Entrevista a Míriam Hernández Hernández | Directora

Por Javier Vieyra y Jacquelin Ramos

 

La actual alcaldía de Iztapalapa es una de las demarcaciones más emblemáticas de Ciudad de México. El nombre de esta demarcación con frecuencia se reconoce vinculado con hechos delictivos, violencia, caos urbano, deficiencia de servicios y marginación. A pesar de todas estas problemáticas, Iztapalapa es uno de los lugares con mayor riqueza cultural en la capital del país. Ubicado en las riberas del lago de Texcoco y a las faldas del Cerro de la Estrella, el señorío de Iztapallapan era uno de los principales y más poderosos territorios bajo el dominio del tlatoani mexica; fue sobre su calzada, que conectaba con Tenochtitlan, por la que Hernán Cortés y su armada pudieron llegar al encuentro de Moctezuma y observar las primeras maravillas, “las cosas de encantamiento” que relató tan fascinado Bernal Díaz del Castillo en su Crónica.

Paralelamente, en Iztapalapa se concentra un gran número de católicos que año con año llevan a cabo una monumental representación de la pasión y muerte de Cristo en la Semana Santa; sin mencionar el culto a la Virgen de la Bala y su peculiar leyenda, las fiestas patronales y los coloridos carnavales. A todo esto, debe añadirse un baluarte escondido entre vertiginosas avenidas grises y la línea 12 del Metro. Se trata del Exconvento de Culhuacán que representa, en palabras de su directora, un auténtico oasis en Iztapalapa. En conversación exclusiva para Siempre!, Miriam Hernández, quien ha encabezado este recinto por varios años, relata que fue declarado monumento histórico en 1943 y adscrito al Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Se realizó un intenso trabajo de rescate arqueológico, que culminó cuando, hace 20 años, abrió sus puertas el museo de sitio en un proyecto coordinado por Cristina Payán. Desde el inicio, uno de sus objetivos primordiales fue fortalecer los vínculos entre el espacio y la gente que vive en los alrededores, por lo que además de museo también fue concebido como un centro comunitario”.

 

Un pilar de convivencia

Hernández destaca que a partir de ese concepto, el complejo comenzó a albergar numerosas actividades recreativas y artísticas que hoy siguen siendo un pilar de la convivencia en la zona, recibiendo en promedio a 2,500 visitantes en fines de semana, sin mencionar que el Exconvento de Culhuacán es sede de eventos como el Festival de Salsas y la Feria del Cacao, la asistencia puede ascender hasta 15 mil personas en los tres días de duración del programa. Al ser el punto de reunión y concordia más importante de la demarcación, los vecinos son un baluarte imprescindible para preservar este tesoro de más de cuatro siglos de antigüedad.

La gente respeta mucho el Exconvento; lo han hecho suyo y se han involucrado de lleno en conservarlo en optimas condiciones. Hacemos mucha labor de concienciación a la población para valorar lo que aquí se resguarda, y siempre encontramos apoyo de la comunidad.

Además, todos los talleres y actividades que brindamos son para ellos, y lo reconocen asumiendo su responsabilidad en cuanto a proteger Culhuacán. Algo que me llama mucho la atención es que, como tenemos alrededor muchas escuelas, los chicos de secundaria cuando se van de pinta vienen al Exconvento; al estanque, y puedes observarlos haciendo tareas, platicando e incluso ya los ubicamos, sabemos de qué vecina es hijo, etc. Este es un lugar que de verdad puede ser del disfrute y goce de todas las personas, familias, el publico en general“.

Pero, además del invaluable tejido social que lo respalda, ¿qué hace especial al Exconvento de Culhuacán? Nada menos que su patrimonio histórico, ahora puede apreciarse el edificio que data del siglo XVI que fue, antes de la llegada de los europeos, un territorio estratégico en ámbitos comerciales y militares para el imperio mexica, y prueba de ello son las múltiples piezas arqueológicas que se han rescatado en el área, además de no ser casual que la orden de los agustinos haya decidido construir ahí una sede que tenía un peculiar uso.

