A siete días de los comicios —el domingo 7 de noviembre—, el pueblo de Nicaragua y un gran número de observadores extranjeros no tienen ninguna duda que la pareja de mandatarios nacionales, el ex líder de la Revolución Sandinista —en contra de la dictadura militar de Anastasio Somoza— que obtuvo el triunfo en 1979 (hace 42 años), José Daniel Ortega Saavedra (actual presidente) y su esposa, la vicepresidenta Rosario María Murillo Zambrana, harán hasta lo imposible para lograr la reelección del mandatario, por tercera ocasión (cinco años más) desde su regreso al poder en 2007. El problema para la pareja Ortega-Murillo es que tal y como se ha desarrollado el proceso electoral, los comicios no solo están deslegitimados de antemano sino que no contarán con el reconocimiento internacional, excepto el de los gobiernos del llamado eje bolivariano del que Nicaragua forma parte —Bolivia, Cuba, Venezuela— y hasta uno que otro norteado, como puede ser el régimen “juarista” de la Cuarta Transformación (4T) de México: “El respeto al derecho ajeno es la paz “ cuando le conviene.
La extravagante dupla gobernante en Nicaragua, es por segunda ocasión la fórmula presidencial de la alianza “Nicaragua triunfa” del gobernante Frente Sandinista (FSLN, izquierda), lo que mantendría a Murillo, de 70 años de edad, como la primera sucesora del mandatario socialista. Desde 2007, cuando Daniel retornó al poder tras coordinar una Junta de Gobierno de 1979 a 1984 y presidir por primera vez el país de 1985 a l990, Murillo ha sido su única portavoz y desde 2017 su vicepresidenta. Es la voz, el rostro visible y operativo del gobierno. Acompaña al presidente, de casi 76 años de edad, en todas sus apariciones públicas y se sabe que ningún funcionario mueve un dedo sin su autorización. La mayoría le tiene pavor. En 2005 la pareja contrajo matrimonio eclesial. Su vivencia familiar se ha desarrollado en medio de escándalos íntimos de los que aquí no daremos cuenta. Llega al abuso paterno.
El jueves 21 del mes en curso, a dos semanas de los comicios, la policía nacional nicaragüense informó que fueron detenidos los empresarios Michel Healy y Álvaro Vargas, acusados de lavado de dinero, bienes y activos, con lo que creció a 39 la lista de opositores arrestados. Se le acusa también de “realizar actos que menoscaban la independencia, la soberanía y la autodeterminación, incitar a la injerencia extranjera en los asuntos internos, pedir intervenciones militares, organizarse con financiamiento de potencias para ejecutar actos de terrorismo” y de “proponer y gestionar bloqueos económicos, comerciales y de operaciones financieras en contra del país y sus instituciones, así como demandar, exigir y aplaudir la imposición de sanciones contra el Estado”.
Michel Healy, presidente del Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP), fue capturado por la mañana del jueves al salir de una entrevista que fue aplazada en el Ministerio Público de Managua, aunque la noche anterior de densa de agentes policiacos cercaron su domicilio. Y Álvaro Vargas, vicepresidente deL mismo consejo fue arrestado en su casa poco antes de acudir al Ministerio Público de la capital nicaragüense. Los dos empresarios son militantes de Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, coalición opositora que ha sufrido la detención de sus miembros. La COSEP exigió en Euán comunicado: “Estas acciones violentan los derechos individuales establecidos en la Constitución Política y los derechos humanos reconocidos por los tratados internacionales suscritos por Nicaragua. El país necesita paz y estabilidad. Exigimos su liberación”.
La Federación de Cámaras y Asociaciones Industriales de Centroamérica y República Dominicana (FECAICA), con más de 7,200 empresas de la región, por su parte exigió también la inmediata liberación de los directivos y consideró las detenciones un “ataque directo” contra el gremio empresarial.
La detención de los empresarios nicaragüenses se dio un día después de que el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) exigiera la liberación “inmediata” de los aspirantes a candidatos presidenciales y los presos políticos en Nicaragua, faltando 17 días para las elecciones.
