Entrevista a Alejandro Zambra  | Escritor

Una tarde a principios del mes de abril me encontré con Alejandro Zambra, el escritor chileno, en un café de la Condesa. Tenía  planeada una entrevista de clásico marketing de letras, dado que, como siempre pasa cuando uno conoce a algún autor admirado, no sabía qué preguntar o qué decir. Cuando me senté frente a Zambra, al tiempo que él pedía un té de canela y miel, noté su semblante de insomnio, parecía que no había dormido desde hace mucho.  Me miró con curiosidad y sonrió cuando notó mi camisa de los Peanuts; la elogió y preguntó si la usaba diariamente,  yo traté de convencerlo de lo contrario: “sólo cuando estoy aterrado”.  Realicé el protocolo de agradecimiento a nombre de Siempre! Y le pedí que me contara de qué iba su nuevo libro, Tema libre, publicado por Anagrama. “Tema libre”, respondió sin más. Solo cuando se dio se dio cuenta, después del silencio y mi cara, de que había hecho bien en ponerme la camisa de los Peanuts ese día, Zambra dio inicio a una fascinante lección literaria en la que, en lo sucesivo, yo solo tuve que levantar la mano para cuestionar lo que no entendía, únicamente  eso.  Debo aclarar que, no por salvarme de hacer el ridículo, aquella clase sobre la creación de su obra dejó de ser en algún momento desconcertante;  todavía hoy sigo tratando de asimilar lo que Zambra me dijo mientras alborotaba su cabello, jugaba con mis notas inservibles de lo que pretendía preguntarle y tomaba su té.

 

Eso representaba

¿Qué significaba cuando en el colegio te decían ‘tema libre’? Si el profesor decía de pronto ‘tema libre’, eso representaba que podías escribir de lo que quisieras.  El título de mi libro viene de ese momento en el que el profesor ya no sabe qué tema asignarte y dice ‘tema libre’; creo que ahí había un problema, en el fondo era más fácil que te pusieran el tema, con tanta libertad no se sabía qué hacer. Sin embargo, en la búsqueda en el camino, junto con eso, aparecía ante mí una escritura que ya no estaba gobernada por un tema sino que permitía conexiones inesperadas que dejaban descubrir lo que querías decir al momento de decirlo; a mí lo que más me gusta de escribir es exactamente eso: el momento en que ya no sabes lo que estás haciendo. Yo tenía un plan, decía que estaba escribiendo un cuento o una novela, que sea más o menos así,  y cuando te sentabas a escribir y aparecía una frase y después otra, ya de pronto no sabías lo que estabas haciendo.

Pero, por otra parte, ¿por qué un libro tendría que tener un tema?

Una de las posibilidades de lectura tiene que ver con la presión normalizadora de los medios, de la academia, de todo el ámbito de recepción literaria, en torno al tema: ¿cuál es el tema de tú libro? Si yo te digo el tema de mi libro ¿para que lo va leer nadie?; Además yo no sé el tema, los libros son sobre muchas cosas. Si yo escribo una novela ambientada en los años ochenta en Chile, probablemente voy a hablar de la dictadura, pero si digo que es una novela sobre la dictadura, la estoy reduciendo, no la estoy prestigiando. Una novela es sobre muchas cosas y los autores somos más conscientes de algunas de ellas, pero creo que no le hacen un favor al libro si terminas reduciéndolo, los libros no se sujetan a un tema.

 

Alejandro Zambra  | Escritor

Alejandro Zambra  | Escritor

 

Aunque, es posible que diseccionar la conformación del libro, lejos de subyugarlo, establezca el primer paso de su descubrimiento.

El libro trata de muchas cosas y algunas las puedo precisar, hay algunas que quizás ni siquiera yo sé cuáles son. Tiene una parte de ensayo que en rigor son conferencias que ofrecí, generalmente ante un auditorio joven, y que son sobre escribir, leer, sobre qué hacer con las lecturas obligatorias, qué hacer con la enseñanza de la literatura. En la segunda parte incluyo textos en los que hablo muy mal de la primera parte, son textos más de ficción; la tercera parte creo que está cruzada por México, porque es la más reciente: son cuatro textos que escribí viviendo acá, llevo dos años viviendo en México, y tienen que ver con tratar de habitar la ciudad, a pesar de varias situaciones. El terremoto en 2017 de acá, me hizo pensar indudablemente en mis propios terremotos, porque como chileno tengo una cierta experiencia en terremotos que sometí al sismo mexicano; en cada biografía chilena hay un terremoto, en la mía ya había dos y parece que me vine a buscar aquí aún más; creo que en las tres partes hay algo en común pero no sabría precisarlo.