Al inicio, los agustinos llegaron a estabilizar la zona, pero también a establecer una especie de escuela de idiomas. A los misioneros se les enseñaba náhuatl para después enviarlos a predicar; funcionaba como un seminario de lenguas para educar seminaristas; esa era una de sus tareas, era también lo que podría considerarse un convento en regla: aquí vivían 12 frailes que llevaban una vida de oración, contemplación y meditación religiosas en sus celdas y guardaban rigurosamente sus votos, que asumían la evangelización de los indígenas como una de sus prioridades”.

 

Se realizó un intenso trabajo de rescate arqueológico, que culminó cuando, hace 20 años, abrió sus puertas el museo de sitio en un proyecto coordinado por Cristina Payán.

 

 

Centro religioso de enorme simbolismo e importancia

Los agustinos, explica Hernández, convirtieron Culhuacán en un centro religioso de enorme simbolismo e importancia, de lo que pueden dar cuenta los imponentes vestigios del primer templo que se erigió al costado del convento que se construyó hacia el siglo XVI y que constaba de tres naves y una bóveda de gran altura. Al derrumbarse esta iglesia, debido al paso del tiempo, fue sustituida por una nueva en el siglo XIX, sin embargo, aun pueden admirarse las bases de las monumentales columnas hechas con piedra volcánica  y algunos elementos artísticos dispersos en su ubicación original.

Todo este conjunto, siempre estuvo orientado a la enseñanza de la religión católica, era un medio y un fin a la vez, que utilizaba incluso sus paredes como instrumento de evangelización. Así pues, se explican las hermosas pinturas murales que custodian el interior del Exconvento, que fueron realizadas por los tlacuilos, artistas indígenas dedicados al arte de la pintura y escritura, cuyos talentos siguieron siendo utilizados durante el periodo colonial, para representar iconografía católica, aunque ya no códices o aspectos prehispánicos. A pesar del radical cambio de enfoque que sufrió su labor, el arte de los tlacuilos es considerado una de las más bellas expresiones artísticas del sincretismo cultural en México.

Las pinturas murales, sobre todo las grisallas, se realizaban con olote quemado, carbonizado y mezclado con baba de nopal, no había ningún otro compuesto, lo que nos indica que probablemente son las más antiguas. Las obras que contienen otro tipo de pigmentos se empezaron a utilizar del siglo XVII en adelante y se elaboraron en diferentes etapas, no todo se hacía al mismo tiempo; esto puede identificarse por la integración del color, puesto que algunos de los pigmentos provenían de Europa y se complementaban con los que había en México. De la misma manera, no todas las pinturas fueron hechas sobre el muro, sino que se concebían como frescos o temple y después se integraban a la paredes”.

 

 

Culhuacán, edificio vivo

En cuanto a las imágenes que es posible identificar en los murales, Hernández expone que se trata en su mayoría de representaciones religiosas o de naturaleza teológica como el escudo de la orden agustina y sus principales iconos, así como escenas referentes al voto de castidad y deberes cotidianos de los frailes. Además aparecen pasajes de la vida y pasión de Cristo y pequeñas pero hermosas  figuras de algunos santos como San Sebastián, Santiago Apóstol, San Lorenzo y San Martín Caballero.

Vale decir que todos estos caracteres se encuentran inmersos en un sinfín de alegorías de naturaleza integradas por vegetación, flores y juncos que rememoran el hábitat original de Culhuacán y a su vez son portadores de simbolismos católicos, aspecto que se repite en lugares como el Exconvento de Malinalco.

Para poder mostrar a los visitantes las joyas de las diferentes etapas históricas del recinto, el museo de sitio está organizado en seis salas que se distribuyen en tres prehispánicas, una colonial, una sala lúdica y una fotográfica que, en su conjunto, tienen como objetivo conservar la memoria de este emblema de Iztapalapa.

“Culhuacán es un lugar que tiene mucha historia y en la zona en que nos encontramos no hay muchos monumentos de este tipo que además se puedan visitar. Es a la par un lugar de esparcimiento y de tranquilidad donde disfrutar un festival artístico, venir a escuchar un concierto o un domingo asistir a algún evento. También tenemos una biblioteca en la que se presta ayuda para tareas, tenemos curso de verano, hay muchas actividades para personas de todas las edades. El Exconvento de Culhuacán es realmente un lugar vivo“.