Por José Eduardo Campos

 

¿Qué hacer con un país donde la inflación superó el 3 mil por ciento hace tan sólo 30 años…? ¿Qué hacer cuando una elección presidencial provoca la peor caída de su bolsa de valores en donde el tipo de cambio de una jornada a otra pasa de $46 pesos a los $65 por dólar?

En busca de estas respuestas y de las explicaciones históricas que nos lleven a un mejor entendimiento, hablamos con Alejandro Zubiria, representante de la Fiduciaria Internacional Fidemont y argentino de nacimiento con residencia laboral en México.

Qué pasa hoy en Argentina le pregunté (por cierto, fue el único cuestionamiento que le hice)

“Mira hablar de la economía en Argentina es como explicar un viaje en una montaña rusa… siempre hay tensión, nerviosismo y, emociones fuertes. Fue después del gobierno de Juan Domingo Perón que empezó la búsqueda del rumbo económico para este sureño país.

“Su primer periodo de 3 de, es el más recordado ya que se basó en la redistribución de las riquezas en favor de los sectores más necesitados (me hizo pensar en lo que hoy vivimos) además, del reconocimiento de los derechos políticos de las mujeres, el impulso a la política económica hacia la industrialización y, la nacionalización de los sectores básicos de la economía.

“Sin embargo”, continua Zubiria, “el gobierno peronista se fue descomponiendo y a su muerte en 1974, Argentina no tenía un rumbo claro, para muestra un botón, desde su muerte no ha habido ningún presidente de los 13 que lo han precedido, que no pertenezca a la línea del partido peronista que haya concluido su mandato y bueno desde ahí podemos entender mejor los sobresaltos en la economía, la política y, la sociedad misma.

“A ver, me comentó, en el no lejano 1989 con la elección de Carlos Menem y sobre el final del gobierno de Raúl Alfonsín, la inflación se había disparado en una espiral hiperinflacionaria que superó el 3 mil por ciento anual y alcanzó un pase directo a las antologías mundiales. En la ciudad de Rosario, los reclamos por comida terminaron en saqueos a supermercados que se extendieron a Córdoba, Buenos Aires y, otras ciudades. En contraste con las movilizaciones sindicales o políticas tan habituales en la historia argentina, los saqueos mostraron un fenómeno inédito en el que se combinaba el hambre con el debilitamiento de las organizaciones tradicionales. Los saqueos se repitieron como eventos en momentos de crisis agudas como en 2001 y, se combinaron con una situación social complicada con cierta debilidad política del gobierno.

“Entre 1991 y 2001 los argentinos soportaron no sólo un neoliberalismo extremo, sino el aumento del desempleo que pasó del 6 por ciento en 1989 a 22 por ciento en 2002 . Esa sociedad con ‘estabilidad’ que excluía a millones de argentinos vio agravada su situación con el inicio de la recesión en 1998. Mientras crecían lentamente las protestas de los desocupados y de un sector del sindicalismo, no hubo una solución política a esa crisis económica hasta que nuevamente el país se hundió en otra crisis en diciembre de 2001, en este caso la más grave de su historia. Para que nos demos una idea de la magnitud del evento, Argentina tuvo 5 presidentes distintos en 11 días tras declarar el estado de sitio el 19 de diciembre de 2001.

“Entre fines de los años 90 y 2003 se desarrollaron al menos cinco procesos de respuestas populares a esta crisis, surgieron y se expandieron grupos de desempleados para exigirle al Estado trabajo y planes de empleo para garantizar su subsistencia cotidiana.  Surgieron redes de trueque y se emitieron bonos de circulación que buscaban paliar la carencia de dinero necesario para el mercado a través del intercambio de bienes o saberes en un circuito informal que en su auge involucró a dos millones de personas.

“Se expandieron los comedores populares que, obteniendo insumos del Estado y eventualmente de donaciones, garantizaban un plato de comida para niños y adultos al borde de la indigencia. Surgieron asambleas barriales generalmente en zonas de clases medias, cuya movilización no respondía sólo a una necesidad económica de los propios asambleístas (no eran necesariamente ahorristas estafados, ni indigentes, ni desempleados), sino básicamente a la crisis político-institucional de representación. También ha habido unos dos centenares de empresas recuperadas por sus trabajadores después de su quiebra, cierre o abandono por parte de sus anteriores propietarios.

“A partir de la crisis de diciembre de 2001 se organizaron asambleas de vecinos. Las organizaciones de desocupados se remontan a la segunda mitad de la década de 1990 en el Gran Buenos Aires comienzan a aparecer en 1997. Los comedores populares surgieron a fines de la década de 1980, durante la crisis hiperinflacionaria a partir de la cual se restringieron planes alimentarios del Estado. Los modos de trueque se iniciaron a mediados de los años 90, numerosas fábricas fueron tomadas y recuperadas por sus trabajadores desde fines de 2001 como respuesta colectiva ante el cierre de fuentes de trabajo en un contexto desolador.

