Por Lucía Corona Gómez y Mtro. Fernando Octavio Hernández Sánchez

En los años recientes, se han registrado incendios descomunales en algunas partes del mundo mientras en otras ocurren inundaciones devastadoras. Además, Groenlandia se deshiela y la Antártida pierde sus glaciares entre temperaturas cada vez más elevadas y un clima mundial inescrutable. Lamentablemente, nos hemos acostumbrado a presenciar tales escenas con indiferencia, aunque las alarmas se multiplican: Hace dos meses, la ONU advirtió que la Humanidad se encuentra en un momento crítico pues los efectos del calentamiento global podrían ser irreversibles y suponer un riesgo para la continuidad de la vida en este planeta. Con el confinamiento provocado por la contingencia sanitaria, los niveles de gases contaminantes presentes en la atmósfera disminuyeron pero la actual reactivación de las actividades económicas está propiciando otra vez el incremento de la temperatura en todo el mundo.  En este escenario, es tiempo de que todos cobremos conciencia sobre la gravedad del deterioro ambiental y asumamos un compromiso al respecto, pues urge reconocer que todas las actividades humanas tienen un impacto sobre el medio ambiente.

En este sentido, debemos preguntarnos también cuál es el impacto de las actividades de esparcimiento, comunicación y consumo que se han vuelto tan habituales desde que nos vimos obligados a permanecer en casa, pues actos aparentemente inocuos como cargar nuestro teléfono celular, ver alguna serie de streaming o utilizar alguna aplicación para adquirir en forma remota un bien o servicio también demandan energía eléctrica y ello supone una presión adicional sobre el ambiente si consideramos la cantidad de usuarios que demandan tales funciones en la actualidad.

La internet, ese sistema de intercambio de información instalado en la mayoría de los dispositivos electrónicos inteligentes del mundo, se ha vuelto una herramienta indispensable de nuestros tiempos, pues posibilita la adquisición y/o generación de conocimientos de todo tipo, además de ser un medio de comunicación masivo e instantáneo, donde además ya es muy fácil realizar todo tipo de intercambios comerciales.

Todos los días, a todas horas, millones de personas se conectan al ciberespacio con el fin de comunicarse, o bien enterarse sobre los sucesos que ocurren alrededor del mundo, lo cual ha multiplicado la demanda de energía.  A principios de 2020, Hootsuite estimó que en el mundo existen 5,200 millones de personas que cuentan con un teléfono celular; 4,660 millones tienen acceso a la internet (promediando 7 horas diarias de actividades en línea) y 4,200 millones son usuarios activos de redes sociales, las cuales han triplicado su comunidad de participantes en la última década.

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Con tal cantidad de usuarios, la internet genera también una gran contaminación por la cantidad de energía que se requiere para mantenerla en operación. Al ser una tecnología cuya infraestructura ha sido diseñada para no ser vista, suele creerse que el uso de la internet es una actividad limpia, segura y de impacto relativamente bajo en el medio ambiente.

Sin embargo, esta noción es falsa: para que la internet pueda existir, se requiere una gran cantidad de electricidad para abastecer los requerimientos de centenares de centros de datos distribuidos en varias partes del mundo donde se almacena toda la información que se encuentra disponible en la web, lo cual supone una presión considerable para el medio ambiente.  Ahora bien, para acceder a la internet cada usuario requiere una computadora o teléfono inteligente, dispositivos cuya producción también representa una fuerte carga para el medio ambiente por la gran cantidad de materiales y minerales empleados en su fabricación, a lo cual debemos agregar también el impacto de los desechos electrónicos cuyo volumen y nocividad suponen un desafío más de nuestros tiempos.

Por todo ello, es indispensable que nos preguntemos seriamente cuál es el impacto de las actividades que realizamos en la red. En 2010, Greenpeace lanzó la campaña clickclean.org para promover el uso de energías limpias entre los grandes proveedores de contenidos en la internet, logrando que empresas como Facebook, Google o Apple incorporaran tales energías como la fuente de soporte para sus operaciones pero muchas empresas aún no han contraído ese tipo de compromisos.

Es hora de que todos asumamos el compromiso de reducir nuestra estela contaminante sobre el planeta, ya sea reciclando objetos, promoviendo la adquisición de calentadores solares, reduciendo nuestro consumo de plásticos y también preguntándonos: ¿realmente necesito pasar tanto tiempo en mis redes sociales o emplear mis horas de navegación en la red para atender asuntos pueriles?

Los autores: Lucía Corona Gómez es egresada de la Licenciatura en Relaciones Internacionales por la Universidad Anáhuac México. Fernando Octavio Hernández Sánchez es coordinador académico en la Facultad de Estudios Globales de la Universidad Anáhuac México.