Guasón (Joker, Estados Unidos, 2019) de Todd Phillips.

 

No se trata del eterno rival (*Ver Nota) de Batman en los comics, películas y series de televisión, de evasión y entretenimiento, para el consumo masivo y el gran negocio millonario de los grandes monopolios del espectáculo, que forman parte de la imaginaria norteamericana y sus seguidores a nivel mundial, poblada de superhéroes y supervillanos, aunque su  imagen sea de las mismas características inconfundibles, sino de Arthur Fleck (personaje interpretado a la medida por Joaquin Phoenix), un mediocre payaso (clown) que sueña con ser un destacado humorista (comedian), viviendo al día y cuidando a su vieja y enferma madre que lo adoptó (frustrante descubrimiento posterior), quien padecía un severo trastorno mental, en ciudad Gotham, (New York), donde todos tienen algo de locura normal y donde hay quienes han caído en la locura anormal, hasta sucumbir en la psicopatía asesina, dadas las circunstancias, más sociales que genéticas.

Todd Phillips (nacido el 20 de diciembre de 1970, en Brooklyn, New York City, New York, USA), basándose en el Joker, creado por Jerry Robinson, Bill Finger y Bob Kane, para la Editorial DC Comics, escribió, con Scott Silver, el guión para realizar la escalofriante propuesta maldita que nos ha obligado a abordar el concepto de la violencia, tratado ya, dialécticamente, por Adolfo Sánchez Vázquez en su Filosofía de la Praxis, invitándonos a verificar si es violenta o no, por naturaleza, la esencia humana.

No se trata de escribir una sinopsis del argumento, ni de justificar la conducta del personaje, en términos del bien y del mal (estudio de la conducta individual, en proceso de alienación y en alienada culminación), con accesos de carcajadas enfermizas y tendencias homicidas, en defensa propia y por desesperación (estrangulando a su madre) e ira (acuchillando al “amigo” que le dio un arma para defenderse), sino de reflexionar sobre el hecho de que la historia de la humanidad y de la vida cotidiana, contagiada de “peste emocional” o “conjunto de síntomas neuróticos que, con el denominador común de las tendencias sado-masoquistas, impregnan la personalidad del hombre medio contemporáneo y otorgan un sello autoritario y represivo a las formaciones sociales que dicha personalidad crea y padece” (Wilhelm Reich).

Reitero, no se trata de escribir una sinopsis del argumento ni de justificar la conducta del personaje, sino de reflexionar sobre el hecho innegable de que la esencia humana se violenta, cuando su naturaleza es violentada socialmente.

Según Hegel –afirma categórico Adolfo Sánchez Vázquez– la violencia tiene su fuente no en contradicciones reales, sino en el deseo humano (espiritual) de ser reconocido cada quien en su valor humano. Para Hegel, el origen de la violencia es un impulso espiritual del ser humano para que el hombre sea reconocido como tal. Quien no se violenta, y quien asume un espíritu sumiso, por temor a la muerte, será el esclavo, el siervo, el oprimido, la víctima. Quien se violenta, si no muere en su acto, pasa del otro lado de la relación y será, si no el amo, sí el instrumento del poder del amo, es decir, el victimario.

 

Dejemos a Wilhelm Reich, a Adolfo Sánchez Vázquez y a Hegel y los convoco a que vayan a ver la escalofriante propuesta maldita de Todd Phillips. Una propuesta maldita en la que lo cómico, como concepto que refleja con gracia la significación estética de los fenómenos y cuya esencia contradice la lógica del desarrollo de la vida, cede el paso a lo trágico. Cede el paso a lo trágico porque el personaje, con sus actos, costumbres, temperamento y otras “cualidades” (no poder controlar su forma de reír), dispone de la propiedad de lo cómico, teniendo la característica de que la situación real que ocupa en la vida no corresponde al lugar que trata de ocupar. Lo cómico, en esta propuesta, es el telón de fondo de algo más esencial de la conducta social humana: la violencia y una de sus formas que la hace estallar con gran fuerza explosiva: la marginación social, el desengaño ante la ilusión de triunfar, de ser alguien, tema central, no sólo de Guasón, no sólo de Todd Phillips, sino de una gran parte del cine social norteamericano y de no pocos realizadores (Samuel Fuller). La violencia como “atributo” humano, tanto individual como social, ante la imposibilidad de lograr metas y objetivos que se quieren alcanzar, en una sociedad desigual.

La transformación, por ejemplo (algo que quizá no tenga cabida aquí), de la naturaleza por el hombre es, en sí, violentar a la misma. Pero, es una violencia necesaria para su subsistencia. Forzar es un acto legítimo, natural, para sobrevivir. Sobrevivir violentando la naturaleza es una ley y, por lo tanto, un acto legal sobre la legitimidad de la naturaleza.

Permítaseme recurrir, nuevamente, a Adolfo Sánchez Vázquez para reafirmar lo anterior y a propósito de la violencia en Guasón. La violencia acompaña a la praxis. Violencia que se ejerce y violencia que se resiste. Es un acontecer legal y legítimamente dado, por ley y por razón de ser del mundo objetivo, natural o social, según sea el caso.

El delito y el crimen (asesinar es un crimen grave) son enfermiza violencia social. Al menos es la primera idea inteligible que se tiene de tales conductas individuales. El delito y el crimen, la mayoría de las veces, son actos particulares de individuos concretos que actúan solos o en grupo, producto de contradicciones sociales que obligan a cometerlos. La historia del crimen es una fuente de información de personalidades psicópatas, sin sentimientos morales, en el sentido de no respetar las normas, los principios y las reglas de conducta, para hacer el bien, o que han perdido los sentimientos morales, por alienación mental. El cine norteamericano también es fuente de información. Véase Taxi Drive (Estados Unidos, 1976) de Martin Scorsese, con un antihéroe redimido. Guasón también lo es, pero con un antihéroe sin remisión.

(*Nota) Significativamente, se sugiere que lo es, en la secuencia donde él y el héroe, siendo niño, se conocen, teniendo de por medio una reja, en el jardín de la mansión del poderoso magnate que se postula como Alcalde de Gotham. Él, como bastardo buscando su identidad, y el niño, como legítimo hijo.