“El problema que hoy se vive en Argentina es estructural, es el modelo nacional que lleva un deterioro que no es únicamente propiedad de este gobierno o del anterior sino de varias décadas.
El país donde el tango es un estandarte nacional, cuenta hoy con 12 millones de trabajadores activos que mantienen directa o indirectamente a 19 millones de personas que cobran todos los meses al Estado; entre trabajadores en el sector público, pensionados, subsidios, asistencia social, etc.

“La población total en Argentina está por el orden de los 44 millones, según datos del Ministerio de Producción y Trabajo, de ellos 12 Millones de trabajadores están en activos; 8.5 Millones pertenecen al sector privado, 3.6 Millones al sector público. Únicamente 8.5 Millones que no dependen del Estado y generan ingresos para el mismo. Algo más de 19.5 Millones de personas que necesitan del Estado para vivir.

“De esta forma se haga lo que se haga el modelo es inviable, no dan los números. Los gastos van a dar siempre más que los ingresos con lo que el Estado termina siendo una caja multimillonaria que en algún momento se agota y, termina endeudándose más y más con él acreedor de turno; el FMI, Fondos, etc. (y volví al escenario mexicano).

“Argentina vive hoy una problemática muy compleja en donde los subsidios son ya un obstáculo menor frente al cómo se aplican, por cuánto tiempo y, qué se exige al subsidiado. Una cosa es dar un subsidio por ejemplo en educación y otra distinta es entregar dinero al subsidiado en forma directa para que teóricamente este elija como utilizarlo. Políticamente hablando, siempre fue más conveniente la segunda opción.

“El subsidio mal aplicado y sin una planificación para su salida termina generando una dependencia cada vez mayor del Estado, proceso que en Argentina lleva décadas y que han desencadenado en un gasto público cada vez mayor que requiere financiarse con aumento de impuestos, deuda o emisión monetaria.

“La deuda desmedida deteriora las finanzas del Estado, el aumento de impuestos con una política fiscal ineficiente frena el crecimiento y, la emisión monetaria descontrolada lo que a su vez genera inflación y posterior devaluación.
“Finanzas débiles, presión fiscal desmedida e inflación descontrolada alejan la inversión privada; la última arista que podía generar desarrollo; debilitando aún más el crecimiento.

“Con la caída del crecimiento aumenta la pobreza lo que otra vez nos lleva a requerir mayores asistencias sociales y, un Estado cada vez más grande con mayores gastos requiriendo de nuevo más deuda, impuestos o emisión monetaria para poder financiarlo entrando en un espiral de deterioro interminable.

“Argentina requiere cambiar la matriz económica social y generar reformas estructurales profundas para cortar con esa tendencia.

“Bueno, sólo alcancé a expresar… mira”, me interrumpió Alejandro Zubiria, “hay espacio para protegernos de esos vaivenes económicos, me comentó, te explico…había una probabilidad del 99.99 por ciento que un evento como la venta masiva de posiciones en Argentina no sucediera, pero sucedió, y sirvió para subrayar la necesidad de que los inversores se protejan contra eventos extremos que parecen muy poco probables, pero, pueden tener un impacto descomunal si ocurren.

“Como ya sabemos que esto es una realidad inevitable, hay que encontrar las mejores formas de proteger nuestro patrimonio ante un contexto tan incierto. Esa protección tiene al menos dos aspectos: el legal y el financiero.

“En cuanto a lo legal, hay que utilizar herramientas fiduciarias (por ejemplo, un fideicomiso o estructura similar) para que sirva de escudo a nuestros activos frente a cualquier ataque de terceros. Adicionalmente, nos permite planificar ordenadamente la transmisión patrimonial a nuestros seres queridos, en forma mucho más eficiente, independiente y previsible de pasar por el arduo y costoso proceso sucesorio.

“Para los aspectos financieros, es fundamental contar con el asesoramiento de expertos que nos puedan brindar un panorama integral, objetivo y técnico para el manejo de nuestras inversiones. Ese asesoramiento debe contar con conocimientos financieros, pero también con una adecuada noción del efecto impositivo que las decisiones de inversión traigan consigo.  Fundamentalmente, debe ser adecuado y proporcional a la situación concreta de ese cliente, en su propio contexto y país.

“No debería recibir la misma recomendación una viuda de 80 años que vive de rentas en México, que un arquitecto de 40 años casado y con tres hijos pequeños que vive en Panamá. Sus realidades son muy distintas, su tolerancia al riesgo probablemente también y el margen de uno y otro para soportar los inevitables vaivenes del mercado es diametralmente opuesto.

“En suma, esa combinación fiduciaria y financiera es la decisión más prudente que un inversor puede ganar económicamente. Lo acontecido recientemente es simplemente un ejemplo que funciona como recordatorio y confirmación de esta realidad.

“Me tengo que ir… suerte”, concluyó… “Perder lo arduamente acumulado por tener nuestro patrimonio legalmente expuesto o mal administrado desde lo financiero es una de las peores cosas que nos pueden pasar, especialmente cuando tenemos a nuestro alcance las herramientas para evitarlo”.