Entrevista a Santiago Portilla Gil de Partearroyo | Historiador

 

En días recientes, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, generó una enorme polémica tras publicar en sus redes sociales el siguiente mensaje:

“¡Qué equivocados están los conservadores y sus halcones! Pudieron cometer la felonía de derrocar y asesinar a Madero porque este hombre bueno, Apóstol de la Democracia, no supo, o las circunstancias no se lo permitieron, apoyarse en una base social que lo protegiera y lo respaldara.

“Ahora es distinto. Aunque son otras realidades y no debe caerse en la simplicidad de las comparaciones, la transformación que encabezo cuenta con el respaldo de una mayoría libre y consciente, justa y amante de la legalidad y de la paz, que no permitiría otro golpe de Estado en nuestro país.

“Aquí no hay la más mínima oportunidad para los Huertas, los Francos, los Hitler o los Pinochet. El México de hoy no es tierra fértil para el genocidio ni para canallas que lo imploren”.

Las palabras emitidas por el mandatario han sido fuertemente criticadas por un sector importante de la ciudadanía, que las ha catalogado de irresponsables y desafortunadas en medio del panorama de coyuntura que vive nuestro país. Sin embargo, y a pesar de su carácter trivial, la evocación que López Obrador realizó de la figura de Francisco I. Madero hizo imperativa la necesidad de retomar a conciencia el episodio en que el ícono coahuilense ocupó la silla presidencial y las circunstancias que propiciaron su caída tras una insurrección militar. En aras de contextualizar de manera formal  a los personajes y hechos históricos que fueron utilizados de manera maniquea en las líneas del presidente, Siempre! tuvo el gusto de conversar con el doctor Santiago Portilla, un apasionado maderista que ha dedicado su vida académica a estudiar e interpretar el pensamiento y la obra del revolucionario, un hombre a quien él mismo define como un demócrata social.

 

Santiago Portilla Gil de Partearroyo | Historiador

Santiago Portilla Gil de Partearroyo | Historiador

 

Es importante conocer un perfil completo de Francisco I. Madero más allá de algunas posturas que lo consideran un personaje débil, ingenuo o falto de oficio político. Madero era un personaje que no quería hacer una revolución, pero el régimen de Díaz no permitió el más mínimo juego democrático, y eso pudo comprobarlo Madero en las tres ocasiones en que participó en elecciones, municipal, estatal y federal. A lo largo de estas experiencias, Madero demostró ingenio, determinación y habilidad política, así como dotes de análisis al estudiar la  historia de México y luego de liderazgo.

“Francisco I. Madero tenía una agenda política muy clara en tanto quería hacer eficaz el principio del derecho a voto y la no reelección, pero tenía también una agenda social: proponía asegurar la integridad de los obreros en las fábricas, establecer seguros de accidentes a los trabajadores, otorgar y extender la educación como un derecho de todos los mexicanos, becar a los hijos de campesinos, fraccionar las tierras no cultivadas de los grandes latifundios para crear pequeñas propiedades y que los campesinos tuvieran acceso a ellas. Madero sabía que había mucha desigualdad e injusticia social en México y quería que eso se resolviera; él pensaba que la democracia, la libertad, le daría a las personas la capacidad para valerse por si mismos y salir adelante. Además, estaba convencido de que hombres y mujeres debían tener los mismos derechos, algo que no era común en ese tiempo.  Este es el Madero que pocos conocen”.

 

 

El doctor en Historia por El Colegio de México explica que después de  que se cierra la posibilidad de elecciones libres por parte del gobierno y suceden los acontecimientos que darían paso a la última reelección de Porfirio Díaz, incluida la persecución y el encarcelamiento de Madero, éste decidió convocar a la Revolución para eventualmente acceder a la candidatura a la presidencia de la República y ganar el cargo, no sin que antes se hubieran generado algunos alzamientos armados. Pero, una vez portando la banda tricolor sobre el pecho, Francisco Madero se enfrentó a varias circunstancias que paulatinamente fueron fraguando su trágico final.

