Por Cecilio Ferro Villa

 

La producción de alimentos es un reto para todos los gobiernos del mundo en un entorno de crecimiento poblacional y deterioro del medio ambiente. Ante esta realidad las actividades agropecuarias se ven obligadas a utilizar a nuevas tecnologías que permitan aumentar la producción y a la vez reducir impactos ambientales perniciosos. Afortunadamente en México hay productores –no la mayoría– conscientes de que es imperativo utilizar racionalmente los recursos implicados en la obtención de alimentos. Tal es el caso de los lecheros del norte del país, quienes a contracorriente han logrado producir de manera rentable al desierto durante los últimos 40. ¿Pero están preparados para enfrentar las decisiones caprichosas de la cuatroté?

El sector ganadero –principalmente del norte del país– resentirá los efectos de otra de las puntadas regresivas del gobierno federal, el cual ahora revive programas y políticas que simplemente no funcionaron en los tiempos de, Díaz Ordaz,  Echeverría y López Portillo. En mayo pasado, el presidente López Obrador adelantó su intención de desaparecer la producción de leche en la Comarca Lagunera, argumentando que “no se puede seguir produciendo leche en las zonas desérticas” y de que las empresas contaminan el agua con arsénico. Cabe anotar que las concentraciones de ese metaloide en La Laguna no son resultado de la actividad agroindustrial, sino de las características geológicas de la región, por lo que los científicos ya han establecido una serie de recomendaciones para reducir problemas de salud, tales como el uso de nuevas tecnologías de potabilización y purificación del agua.

Pero al gobierno de López Obrador poco le interesa la tecnología para evitar la contaminación de arsénico y ha optado por desincentivar la producción de Leche en el norte del país y, según él, favorecer al sureste con la reactivación de un fracasado plan lanzado en 1965 denominado Plan Chontalpa. Se trata de construir una nueva cuenca lechera en el sureste, aunque con ello se afecte letalmente a la principal actividad económica de la Región Lagunera. Pero eso sí, es muy factible que este programa sea rentable para favorecerá a los gobernadores afines a López.

México es deficitario en la producción de leche y enfrenta un consumo creciente, por tanto los faltantes se cubren con importaciones. En este marco, el fomento a la producción del lácteo debería ser aplaudida, pero ocurre que el presidente López Obrador parece ignorar –quizá no lo asesoraron bien– que con su nuevo proyecto no solo desestima los esfuerzos y las inversiones de varias generaciones de productores lecheros del norte del país, también desdeña la relevancia de su producción. De acuerdo con el Centro de Estudios para el Desarrollo Rural Sustentable y la Soberanía Alimentaria (CEDRSSA) de la Cámara de Dipuados,  en 2018 la producción fue de 12 mil 169.4 millones de litros, de los cuales Coahuila produjo mil 397.97 millones de litros de leche, tan solo por debajo de Jalisco, con 2 mil 441.78 millones de litros, y seguido por Durango, con mil 249.51 millones de litros.

En un franco desdén a estos esfuerzos, el presidente López Obrador y Alfonso Romo, Jefe de la Oficina de Presidencia, recientemente se reunieron con empresarios y líderes ganaderos que conforman el grupo de trabajo para el desarrollo de la Cuenca Lechera del Sur-Sureste, integrado por la Confederación Nacional de Organizaciones Ganadera (CNOG), la Cámara Nacional de Industriales de la Leche (Canilec), la Asociación de Bancos de México (ABM), Banco Azteca y Banco del Bajío, para definir los pormenores del proyecto que se instalará en la tabasqueña región de La Chontalpa.

Los lecheros expertos saben bien que la producción no depende exclusivamente de la disponibilidad de agua, sino también del clima, puesto que las mejores razas de bovinos lecheros (Holstein, Pardo Suizo y Jersey)  no son aptas para climas como el tabasqueño. De no escucharse estos llamados el gobierno federal podría poner en riesgo recursos federales, así como el bienestar de muchas familias lecheras.

Es aquí donde las políticas de la cuatroté para el subsector lechero deben ir más allá de los intereses políticos para evitar la fractura de una de las ramas productivas más relevantes para la alimentación nacional.

Los productores lecheros están convencidos de que es necesario incentivar la producción y mejorar los esquemas de procesamiento y comercialización para los años venideros si se pretende lograr esa autosuficiencia alimentaria que tanto propala del gobierno de López. No es descobijando la producción de una región en favor de otra como se logrará aumentar la disponibilidad de leche mexicana. ¿Tendrá la cuatroté esa visión de futuro o se concretará a ver si funciona la puntada de resucitar programas que murieron por inviables? Al tiempo.