No conozco Tema libre lo suficiente como para atreverme a sugerirle a Zambra la posible coincidencia entre las tres partes que conforman la obra, pero le hago saber que dos de sus libros, Bonsai y La vida privada de los árboles, podrían clasificarse como novelas cortas; Tema libre, puede decirse, está integrado también por textos de extensión poco prolongada: un denominador común. Pero el también autor de No leer establece la pauta contundente de deslindarse, aunque no por completo, de su pasado literario, las historias cortas han quedado ya muchos años atrás.

Solo pienso en el libro presente. Creo que cada libro existe un poco para borrar a los anteriores, aunque no se diga, por eso lo escribes. ¿Cuál es la necesidad de escribir un segundo libro, un tercer libro, un cuarto libro? Es porque ya los que escribiste no te sirven, o ya no es tuyo, eso pasa cuando lo publicas, los demás se lo apropian y está muy bien que sea así.

La desvinculación del pasado que tan visiblemente expresa Alejandro Zambra encuentra compañeros ideales en su pasión por hacerse preguntas del ahora y el concebir el tiempo venidero como una hoja en blanco. El proceso de su escritura se encuentra enmarcado a la vez por el dinamismo y la espontaneidad.

Todos mis libros son muy distintos, pero yo soy el peor observador de mi propio trabajo: ya lo hice. Me cuesta mucho desprenderme de eso, entonces cualquier cosa que diga está en calidad de sospecha. Pero cada libro tiene un procedimiento ligeramente distinto cada vez, y generalmente soy mucho más obsesivo que metódico, pienso mucho en algo y me demoro un poquito en cachar que es eso en lo que estoy pensando, y tomo notas, hago bocetos sin ningún propósito que el boceto mismo, y luego aparece alguna imagen que me interesa desglosar o concretar narrativamente. Escribo sobre cosas que quiero solucionar, que quiero entender mejor, que quiero ver mejor, no de cosas que ya sepa; tengo planes, por supuesto, intuiciones cuando me pongo a escribir, pero en general lo que pasa es que esos planes van fracasando y termino escribiendo algo que no se parece en nada a lo que pensaba. Yo lo que quiero es improvisar, no tocar siempre la misma canción, sino en el camino ir circulando por lugares no familiares, no preestablecidos.

Esta singularidad, se refleja también en un provocador planteamiento que Zambra realiza respecto al papel de los autores leídos en la labor del escritor.

Mis escritores favoritos no lo son porque yo tenga algo de ellos, sino porque noto que ellos tienen algo que solo ellos tienen. Creo que hay que atreverse a desafinar y a desafiar la literatura que adoras, hay un momento en que intentas parecerte a alguien, pero es un momento generalmente muy estéril porque en realidad, si la literatura que te gusta funciona como un ejemplo, es como una muestra de alguien que resolvió su propia circunstancia, su propio mundo, no de alguien que imitó el mundo de otro. La literatura no es la confirmación de unos valores preestablecidos, la literatura no se queda en la pieza bien ejecutada de acuerdo con unos parámetros ya definidos. Todo lo bueno en algún momento fue sospechoso de ser malo, fue nuevo.

Casi como una tentación a la pedantería, le recuerdo a Zambra que es un escritor leído, reconocido y aplaudido, le insinúo que tal vez lo ha alcanzado la tragedia de la fama.

Es muy ridículo sentirse famoso, hay que estar un poco enfermo para sentirse famoso, me parece un concepto muy absurdo. Yo soy un escritor, no soy una figura pública, estoy básicamente solo cinco horas al día escribiendo, soy completamente desconocido. Para mí, la escritura siempre ha sido un espacio de suma libertad y muy privado también, escribir y publicar son dos cosas  totalmente distintas, nunca he hecho nada que me obligue a publicar libros; escribir una novela es un trabajo extenuante y larguísimo pero cada uno tiende a ponerlo en el espacio de placer también, y no haría algo por estar obligado a publicar libros, lo hago porque quiero hacerlo. Si querías ser famoso y te pusiste a escribir, elegiste mal la profesión, en el fondo hay muchas maneras más rápidas de conseguir esos objetivos, esto es mucho más lento, es una búsqueda y también es errante.

Para no fallar por completo en la misión de hacer preguntas, parafraseo una ubicada en la contraportada de La vida privada de los árboles: ¿por qué escribir libros en un mundo a punto de quebrarse?

Creo que escribir es preguntarse por qué se escribe todo el tiempo, escribir  parece completamente innecesario, porque es un mundo que está saturado de palabras, entonces uno podría preguntarse ¿por qué quiero sumar palabras?, sobre todo en el formato de palabras permanentes. Todo parece al principio, en la pantalla del computador, borrable; cada frase pareciera estar ocupando un lugar provisorio. Me pregunto cuando escribo ¿por qué aspiro a que esto quede impreso? Parece una buena pregunta, creo que cada vez la respuesta es distinta y  permanece abierta, no creo que sea necesario contestarla, pero si intentar responderla.