“Debido a diferentes situaciones de disfuncionalidad y corrupción, al estallar la Revolución Díaz es derrotado militarmente, pero su ejército no fue destruido. Este punto es fundamental para comprender las condiciones en las que germinó el golpe contra Madero. El ejército federal porfirista permanece, pero con mucho resentimiento. Después de su derrota, con el paso del tiempo los militares se convencieron erróneamente que si Díaz no hubiera presentado su renuncia a la presidencia, ellos al final hubieran sofocado la Revolución.  Existía, entonces, una fuerte tensión en las fuerzas armadas”.

Los malentendidos, fricciones e intrigas surgidos entre Madero y algunos líderes como Emiliano Zapata y Pascual Orozco, quienes eventualmente optarían por tomar posturas contrarrevolucionarias, considera Portilla, erosionaron la base social del coahuilense y debilitaron de una manera contundente la figura y el gobierno maderista que no llevaba un mes en funciones cuando tuvo que encarar a las fuerzas del “Caudillo del Sur” que se había levantado en armas con el Plan de Ayala y se había puesto a disposición de Orozco. Es en este escenario, continúa el también sociólogo por la UNAM, que aparece Victoriano Huerta.

“Victoriano Huerta era un militar de alto rango que quedó al mando del ejército federal después de que el secretario de Guerra y Marina, José González Salas, se suicidara tras una derrota escandalosa frente a los orozquistas. Huerta será quien reorganice a las fuerzas federales, cree la Primera División del Norte y sustituya los viejos mandos militares, además de que intenta debilitar a los revolucionarios. Ahí sigue estando la semilla del ejército resentido que va ser el catalizador de lo sucedido en la Decena Trágica, pero para este momento Huerta había prestado un valiosos servicio a Madero derrotando a Orozco en el norte de México”.

A la par de la consolidación del protagonismo político de Huerta, expone Portilla,  surgió el personaje siniestro de Henry Lane Willson, el embajador de los Estados Unidos de América en México, un diplomático que mantuvo una actitud hostil hacia Madero a raíz de un impuesto de veinte centavos que el presiente impuso a cada barril de petróleo extraído por las compañías inglesas y norteamericanas.

“A partir del impuesto, Wilson empieza  a trabajar entre los militares resentidos en contra de Madero; y ellos, empiezan a hablar cada vez más de la necesidad de una revuelta. Aquí existen varios puntos que vale la pena considerar para complementar este cuadro, como el hecho de que Madero no reprime nunca a obreros, por ejemplo, lo cual estimula que empiecen a estallar huelgas y se inicien conflictos y descontentos de la clase empresarial con el gobierno. Otro aspecto muy poco explorado se refiere a la relación que Madero sostuvo con la iglesia católica, que fue también muy ríspida con motivo de un decreto en el que el presidente prohibía que se suspendieran clases con motivo de las fiestas patronales; a esto podemos agregar que Madero era espiritista, lo que fue motivo de burlas constantes. Es decir,  hay que preguntarse cuántas fuerzas trabajaron contra Madero en los 15 meses que duró su gobierno”.

Así pues, al suscitarse la rebelión militar  encabezada por Félix Díaz y Bernardo Reyes el 9 de febrero de 1913, inicio de la llamada Decena Trágica, Huerta encuentra la oportunidad de ser nombrado por Madero el jefe de la plaza militar de México y también es convencido por Wilson de unirse a la rebelión contra Madero, dando paso después a los penosos acontecimientos que culminarían en el asesinato  del mandatario y de su vicepresidente, José María Pino Suarez. Pero, adicionalmente, Santiago Portilla no deja de mencionar dentro de este escenario el papel que jugó la prensa durante el gobierno de Madero y su derrocamiento.