Con estas detenciones la lista de opositores al gobierno de Ortega se elevó a 39 privados de su libertad desde finales de mayo pasado, entre los que se cuentan siete aspirantes a la presidencia, políticos, líderes estudiantiles, profesionistas y ex guerrilleros. Todos han sido acusados de “traición a la patria”, “terrorismo” y “lavado de dinero”.
La persecución política desatada por Ortega-Murillo en contra de personajes de la oposición es materia de infinidad de reportajes y crónicas periodísticas. Caso caso es importante. Por ejemplo, el edel escritor Sergio Ramírez Mercado (Masatepe, Nicaragua, 5 de agosto de 1942), es particularmente ilustrativo de lo que sucede en el infortunado país centroamericano. El ganador del Premio Cervantes y del de novela Alfaguara, hace varias décadas fue compañero de lucha sandinista contra la dictadura de los Somoza, incluso fue vicepresidente del gobierno revolucionario, de 1985 a 1990. Después rompió con Ortega cuando este le tomó gusto al poder. Hace poco más de dos meses se giró orden de aprehensión en su contra, amén de que su más reciente novela —Tongolele no sabía bailar— no pudo ser distribuida en Nicaragua. Por esto y más, Ramírez fue expulsado de su patria.
Días pasados, en Madrid, donde ya fincó su residencia en el exilio, Ramírez recibió en la capital española la medalla Círculo de Bellas Artes, en los momentos que España lo acoge en su forzado destierro. Al agradecer la distinción, el veterano luchador antisomocista, en compañía de su inseparable esposa, Tulita, pronunció un vibrante discurso en el que afirmó: “La literatura es un oficio peligroso cuando se enfrenta a las desmesuras del poder, a las tiranías que nunca dejan de sentirse amenazadas por las palabras. El poder, visto de esta manera, como una anomalía recurrente del destino democrático de América Latina, y que se ejerce con crueldades y excesos, tiene rostro de piedra y es contrario a la tolerancias y las verdades, y a la invención y al humor y a la risa, que son cualidades cervantinas”.
También te puede interesar leer
Saab Morán extraditado a EUA, un incondicional de Nicolás Maduro
Ramírez, autor también del libro de Memorias, Adiós muchachos (1999), habló en Madrid con su condición de exiliado: “Habló delante de ustedes como un escritor forzando al exilio y bajo una orden de prisión arbitraria. La misma que ha caído sobre la cabeza de más de 150 de mis compatriotas presos por pensar diferente, por disentir, por hacer valer su derecho de opinar, por creer en la democracia y por defenderla. A mí, además de todo esto, se me ha enjuiciado por mis palabras, por el hecho de escribir, por mostrar la realidad de un país sometido a la violencia de la tiranía y por imaginar. Por crear. La invención también tiene un precio porque a los ojos del poder absoluto la novela subversiva”.
Rememorando al poeta latino Publio Ovidio Nasón, conocido mejor como Ovidio —posiblemente el primer escritor exiliado de la historia, enviado a lo más inhóspito del Imperio Romano por el emperador Augusto—, el autor nicaragüense citó palabras del clásico que un día escribió: “Prefer et obdura, dolor hic tibi proderit olim (Se paciente y duro, este dolor te va servir un día). Ramírez recordó un texto ad hoy de Ovidio: “Cuando a un escritor se le envía al exilio, la pretensión es convertirlo en un extraño de su propia tierra, de su propia vida, de sus propios recuerdos; como la nave podrida que es devorada por la invisible carcoma, como los acantilados socavados por el agua marina, como el hierro abandonado, atacado por la mordaza y como el libro archivado, devorado por la polilla”.
Sabedor de su condición de exiliado —aunque cuente con pasaporte español, además del nicaragüense—, Sergio Ramírez aceptó con humildad su nueva condición migratoria: “Pertenezco a esa larga tradición de quienes pagan un precio por sus palabras. Dos veces bajo orden de prisión y dos veces obligado al exilio, primero en mi juventud por una dictadura familiar y tantos años después por otra dictadura familiar. La historia mordiéndose siempre la cola en un país desvalido, hermoso y trágico a la vez. Pero hay algo de lo que nadie podrá exiliarme, ni el más tirano de los poderes, hay es de mi propia lengua. Porque mi lengua es describir realidades, de crear mundos imaginarios, de inventar universos nuevos, en una lengua que no conoce fronteras”.
