Las recientes proyecciones económicas apuntan a que América Latina se perfila hacia un año 2019 de crecimiento nulo. En los últimos días, el Fondo Monetario Internacional ajustó su perspectiva de crecimiento para la región pronosticando un 0.6 por ciento de crecimiento para el presente año y 2.3 por ciento para el año 2020 (desde 1.4 por ciento y 2.4 por ciento anteriormente).

No obstante lo anterior, de acuerdo con la Alianza Latinoamericana de Consultoras Económicas (LAECO, por sus iniciales en inglés) que reúne a las principales firmas de consultoría económica independiente de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela, y de la cual Consultores Internacionales, S.C. es parte, prevemos un panorama económico menos optimista, ya que las doce economías citadas, que explican el 95 por ciento del PIB regional, proyectan un crecimiento de -0.1 por ciento en 2019 y 2.0 por ciento en 2020.

La baja económica de este año agudizaría el crecimiento mediocre observado en 2018 que alcanzó apenas 0.4 por ciento. El virtual estancamiento produce serios desafíos, considerando que aminora la creación de empleo y afecta al ingreso per cápita de los habitantes de la región.

La desaceleración económica se explica por las recesiones en Argentina y en Venezuela, a las que también se sumarían el freno de la expansión en Brasil, México, Ecuador y Uruguay. Las perspectivas de crecimiento del resto de países integrantes no compensarán la pérdida de dinamismo.

En Brasil, el ajuste fue severo al proyectar un crecimiento de 0.8 por ciento (desde 2.0 por ciento anteriormente); y sobresale Venezuela con una caída proyectada en el orden del 37.9 por ciento (desde -37.2 por ciento previamente), que de aislar su desempeño económico, el crecimiento regional alcanzaría un ritmo de 1.1 por ciento en 2019 y de 2.2 por ciento en 2020.

Para México, las lecturas a la baja para el año 2019 no se hicieron esperar. El FMI redujo éstas de 1.6 por ciento a 0.9 por ciento; sin embargo, analistas prevén un crecimiento en el orden entre 0.2 por ciento y 1.3 por ciento. En Consultores Internacionales, S.C. nuestra proyección puntual se encuentra en 0.9 por ciento con observancia a la baja en su límite inferior de 0.7 por ciento.

Aunque la economía nacional está entrando en recesión y ya existen muestras de su desaceleración. El indicador global de la actividad económica, publicado por INEGI, registró movimiento a la baja de 0.03 por ciento en mayo (respecto del mismo mes del año previo), apreciando un debilitamiento en lo que va del año de -0.12 por ciento en contraste con el 0.85 por ciento del mismo periodo observado durante el 2018.

El análisis de otras variables empieza a reflejar una debilidad de la economía; por ejemplo, con datos de la Secretaría de Economía, en el primer trimestre de 2019 se recibieron 10.2 mil millones de dólares de Inversión Extranjera Directa, casi 20 por ciento menor a lo captado en el mismo periodo de 2018 y la menor captación para un primer trimestre desde 2012. El análisis es similar para exportaciones e importaciones, lo que tiene una fuerte implicación en uno de los motores de crecimiento más relevantes para México.

Si bien aun no se manifiestan todos los síntomas de una recesión, de acuerdo con la definición de la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER, por sus siglas en inglés), si alertan dos factores: el menor impacto que tendrá en México el crecimiento económico previsto para Estados Unidos en 2019 de 2.6 por ciento –descartando un posible desacoplamiento entre ambas economías–; y en consecuencia, que la desaceleración mexicana no sea resultado de choques externos sino de factores meramente domésticos.

Ante este contexto, las herramientas de política económica de México se reducen cada vez más tomando en consideración la poca efectividad de la política fiscal (agravada por la ralentización del gasto de gobierno, así como de su cuestionable efecto multiplicador debido a la reorientación del gasto y la baja inversión pública), y la restrictiva política monetaria que, ante niveles de inflación que convergen hacia la meta del Banco de México, aun no da señales para disminuir la tasa objetivo.

Menudo panorama se avizora para América Latina y México en el que, sin duda, será necesario realizar los ajustes pertinentes para recobrar la senda del crecimiento y el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030. En nuestro País, amerita el análisis serio y el responsable contrapeso de los órdenes de gobierno para la conducción de políticas del ejecutivo federal; y en paralelo, la atención puesta en el Banco de México que, durante la primera quincena de agosto y el cierre de septiembre, podría revertir la tendencia alcista en tasas mostrada en los últimos cinco años.