A nivel internacional un fenómeno inusitado ha tomado forma de movimiento continental imparable en contra del calentamiento global. Por fortuna este movimiento está integrado en su mayoría por jóvenes estudiantes encabezados por Greta Thunberg, una joven sueca de apenas 16 años de edad. En los últimos días han salido a las calles de varias ciudades del mundo para alzar su voz contra partidos políticos y grandes corporaciones exigiendo que cumplan con sus responsabilidades y escuchen a los científicos para acotar los efectos mortales que representa el cambio climático contra la humanidad. No quieren más discursos mediáticos ni sólo buenas intenciones de las élites políticas que se dan cita cada año en las Naciones Unidas.

Este movimiento en mucho recuerda a los movimientos estudiantiles que se gestaron en 1968 en varias naciones, sólo que éste es provocado por la salvación del planeta de gases tóxicos que enrarecen cada día más a la atmósfera. Es una luz muy grande de esperanza la que este joven movimiento nos arroja a la humanidad ante esta emergencia climática.

Esto es a nivel internacional. Sin embargo, en México este gobierno de la Cuarta Transformación parece desdeñar esta lucha contra las riesgosas actuales condiciones ambientales. Andrés Manuel López Obrador no tiene entre sus prioridades hacer algo para erradicar los problemas con el medio ambiente. Ni ahora ni durante su larguísima campaña política hay testimonios de que haya hablado a profundidad, ni mucho menos adquirido compromisos, sobre cambio climático. Prácticamente no está en sus planes ni en los de su equipo. Es una situación muy lamentable (por decir lo menos) que coloca en alto riesgo la sustentabilidad del país y la salud de los mexicanos.

En 2016 nuestro país firmó los Acuerdos de París que establecen medidas para la reducción de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI). Sin embargo es letra muerta para el Presidente, quien va en contraposición de esos acuerdos al inclinarse por la utilización de energías con base en carbón y petróleo (que son los elementos más letales contra el clima) con la construcción de una refinería en su estado natal. No le importa que México sea el segundo país en América Latina, después de Brasil, que emite 683 mil toneladas de carbón.

El gobierno mexicano se comprometió al signar los Acuerdos de París a que en 2030 se disminuyan al 22 por ciento las emisiones de GEI y en 40 por ciento contaminantes como carbón negro, que se produce por la combustión incompleta de productos derivados del petróleo. Asimismo a que el 35 por ciento de la electricidad deberá provenir de energías limpias y alcanzar tasa cero en deforestación. Sin embargo, a decir de especialistas internacionales, la construcción de la refinería Dos Bocas en Tabasco y una termoeléctrica en Huexca, Morelos, son obras que van en dirección contraria a estas metas. La inconsecuente postura de López Obrador a los acuerdos es muy parecida a la del presidente de los Estados Unidos Donald Trump.

Académicos, investigadores y especialistas en medio ambiente han puesto una luz de alerta por esta terrible postura del presidente mexicano, pero él ni los ve ni los oye. Por ejemplo, el académico Carlos Gay, del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) comenta que  “Su proyecto (el de la 4T) parecen ocurrencias que no tienen nada que ver con la realidad mundial. La estrategia energética no es coherente con la política climática del país ni con los Acuerdos de París”. Añade que el impacto de las emisiones GEI afectará más a los países que se encuentran en los trópicos, como México.

Por su parte, el Foro Consultivo Científico y Tecnológico indica que en los últimos 50 años, México Ha experimentado un incremento de 0.85° centígrados en su temperatura y se estima que para el año 2039 el país incrementará su temperatura media anual en un promedio de 2° centígrados, lo que acarreará consecuencias catastróficas como inundaciones y sequías  que se dejarán sentir en cerca de mil 385 municipios en el territorio nacional.

Pero tal parece que López Obrador, como siempre, tiene otros números, pues no se inmuta en lo mínimo. Al contrario, desdeña la lucha que paralelamente con las naciones comprometidas en los acuerdos debe dar México contra el cambio climático, materia que no es de índole económica sino de voluntad política. Es cuestión que el presidente coloque a la sobrevivencia de los mexicanos y el futuro del país por encima de sus caprichos y ocurrencias, lo que se ve muy difícil.

A él que tanto le interesa el bienestar de los que menos tienen, debería analizar con detenimiento que la contaminación atmosférica es también un indicador de la tremenda desigualdad imperante. Las personas más vulnerables y con menos recursos son siempre las que pagan el precio más alto en los términos de degradación ambiental.

El derecho a un medio ambiente saludable está consagrado en la Constitución Política de México y es una obligación del Estado proteger ese derecho ciudadano.