Entrevista a Carlos Mendoza Álvarez, OP /Templo de Santo Domingo de México

 

De entre los muchos sitios entrañables en la Ciudad de México, no es exagerado afirmar que la Plaza de Santo Domingo ocupa un lugar prioritario para sus habitantes desde hace cinco siglos.  Como si el tiempo hubiera querido hacer de este lugar un relicario, los siglos parecen haberse quedado concentrados en Santo Domingo para narrar, a quien quiera escucharlo, las miles de historias contenidas entre los edificios que lo delimitan. Pero, desde las sombras de la antigua sede del Santo Oficio de la Inquisición hasta los suspiros enamorados del portal de los evangelistas donde escribían cartas de amor a la par que contratos, esta explanada a ningún recinto debe más notoriedad que a la iglesia dominicana, de la cual la plaza tomó su nombre hace casi quinientos años.

Durante ese lapso, el majestuoso recinto que corona el lado norte de la plaza se ha convertido en un referente indiscutible de la cultura mexicana, en tanto conserva en su interior invaluables tesoros artísticos, junto con la memoria de personajes y acontecimientos de enorme importancia para nuestro país. Carlos Mendoza Álvarez,  fraile dominico que es el actual superior de la comunidad de frailes que anima ese espacio, abrió generosamente las puertas de Templo de Santo Domingo a Siempre!  para compartir  su visión y conocimientos sobre el pasado, presente y futuro del mismo.

“Los frailes dominicos llegaron a Veracruz en junio de 1526. Un mes después arribaron a la ciudad de México Tenochtitlan y se hospedaron, inicialmente,  con los franciscanos, quienes fueron los primeros en llegar a la Nueva España.  Después construyeron un templo pequeño que se encontraba dónde más tarde se ubicaría el Santo Oficio de la Inquisición, que posteriormente se convirtió en la Escuela de Medicina y en nuestros días es sede del Consejo Universitario de la UNAM.  Ese primer templo se demolió a finales de siglo XVI, se erigió uno nuevo que quedó anegado tras una inundación y finalmente se comenzó a construir la iglesia que conocemos actualmente junto con el convento; estas edificaciones datan aproximadamente de 1720”.

El doctor en Teología por la Universidad de Friburgo en Suiza destaca que, en su momento de mayor esplendor, este conjunto religioso fue conocido como Imperial Convento de Santo Domingo de México, pues estaba compuesto por al menos veinte dependencias distintas, entre las que destacaban los claustros, el noviciado, las capillas, el templo y las huertas, lo cual se reflejaba en el enorme terreno que ocupaba. Cabe mencionar, continúa contando Mendoza, que el templo resguardaba también una magnífica y deslumbrante capilla dedicada a Nuestra Señora del Rosario, advocación mariana de vínculo esencial con la Orden de Predicadores  que los cronistas de la época describen tan espléndida como la que puede apreciarse en la Templo de Santo Domingo de Puebla, de la que puede mencionarse, para establecer un parámetro de comparación, que se encuentra cubierta casi por completo de lámina de oro de 22 quilates y es considerada un auténtico prodigio barroco mundial. Sin embargo, las  Leyes de Reforma acabarían por devastar casi todo el conjunto, incluida la Capilla del Rosario que se destruyó para abrir la calle de Leandro Valle, una vía considerada absurda por Guillermo Tovar de Teresa, dada su inutilidad. El templo fue lo único que sobrevivió a la piqueta juarista, lo cual no es un logro menor, pues conserva aún verdaderas joyas novohispanas.

 

“Es necesario subrayar que se debe acrecentar el apoyo por parte del gobierno federal en aras de rescatar, preservar y potenciar los numerosos elementos que el templo de Santo Domingo de México requiere”.

