Estas notas son una selección de las opiniones que sobre el vino tenía algunos escritores antiguos, tanto griegos como latinos. Se presentan sin darles mayor forma para denotar, de esa manera, los efectos que tiene en la mente y la vida de los bebedores. La autoría de la selección y de este documento es atribuible a un abstemio absoluto.

Siempre recomiendo a mis amigos: desconfíen de los abstemios; recuerden que Robespierre, Hitler, Pancho Villa y algunos otros archi criminales fueron abstemios. Según se desprende de El banquete de Platón, Sócrates, su maestro, era un buen bebedor, tenía un buen vino; era pacífico y nunca perdía la sensatez. En la misma obra Alcibíades, el disoluto, perverso y traidor, aparece que era un bebedor agresivo, insoportable e indiscreto.

Hace muchísimos años (1954/1955), cuando hacía mis estudios de Preparatoria, por disponerlo así el plan, los que tomamos el bachillerato de ciencias sociales, debíamos llevar dos cursos anuales de lenguas muertas: dos años de latín y uno de griego. Recuerdo que al final de nuestro curso de griego, a pesar de que era elemental, estuvimos en posibilidad de traducir uno de los versos de Anacreonte, aquél que comienza diciendo:

Gea melaina piney: “La tierra negra bebe…” que es una traducción literal y que se aleja de la traducción literaria que aparece en la obra Poetas líricos griegos, de la Colección Austral, número 1332, México, 1963, pág. 96., que es la siguiente.

 

Bebe la tierra fértil

y a la tierra las plantas,

las aguas a los vientos,

los soles a las aguas

y a los soles las lunas

y las estrellas claras.

¿Por qué la bebida

me vedáis, camarada?

 

Hace muchos años, al leer a los autores griegos y romanos, tuve el propósito de elaborar un libro sobre el tema del vino o, en el peor de los casos, una monografía. Al pasar el tiempo, cargarme de años y por atender otros proyectos, he llegado a la convicción de que nunca asumiré la tarea de realizar el proyecto; en esa virtud, para que el material no se pierda, ahora lo hago público mediante estas entregas.

Los pasajes relativos al vino son muchos. Aquí presento algunos. Lo hago de manera dispersa, sin orden. Alguien dirá que las transcripciones son breves y hasta fragmentarias. Es cierto. Es deliberado. Al hacerlo así estoy invitando a los lectores a leer o releer a los clásicos y así gozar testimonios que han pasado la prueba de la moda transitoria, que siguen proporcionando gozo y enseñanzas:

Pirro de Epiro: “Al oír que unos jóvenes, mientras bebían, habían dicho muchas difamaciones contra él, ordenó que al día siguiente los trajeran a todos a su presencia. Una vez allí, preguntó al primero si había hablado esas cosas de él. Y el joven respondió: «Si, majestad, y habríamos dicho mucho más que eso, si hubiéramos tenido más vino». Plutarco, Moralia III. Máximas de reyes y generales, 184 C. También refiere esa anécdota Dión Casio, Historia romana, libro X, Zonaras, VIII, p. 358,

Aludiendo a Tiberio: “Ése hace ascos al vino, porque ahora tiene sed de sangre: con tanta avidez la bebe como antes bebía el vino.” Fragmentos de poesía latina – Épica y lírica, II, p 31.

Tertuliano añoraba los tiempos que se habían ido; cuando las mujeres estaban sujetas a sus maridos y  en los que ellas eran abstemias. “… cuando las mujeres se abstenían del vino hasta tal punto, que sus parientes dejaron morir de hambre a una matrona porque había forzado la entrada de una bodega; y en tiempo de Rómulo una mujer que había probado el vino fue muerta impunemente por su marido Mecenio. Por esto estaban obligadas a besar a sus parientes: para que se les pudiera conocer por el aliento.” Tertuliano, Apologético, 6, 4 y 5, págs. 73 y 74.

“¿Por qué las mujeres besan a los parientes en la boca? ¿Acaso, como la mayoría piensa, estaba prohibido a las mujeres beber vino y para que no pasaran desapercibidas las que bebían, sino que quedaran en evidencia al encontrarse con los hombres de su familia, por esto se estableció esta costumbre?” Plutarco. Moralia V. Cuestiones romanas. 6, 265B.

“¿Acaso esta diosa, según cuentan los mitógrafos, era la mujer del adivino Fauno, que se servía vino ocultamente y al no pasar desapercibida fue azotada por su marido con varas de mirto, razón por la que no llevan mirto y cuando le hacen libaciones de vino, las llaman de leche?” Plutarco. Moralia V. Cuestiones romanas. 20, 268D y E.

