo más representativo de diferentes autores en las centurias XVII, XVIII y XIX”.

Adicionalmente, vale decir que en el templo pueden apreciarse también piezas artísticas invaluables como dos esculturas de la Virgen María, la primera en su advocación de los Dolores y la segunda en su faceta de Inmaculada Concepción, que son atribuidas a Manuel Tolsá y que son de deslumbrante belleza, así como relicarios y pinturas que se igualan en importancia a sus hermanas de la Pinacoteca. Sin embargo, todos estos baluartes del patrimonio histórico y artístico de México se han visto constantemente amenazados, sea por las armas norteamericanas durante la guerra de 1847, el incendio que 1914 que acabó con la mayoría de las pinturas de la cúpula que fueron realizadas bajo la dirección de Pelegrín, o el desgaste del tiempo y factores como la humedad; estos riesgos han sido enfrentados con entereza, las más veces, por los padres del templo, la feligresía y los visitantes de la Pinacoteca, quienes otorgaban un donativo voluntario para su conservación.

 

 

 

La Profesa no cuenta con presupuesto asignado

Ahora, a raíz de los sismos que en 2017 golpearon México, La Profesa ha vuelto a ser asolada y se encuentra en un un inminente peligro, pues la sacristía que resguardaba una enorme cantidad de mobiliario antiguo e indumentaria sacra sufrió graves daños que la han inhabilitado totalmente, además de que este espacio sostiene una de las salas más amplias de la Pinacoteca, en la cual son visibles grietas y cuarteaduras en sus muros. Cano Arenas indica que las autoridades competentes, específicamente el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), respondió únicamente implementando un apuntalamiento en la sacristía poco tiempo después del sismo del 19 de septiembre, pero que desde entonces a la fecha no ha realizado ninguna otra acción.

“Lo primero en la jerarquía de urgencia es un proceso completo de reconstrucción en la sacristía. Una vez que se haya concluido esta etapa,  podremos hablar entonces  de una restauración, que implicaría el enyesado, pintar, poner el mobiliario en su lugar original, y volver a hacer funcional el lugar. Todos estos procesos requieren dinero. Si se resuelve el problema en la sacristía, la sala que queda arriba de ella también va a necesitar la reconstrucción y su posterior restauración; ya ha pasado más de un año, y aunque somos realmente de los templos que tuvieron menos afectaciones, los daños menos graves, sabemos que el asentamiento propio de Ciudad de México sigue su curso, y también  que sigue temblando“.

El sacerdote explica que a pesar de que se han salvaguardado lo mejor posible los bienes del templo, los objetos que fueron retirados de la sacristía se encuentran en peligro de deterioro y algunas acciones, como sustraer el piso de madera para protegerlo, pueden generar problemáticas adicionales como plagas de termitas. Además, Cano expresa que si bien los recursos gubernamentales que recibían muchas veces estaban rebasados por los costos de material y de personal, antes de los sismos se podía contar con el donativo de los visitantes a la Pinacoteca para atender necesidades inmediatas, y ahora, debido a que representa un riesgo para la seguridad de las personas, las visitas han sido canceladas, cerrando por completo esta fuente de financiamiento, además de que cualquier acción externa que se quiera poner en marcha para enfrentar la problemática debe ser evaluada por las autoridades gubernamentales.

“Para emprender cualquier iniciativa tenemos que integrarnos a un sistema: hay que hacer una solicitud, hay que esperar la respuesta, etcétera.  En ocasiones anteriores al sismo,  hemos propuesto acciones para conservar y mejorar las condiciones de las obras y siempre nos dicen que no hay fondos y que solo pueden ofrecernos asesoría; entonces, nuestro nivel de colaboración con el gobierno es mínimo y es necesario decir que los tesoros que nosotros resguardamos no son propiedad de la orden, ni de los padres, nosotros nos hemos encargado de cuidarlos, pero son patrimonio de la nación, es una responsabilidad también del Estado conservarlo. Hasta ahora, una de nuestras mejores alternativas para mantener en óptimas condiciones las piezas es concederlas, cuando lo solicitan, en préstamo a algunos museos o exposiciones; en tal caso ellos se encargan de proporcionarles el mantenimiento necesario, pero eso no podemos hacerlo con el edificio”.

Y es que es menester insistir en que La Profesa no es un museo que cuente con un presupuesto asignado, sino un templo vivo que ofrece todos los servicios y sacramentos y que se enfrenta a constantes desafíos urbanos, de mantenimiento y seguridad, y no cuenta con una comunidad estable que le proporcione certeza en cuanto a responder a estos retos, los cuales demandan numerosos esfuerzos que son puestos en la medida de las posibilidades de su personal y los voluntarios; esfuerzos que se aplican también a conservar su acervo.  Al tiempo que se publican estas líneas, el diálogo con el INAH ha sido meramente informativo y documental, pues los planes y proyectos que se tienen contemplados en un futuro esperan aún la liberación de fondos correspondiente, proceso que ha sido frenado, además de la tortuosa burocracia, por el proceso electoral de 2018, mientras que La Profesa pende de un hilo y templos de inconmensurable valor histórico y artístico como el de Loreto y San Fernando se han cerrado por completo y se mantienen en agonía con la esperanza —tan débil como sus estructuras a punto de colapsar— de que las autoridades no dejen perder lo que durante siglos ha mantenido la memoria de la ciudad y del país.

“La Profesa y su Pinacoteca es un patrimonio que hemos heredado y tenemos que cuidarlo. Si ha durado 300 o 400 años, entonces hay que protegerlo: aquí se teje lo histórico, lo arquitectónico y lo religioso. Nuestra Pinacoteca es como pocas en el mundo y ha permanecido aquí tres siglos, es muy valorada por museos extranjeros que constantemente nos solicitan obra porque saben el valor de este acervo. Ha sido nuestro honor como sacerdotes del oratorio resguardarlo, y hace cuarenta años que se le imprimió el diseño museográfico que ahora posee para poder ser observado. De la labor de nuestros colaboradores han surgido marcos para las pinturas, iluminación y limpieza, y todo lo hemos hecho para no dejar perder este tesoro. Es necesario, en este momento, que los ciudadanos instemos a las autoridades a responder de manera urgente a los requerimientos precisos. Corremos, invariablemente, contra el reloj”.