 

“El patrimonio artístico que reguardamos como un bien cultural de la nación es el templo mismo como un baluarte, conformado por la nave principal, las once capillas laterales, la cúpula y demás elementos artísticos, con dos magníficos retablos barrocos laterales, uno dedicado a la Virgen del Camino y otro consagrado a la Virgen de Covadonga; el altar principal, a pesar de que su estilo neoclásico rompe con la armonía del barroco,  es una obra maestra del afamado arquitecto Manuel Tolsá, finalizada hacia el año de 1800, en medio del contexto de modernización borbona que influiría en el ámbito del arte sacro y civil. Por si lo anterior resultara insuficiente, el templo posee también una importante colección de escultura y pintura virreinal en la que destaca la monumental obra pictórica de “La lactación de Santo Domingo”, pintada por Cristóbal de Villalpando y que se conserva en la sacristía, así como la sillería íntegra del coro alto que acompaña la imagen de Nuestra Señora del Rosario original, única pieza que pudo rescatarse al demolerse su capilla”.

Como parte del carisma de los dominicos dedicado a la permanente búsqueda de la verdad, el Templo de Santo Domingo de la Ciudad de México ha mantenido a lo largo de su historia importantes vínculos con personajes de amplio reconocimiento intelectual, explica Mendoza Álvarez.

“Este recinto siempre promovió una presencia intelectual en medio de las discusiones sociales de diferentes épocas; por ejemplo, su primer prior y provincial de los dominicos en México, fray Domingo de Betanzos, tenía una idea de la evangelización en un sentido apologético colonial, por lo que entró en debate con la visión de otro dominico contemporáneo, fray Bartolomé de las Casas, quien fuera el primer obispo de Chiapas. Esta polémica da cuenta de los debates que existían dentro de la misma orden alrededor de temas como la conquista, la defensa de los indios y el sistema de la encomienda.

“Al respecto, Daniel Ulloa, fraile de este convento, realizó hace algunas décadas una importante tesis de doctorado en El Colegio de México titulada Los predicadores divididos. Otro destacado miembro de nuestra comunidad fue fray Tomás de Mercado, quien escribió la famosa “Suma de tratos y contratos”, uno de los libros más importantes de los inicios de la economía moderna, criticando la usura en los tiempos barrocos, citado por los principales maestros en las universidades europeas de la época.

“En este convento también vivió el extraordinario pintor novohispano fray Alonso López de Herrera. En el ámbito de la formación de la identidad nacional,  el hijo más reconocido de este convento es nada menos que fray Servando Teresa de Mier, uno de los primeros precursores del movimiento de independencia. Ahora bien, en tiempos más recientes, fray Julián Pablo Fernández, fallecido hace un año, fue una figura típica de los dominicos mexicanos modernos,  reconocido cineasta y pintor que fuera interlocutor de figuras como Luis Buñuel, Octavio Paz y Juan Rulfo, que tendió muchos puentes entre el los frailes de este convento y el mundo intelectual mexicano de la segunda mitad del siglo XX. Este diálogo con personas del mundo de la cultura lo seguimos manteniendo con personalidades como Carmen Parra, Mario Lavista y Juan Villoro, quienes reconocen la contribución del convento de Santo Domingo de México para con la gestación de las nuevas identidades de la nación mexicana”.

 

Pero conservar en 2019 un inmueble del siglo XVIII, con la historia que subyace en este convento desde 1526, bajo las condiciones del subsuelo lacustre de la Ciudad de México y los imprevisibles sismos, no ha resultado una tarea fácil. El también académico de la Universidad Iberoamericana explica que antes de los sismos que sufriera la zona centro del país en septiembre de 2017, el templo ya enfrentaba retos de consideración como el hundimiento que se produjo en el lado oriente de la nave principal y que generó el rompimiento del suelo de ésta.