“Temístocles, siendo aún joven, se dedicaba a la bebida y a las mujeres. Pero, después de que Milcíades al mando del ejército venció en Maratón a los bárbaros, ya no era posible encontrar a Temístocles en una vida desordenada. A los que se asombraban del cambio les decía: « El trofeo de Milcíades no me permite ni dormir ni ser insolente»”. Plutarco, Moralia III. Máximas de reyes y generales, 184 F-185A.

“Cuando alguien preguntó por qué motivo los espartanos bebían tan poco, dijo: «Para que otros no deliberen por nosotros, sino nosotros por otros.» “ Plutarco, Moralia III, Máximas de Espartanos, 224 D.

“A los niños les mostraban los hilotas borrachos para apartarlos de la excesiva bebida.” Plutarco, Moralia III.. Antiguas costumbres de los Espartanos, 239 A.

Gorgo: “En una ocasión, cuando su padre le ordenó que diese grano a un hombre a título de remuneración y añadió: «Pues me enseña a hacer el vino bueno», ella le respondió: «Sin duda, padre, que se beberá un vino mejor, y los que beban serán más débiles y peores». Plutarco, Moralia III, Máximas de mujeres espartanas, 240 E.

“El Centauro, el primero cogió su bella arpa, que en sus manos le trajo y ofreció Aquiles. Cantaba la lucha de los Centauros de corazón violento, a quienes los lapitas por su maldad dieron muerte, y como enloquecidos, hicieron frente a Heracles en Fóloe, porque el ardor del vino los excitó.” Argonáuticas Órficas, 410 – 415.

Los reyes: “… se encaminaron a la divina ladera y a la cima del Díndimo, para aplacar, a base de libaciones de buen vino, a la vetusta Rea y evitar la cólera de la soberana.” Argonáuticas Órficas, 600.

Para los caunios: “… es plenamente correcto que hombres, mujeres y niños, según la edad y los lazos de amistad, se reúnan en grupo para beber.” Heródoto, Historia, libro 1. 172, 1.

Los maságetas: “… han descubierto ciertos árboles que producen unos frutos con las siguientes características: cuando se reúnen en grupos en un lugar determinado, encienden fuego y, luego, sentados en círculo a su alrededor, los arrojan a las llamas; y mientras el fruto arrojado se va consumiendo, se embriagan al aspirar su aroma como los griegos con el vino; cuanta más fruta arrojan más se embriagan, hasta que acaban por levantarse a bailar y por ponerse a cantar.” Heródoto, Historia, libro 1, 202, 2.

Torimis al ver que los persas habían acabado con su ejército, mandó un heraldo a Ciro con el siguiente mensaje: “Sanguinario Ciro, no te ufanes por lo que ha sucedido; no te ufanes si, con el fruto de la vid (que también os aturde a vosotros cuando os atiborráis de él hasta el extremo de que, al bajaros el vino al cuerpo, os hace soltar inconveniencias), si, con semejante brebaje, has vencido a mi hijo en una celada…” Heródoto, Historia, libro 1. 212, 2.

A Espargapises, el hijo de Tomiris: “… cuando se le pasaron los efectos del vino, y comprendió en qué trance se hallaba, pidió a Ciro que le liberaran de las ligaduras, cosa que obtuvo; pero en cuanto se vio libre y dueño de sus manos, se quitó la vida.” Heródoto, Historia, libro 1. 213, 1.

Los egipcios: “… habitualmente toman vino hecho de cebada, ya que en su país no tienen viñas.” Heródoto, Historia, libro II, 77, 4.

“En los festines que celebran los egipcios ricos, un hombre hace circular por la estancia, un cadáver de madera y, al tiempo que lo muestra a cada uno de los comensales, dice: «Míralo y luego bebe y diviértete, pues cuando mueras serás como él». Eso es lo que hacen durante los banquetes.” Heródoto, Historia, libro II, 78, 1.

“Pero, al llegar el vino e informarse de su elaboración, quedó sumamente encantado con la bebida y preguntó qué era lo que comía el rey y cuánto tiempo, como máximo, solía vivir un persa. Ellos entonces le contestaron que el rey comía pan… y que el límite máximo de vida de un hombre se fijaba en ochenta años. Ante esta respuesta, el etíope replicó que, si se alimentaban de estiércol, no se extrañaba lo más mínimo de que vivieran pocos años: pues, ni siquiera podrían vivir semejante número, si no repusieran fuerzas con aquella bebida — y les señalaba a los lictiófagos el vino—, ya que en este punto ellos estaban en inferioridad de condiciones respecto a los persas.” Heródoto, Historia, libro III. 22, 3 – 4.