“La prensa porfirista se engolosina y se lanza con total libertad contra la figura del presidente, alguien que para ellos era muy risible: de baja estatura, de voz chillona, espiritista. Entonces se burlan mucho de él y lo caricaturizan mucho, con total libertad. A Madero varias veces le aconsejan que cierre periódicos de oposición pero nunca lo hace, porque afirmaba que no había llegado a limitar libertades. Ahora, muchos historiadores al encontrarse con esa cantidad impresionante de pasquines y de burlas afirman Madero perdía popularidad rápidamente, lo cual es muy cuestionable porque Madero nunca dejó de ser ovacionado por la gente que lo veía, hasta el final; la explicación en ese sentido es que estas muestras de desprecio y escarnio en la prensa eran promovidas por los intereses que él estaba afectando, pero no era un asunto de popularidad. Vale la pena mencionar que también había una prensa a favor de Madero, lo que equilibraba un poco la lucha de palabras. Así pues, el factor de la prensa se integra, de alguna manera, a toda la serie de elementos que ya he mencionado que propiciaron las condiciones para la caída del régimen maderista”.

Al referirse puntalmente a lo expresado por el presidente López Obrador en los últimos días, el doctor Santiago Portilla asevera que es absurdo suponer que en la actualidad existen las condiciones para que se lleve a cabo un cuartelazo similar al que derrocó a Madero, pese a que el ejército se encuentra disgustado porque el gobierno permite que los civiles aliados a criminales lo humillen constantemente, lo cual no quiere decir, de ninguna manera, que exista un resentimiento como el que instigó la sublevación de 1913.

Señaló que igualmente es carente de sentido pensar que los que el presidente llama conservadores en la actualidad son los mismos que promovieron el fracaso maderista y expuso que si en algún momento Gustavo Madero señaló que la prensa mordía la mano que le había quitado el bozal, esta premisa no se puede aplicar a nuestros días, pues la libertad de prensa de hoy se ha venido conquistando desde hace tiempo y paulatinamente, y no es, de ningún modo, un logro del actual gobierno, que en cambio, apunta, se ha caracterizado por sus constantes ataques a periodistas y medios de comunicación. Finalmente, el académico considera que la utilización del término “genocidio” es irresponsable por parte de López Obrador, pues no se dimensiona el verdadero significado de esta palabra y se utiliza perversamente con fines demagógicos.  A manera de conclusión, el autor de Una sociedad en armas: insurrección antirreeleccionista en México, 1910-1911, comparte la siguiente reflexión sobre nuestra actualidad política.

“Del uso que hace López Obrador de la historia mexicana, es importante puntualizar que se trata de alguien que dice “si no estás conmigo, no estás con Madero, con Juárez, con Cárdenas”; es ridículo.; ¿cómo puede compararse López Obrador con Madero, cuando Madero jamás atacó a la prensa, por ejemplo? El populista lo que hace en todo el mundo es dividir, si estas con él eres pueblo, si no lo estás, no lo eres, y esto no tiene nada que ver los verdaderos valores de la Historia ni de la democracia.

“El presidente acaba de hablar de un golpe de Estado, pero ¿qué representa un golpe de Estado? Un golpe de Estado significa hacer a un lado la Constitución, las leyes, las instituciones, para implantar medidas extraordinarias que quien encabeza el golpe cree que son necesarias. ¿Quién es él que ha hecho a un lado la Constitución, las leyes y su violación flagrante (como en el caso de Baja California)? ¿Quién está debilitando a las instituciones?, ¿quién está atacando a la prensa?, ¿quién ha hecho del gobierno de México la maquinaria más grande del mundo de compra de votos a través de programas clientelares?, ¿quién en verdad  está dando un golpe de Estado? La respuesta es López Obrador, el golpe de Estado está partiendo del gobierno mismo al atacar, desgastar y anular a las instituciones, al manipular al Poder Judicial, al pretender incapacitar organismos como el INE, de modo que cuando debiera estar fortaleciendo la democracia, está atacando la democracia. Nada menos parecido a Madero”.