La problemática era anterior, de más de cincuenta años, pero fue atendida con urgencia hace aproximadamente después de los sismos del 1985, aunque solo de manera básica, por lo que requiere un trabajo mucho más exhaustivo. Como resultado aparecieron fisuras de  relevancia en diferentes partes del recinto, en particular en el coro alto, en la nave arriba del órgano y en la bóveda de acceso al coro alto, que han provocado el grave deterioro de pinturas, órgano y muros. Es importante mencionar que estas problemáticas han sido atendidas paulatinamente, en la medida que lo permitía la colaboración de los frailes encargados del templo con el gobierno federal y local, especialmente con el INAH y algunos apoyos privados. Sin embargo, los movimientos telúricos que azotaron la ciudad hace dos años agravaron  de manera contundente la necesidad de una intervención mucho más profunda en el recinto dominicano,  por lo que los frailes incluso se vieron en la necesidad de cerrar al culto la Capilla de la Expiración, ubicada en la lado sur de la plaza y que resguarda un valioso y antiguo Cristo de amplia devoción popular, debido al riego latente de algún derrumbe. Es solamente hasta estas fechas, luego de dos años de aquel sismo, que el espacio ha comenzado a recibir la atención necesaria por parte de los especialistas.

“Después de casi dos años, las autoridades del INAH han logrado dar inicio a la restauración de la Capilla de la Expiración. En mucho este retraso se explica porque estos proyectos quedaron a cargo del seguro que contrata el organismo en casos de catástrofes y su aplicación es compleja, los trámites precisos y el concurso de las empresas que tomarán la obra conforman un proceso muy lento, además de que han sido muchos los monumentos afectados. Por lo pronto, la capilla ya se encuentra en obra de restauración y esperemos que esté lista a final del año. Pero lo que más nos preocupa ahora es que el templo de Santo Domingo no se encuentra todavía en la lista de los bienes inmuebles que serán restaurados este año y eso es inquietante  porque, si bien no hay un riesgo de colapso, sí es urgente la intervención  en el templo de Santo Domingo, en particular en el coro alto y en el piso de la nave principal, con la agravante de las grietas que afectan su estructura. Las autoridades siempre nos han atendido con solicitud, y nos han ayudado a hacer los dictámenes y los métodos de solución.

“Nosotros desearíamos que  fueran más ágiles estos procedimientos porque los daños pueden ser irreversibles. Quienes tenemos la encomienda de preservar estos bienes de la nación  entendemos que la clave para lograr concretar estos proyectos es una buena colaboración entre las diferentes instancias y respaldamos esos lazos, pero es necesario subrayar que se debe acrecentar el apoyo por parte del gobierno federal en aras de rescatar, preservar y potenciar los numerosos elementos que el templo de Santo Domingo de México requiere para asegurar su estabilidad y recuperar esplendor: aseguramiento de la estructura del templo y del campanario que se encuentra en muy mal estado, restauración de la fachada, recuperación de la iluminación de todo el templo en su exterior, restauración exterior de la cúpula, aseguramiento y limpieza del retablo de Covadonga, restauración de las capillas laterales en el interior de la nave, solo por mencionar algunos de los trabajos más urgentes. Además de que todo el templo requiere restauración y mantenimiento de fondo, por ejemplo el portón principal que da a la plaza”.

A manera de conclusión, Carlos Mendoza anuncia que, dentro del marco de la conmemoración de los 500 años de la llegada de los dominicos a México que se celebrará dentro de siete años, en 2026, los miembros de la Orden de Santo Domingo se encuentran diseñando un plan maestro que prevé la revitalización del Templo de Santo Domingo de México, mediante un programa donde confluyan la religión y la espiritualidad desde el sello propio de los dominicos con la cultura posmoderna contemporánea, a través de la formación de un museo del sitio y programas como la Cátedra Santo Domingo y el Espacio Cultural Santo Domingo de México.

“En suma, Santo Domingo de México forma parte no solo de la historia religiosa,  sino de la historia cultura0l de México, con su pasado virreinal y su presente como país independiente y moderno. La plaza que conecta con este majestuoso templo es, según los especialistas, la segunda plaza importante de la ciudad, después del Zócalo y como frailes dominicos asumimos con memoria viva esta herencia, pero también con la responsabilidad de seguir “construyendo ciudad” desde nuestra tradición espiritual e intelectual como Orden de Predicadores. Durante cinco siglos hemos  contribuido a la conciencia histórica mexicana y queremos seguir haciéndolo con vigor y nuevos bríos”.