El pasaje referido a los persas con relación a los lidios ( I 71, 3) y el de los maságetas en contraste con los persas ( I 212, 2), son pasajes en los que el consumo habitual de vino indica un mayor grado de civilización en el pueblo consumidor. Heródoto. Historia, libro III. 22, 4. Nota 124.

Prexaspes le dijo a Cambises : “«Señor, recibes grandes elogios en todos los sentidos; únicamente dicen que te entregas con excesivo afán a la bebida»…” Cambises le respondió: «Así que, en resumen, los persas pretenden que, por entregarme al vino, desvarío y no estoy en mi sano juicio. Pues, en ese caso, sus anteriores afirmaciones no se atenían a la verdad».” Heródoto, Historia, libro III. 34, 2 – 4.

El excesivo afán a la bebida no constituía una dura crítica, ni desde el punto de vista persa (los persas solían ingerir grandes cantidades de vino), ni desde el punto de vista griego, ya que en Grecia la embriaguez se consideraba un fenómeno misterioso que liberaba a los hombres de fuerzas oscuras. Los filósofos griegos estudiaron la manera de conseguir, en beneficio de la ciudad, que el vino fuese una «droga de la verdad». Heródoto, Historia, libro III. 34, 3. Nota 177.

“… una vez cada año, cada comarca hace preparar en su provincia una crátera de vino, mezclado con agua, del que beben aquellos escitas que hayan matado a varios enemigos; en cambio, quienes no hayan realizado dicha acción, no prueban ese vino, sino que quedan deshonrosamente relegados, cosa que entre ellos constituye el mayor blandón. Por su parte, todos aquellos que han matado a un número muy elevado de enemigos, cuentan con dos copas a la vez y apuran su contenido de un solo trago.” Heródoto, Historia, libro IV. 66.

“Los escitas, con aquellas personas con quienes sellan un juramento, lo hacen de la siguiente manera: en una gran copa de cerámica vierten vino y con él mezclan sangre de los que prestan el juramento, haciéndoles previamente una punción con una lanza o una ligera incisión en el cuerpo mediante un cuchillo; y, acto seguido, sumergen en la copa un alfanje, flechas, un sagaris y un venablo. Hecho esto, lanzan múltiples imprecaciones y, finalmente, beben del contenido de la copa tanto las personas que conciertan el juramento como los principales personajes que les acompañan.” Heródoto, Historia. libro IV. 70.

“… en el amplio espacio que queda libre en la cámara funeraria, entierran a una de sus concubinas —a la que previamente han estrangulado—, y, asimismo, a su copero, a un cocinero,… y copas de oro (pues la plata y el cobre no los utilizan para nada).” Heródoto, Historia, libro IV. 71, 4.

“Los principales jefes de los escitas lo siguieron y el boristenita los hizo subir en secreto a una torre, donde los dejó apostados. Y cuando Escilas pasó por allí con el cortejo báquico y lo vieron presa del delirio divino, los escitas sintieron una enorme desazón…” Heródoto, Historia, libro IV. 79, 5.

Según los escitas es inadmisible reconocer por tal a un dios que impulsa a los hombres a la locura. La misma opinión, aunque referida sólo al vino, es mantenida por los maságetas, por ser como los escitas, habituales consumidores de leche. Pero a esta aparente sobriedad de los escitas (en su país no había viñedos), se opone su afición por el vino (en Grecia, escitas y tracios tenían fama de borrachos). Heródoto, Historia, libro IV. 79, 3. Nota 323.

“… el país de los mencionados gindanes lo ocupan los lotófagos, que viven alimentándose únicamente del fruto del loto. El fruto del loto es, aproximadamente, del tamaño del fruto del lentisco, pero, por su dulzura, se asemeja a los dátiles. Con dicho fruto los lotófagos también hacen vino.” Heródoto, Historia, libro IV. 177.

Termino esta selección con una cita de Esopo:

Esopo le dijo a Janto:  “—Dioniso, cuando descubrió el vino, hizo la mezcla en tres tazas y enseñó a los hombres cómo hay que servirse de la bebida: primero, por placer; segundo por alegría, y tercero, por pena. Por lo cual, amo, bebiendo la taza del placer y la de la alegría, deja la de las penas a los jóvenes, puesto que tienes auditorios en los que lo has demostrado.” Vida de Esopo, 68.