Uno de los componentes más importantes del crecimiento económico es el consumo privado; en México tradicionalmente aporta alrededor de la mitad de la demanda total. Sin embargo, ésta es una de las variables más afectadas en los últimos meses, principalmente por los efectos de la pandemia de COVID-19: la pérdida de empleos, la disminución de los ingresos en los hogares y un contexto en el que impera la incertidumbre.

De acuerdo a la investigación realizada en Consultores Internacionales S.C. y según datos de INEGI, el consumo privado como componente del PIB registró una caída de -0.5% en el primer trimestre del año a tasa anual. El valor más reciente del Indicador Mensual del Consumo Privado en el mercado interior revela una caída del orden de -3% a tasa anual. Con estos datos, puede anticiparse que el mercado interno no va a repuntar rápidamente, lo cual afectará tanto al ingreso de las empresas como también del sector público.

En principio, el consumo tiene una estrecha relación con la recaudación, principalmente de tres impuestos que han sido los más afectados, el IVA, el IEPS y el impuesto a la importación. Los datos más recientes de la SHCP revelan que en mayo, la recaudación del IVA disminuyó -37% en términos reales, la de IEPS total  -26.3% entre los que se incluyen gasolinas y diésel (-27.6%), cervezas y refrescos  (-42%) y alcohol (-22%). Por su parte, el impuesto a importaciones, que lleva 12 meses consecutivos a la baja, reportó en mayo una caída de -19%.

Los programas gubernamentales se han enfocado en transferencias económicas, que ciertamente, han ayudado a los grupos más vulnerables a sobrellevar los efectos de la crisis económica y sanitaria, sin embargo, no se aprecia claramente su efecto y no tienen un retorno evidente en cuanto a recaudación se refiere, lo que implicará una fuerte dificultad para mantenerlos, sin que ello signifique la disminución de flujos hacia otros componentes del gasto público.

Por otro lado, la fragilidad en el consumo de los hogares, derivará inevitablemente en las posibilidades de recuperación de las empresas, específicamente de las PyMES, generando un círculo vicioso, ya que el cierre de empresas implica por fuerza la pérdida de empleos, de ingresos familiares y con ello menor gasto en consumo.

Según datos de INEGI, el valor de ventas de los productos de las industrias manufactureras en el mes de abril cayó -43% en términos reales; y en el caso de los ingresos por suministro de bienes y servicios se reportó una caída de -27%, cifras que no tienen precedentes. Por supuesto, esto también ha sido un desincentivo para la inversión, pues las empresas al no tener ingresos, al ver disminuido su flujo de efectivo, han decidido destinar recursos a la operación, al pago de gastos fijos y en la medida de lo posible, nóminas.

México tiene de frente una de las crisis económicas más fuertes en su historia reciente, ante una caída del PIB de dos dígitos, un mercado interno muy frágil, una grave crisis de empleo, salarial y un gobierno federal que ha apostado por transferencias monetarias a grupos vulnerables con un alto costo y efectos poco contundentes.

Es urgente la reactivación del mercado interno y volver a circular el efectivo entre compradores, vendedores y proveedores de insumos y servicios. La reapertura económica en principio contribuirá, en tanto que los negocios puedan volver a abrir sus actividades, ofrecer productos y servicios, y se genere el ritmo de oferta y demanda, y así poner en movimiento la economía.