El doble crimen de la plaza Artz evidencia, si hiciera falta, la inseguridad en que vivimos. Igualmente, pone de manifiesto la ausencia de coordinación y la falta de profesionalismo de los cuerpos policiacos. No es poca cosa que un crimen de tales características se cometa a la vista de todo el mundo, en un lugar altamente concurrido y en forma por demás ostentosa.

La primera versión que corrió fue que se trataba de un crimen pasional, lo que hasta para un ciego resultaba absurdo, pues la sicaria no es precisamente una reina de belleza, en tanto que los delincuentes asesinados, por presencia y por dinero, seguramente tienen a su alcance a mujeres hermosas.

A toda hora, el citado centro comercial está lleno de policías uniformados y de algunos vestidos de paisano. Sin embargo, ninguno de ellos observó que la gatillera portaba una pistola calibre 9 milímetros, que no es precisamente un juguete, y que su acompañante, prófugo y al parecer sin haber sido identificado, llevaba una ametralladora que nadie vio hasta el momento del zipizape.

Una versión dice que no eran dos los pistoleros, sino tres y se afirma que existe un video en el que el tercero tiene interlocución con el par de gatilleros. Igualmente, en la mesa de los dos asesinados había una tercera persona que se escapó del lugar sin ser identificada, pese a las innumerables cámaras que hay en el lugar.

Corrió también la especie de que ocho minutos antes de la ejecución hubo una balacera en el estacionamiento de la plaza comercial. Se habla de se produjeron 44 disparos dentro y 50 afuera.

Entre 2001 y 2004, uno de los ejecutados, Ben Sutji, estuvo en México donde, según se dijo en redes sociales, mató a un rabino y le sacó los ojos. Ben Sutji trabajó aquí con un tal George Kuri Layón el Coqui, quien distribuye droga en Polanco, y con Eretz Akrishevsky, quien fue extraditado a Israel la semana pasada.

Sutji debió ser bien conocido por las corporaciones policiacas. Si no lo conocían, en 2004 la policía israelí alertó a las autoridades mexicanas sobre la peligrosidad del criminal, sin que funcionario alguno se diera por enterado.

La lista de inconsistencias, errores, filtraciones y tonterías muestran crudamente que los centros comerciales no disponen de cuerpos de vigilancia capacitados y que todo cliente o visitante se juega la vida en esos lugares. El gobierno federal y el de la ciudad de México recibieron un país en ruinas, pero el tiempo corre y ya es hora de pasar de las acusaciones a los de antes a una mínima muestra de eficacia frente al crimen. ¿Es mucho pedir?