Esa lengua en la que algunos aprendices de “tiranos democráticos” tratan de desprestigiar exigiendo que unos reyes que ya no existen pidan perdón por lo que hicieron sus antepasados. De que los hay, los hay. Como las meigas, de que existen, existen.
En fin, Ramírez expresó sus temores por lo que suceda más tarde en Nicaragua: “Nicaragua es un país más pequeño que la Hungría de Sándor Márai o lo que fue la antigua Checoslovaquia de Milán Kundera; por eso me intriga y me aterra esa posibilidad de que nadie pudiera oírme más allá de mis fronteras. O la de quedarme alguna vez sin lengua. El limbo de las palabras o su infierno. Pero yo, con mi lengua, recorro todo un continente, atravieso el mar, y siempre me estarán escuchando. Y si mis libros están prohibidos en Nicaragua, las veredas clandestinas de las redes sociales hacen que lleguen a miles de lectores, igual que pasaba antes con los libros inscritos en las listas negras de la Inquisición, que atravesaban de contrabando las fronteras a lomo de mula o burlando las aduanas escondidos en barriles de vino, de frutos secos o de tocino. Por eso es que las palabras se vuelven tan temibles, porque tienen filo, porque desafían, porque no se les puede someter, porque son la expresión misma de la libertad”.
En suma, una de las más recientes encuestas de CID-Gallup asegura —si las encuestas alguna vez pueden asegurar algo—, que si las elecciones en Nicaragua ya se hubieran llevado a cabo entre Daniel Ortega y algunos de los siete aspirantes que está en la cárcel apresados por la dictadura del ex guerrillero sandinista, Ortega y su pareja solo obtendría un 19% de los votos frente a un 65% opositor, mientras otro 16% de los consultados se mostraron indecisos. Estos resultados ponen en claro un evidente desplome del candidato oficialista y su fórmula, Rosario Murillo. La pareja presidencial, que pretende perpetuarse en el poder en unos comicios sin competencia, tenía unos días antes del sufragio una intención de voto a la baja.
Con la aprehensión de todos los aspirantes presidenciales y otros dos en el exilio, la competencia fue liquidada y en el momento de escribir este reportaje, a siete días de los comicios, los aspirantes de la oposición enfrentan juicios por supuestos delitos de “traición a la patria”, “conspiración” y “lavado de dinero”. Y, pese a que la propia dupla Ortega-Murillo asegura que los siete presos políticos no son candidatos presidenciales y, en cambio, los tilda de “criminales que atentan contra el país”, la encuesta CID-Gallup expone que el “candidato opositor” aumentó 26 puntos desde mayo, cuando se publicó la última encuesta de la firma. En contraste, Ortega perdió 14 puntos porcentuales. Y el número de indecisos se redujo de 33% a 16%. La simpatía por el Frente Sandinista de Liberación Nacional está en su nivel más bajo de su historia: apenas un 8% de los nicaragüenses simpatiza con Ortega.
En fin, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) calcula en 328 muertos, tres desaparecidos, 150 encarcelados y 88,000 exiliados desde que en abril de 2018 se organizaron masivas protestas contra el gobierno de Ortega. Y, María Asunción Moreno, abogada, experta en derechos humanos y ex precandidata a las elecciones presidenciales del 7 de noviembre del presente año por la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, declaró al periódico español La Razón: “Esta farsa no es un proceso electoral. No hay por quién votar, no hay a quien elegir. Va a haber unas votaciones dentro de un proceso viciado en que el juez fue nombrado y electo por el régimen. Sin las mínimas garantías, sin observación internacional, sin opositores democráticos. No hay oposición en la boleta de candidatos. Hay un mecanismo que ha diseñado el régimen Ortega-Murillo para asignarse una mayoría parlamentaria, seguir implantando un modelo totalitario y conceder unos escaños a los partidos colaboracionistas que sí se presentan. La gente no va a ir a votar. No va a participar de la farsa. Sólo los funcionarios públicos obligados por el régimen”.
¡Pobre Nicaragua! Lo que suceda el 7 de noviembre será histórico para el país centroamericano. VALE.
