En tres años, López Obrador ha intentado cinco veces poner las bases para reelegirse o prolongar su mandato.

Primero, instruyó al gobernador de Baja California, Jaime Bonilla, experimentar si podía ampliar su mandato de dos a cinco años. Después, envió una reforma al Senado para que el presidente de la Corte se quedara dos años más. El 6 de junio de 2021 pretendió ganar la Cámara de Diputados para redactar una Constitución reeleccionista. Luego, pidió a sus legisladores diseñar una reforma electoral para controlar al INE. En abril, habrá una consulta de revocación con la que buscará ratificarse y ahora envía un “buscapiés” para convertir el sexenio en cuatrienio.

De entrada, no suena mal reducir el periodo presidencial, pero la propuesta resulta sospechosa en la actual coyuntura política. En un escenario donde hay un autócrata obsesionado con la concentración de poder resulta extraño que haya interés por reducir el tiempo de su mandato. Aunque algunos aclaran que no habría reelección, la sugerencia nos lleva a recordar lo que sucedió en Venezuela y especialmente en Bolivia con Evo Morales, amigo, socio y asesor de López Obrador.

Evo Morales, al igual que el presidente mexicano, ganó la primera elección a la presidencia de su país con una alta votación. Legitimidad que utilizó para hacer una nueva Constitución donde se especifica que la reelección solo se admite una vez.

La presidencia de Evo Morales, como la de López, tuvo –como en toda comedia– varios actos. El primero fue someterse, sin necesidad, a un referéndum revocatorio, en el que consiguió ser ratificado gracias a la movilización que organizó su partido. Resultado –ojo– que le permitió obtener ventaja y ganar la presidencia para un segundo mandato.

Ya instalado en el segundo periodo presidencial, se le ocurrió que necesitaba volver a reelegirse, aunque la Constitución no se lo permitiera. Y para lograrlo ordenó a la Corte de Justicia dictar que el primer periodo presidencial “no contaba” porque en ese momento había otra Carta Magna. Esto le permitió a Morales, reelegirse por tercera vez.

Pero como al autócrata boliviano necesitaba ir por más, realizó en febrero de 2016 un referéndum para reformar el artículo que permite una sola reelección. Como los resultados de la consulta fueron a favor del “NO”, el Tribunal Constitucional –bajo su control– ordenó que Evo Morales volviera a postularse.

Pero ahí no termina la historia. Evo volvió a contender y como el resultado de las urnas no le favorecían mandó “tirar” el sistema electoral y se declaró ganador. Lo que sigue es conocido de sobra. Un ex mandatario a “salto de mata” protegido únicamente por algunos compinches tipo López Obrador.

Reformar la Constitución mexicana para quitar años al sexenio no es garantía –con Morena en el poder– de alcanzar mayor frescura democrática. Huele más a una treta para abrir las puertas a una reforma del Estado por la que podría filtrarse intentos reeleccionistas. Así como el presidente repite –a manera de jaculatoria– que no quiere reelegirse, intenta y seguirá intentando por distintas vías, alargar su mandato.

¡Ah!, y otra cosa. La propuesta de ir por un cuatrienio coincide con el adelanto de la competencia presidencial. No sería extraño que en sus delirios esté contemplado hacer lo que hizo su otro cómplice, Nicolás Maduro: adelantar las elecciones.

Veamos el cuadro completo: Se adelanta el destape de las “corcholatas” para dar la impresión de que hay juego democrático, se lleva a cabo la revocación de mandato con resultado positivos para AMLO, logra la reducción del sexenio, convoca a elecciones bajo el nuevo régimen constitucional y quien resulta ser el próximo candidato a la presidencia por tener alta aprobación es: ¡Andrés Manuel López Obrador!

Para fortuna de México todavía hay controles constitucionales e institucionales que impedirían un golpe de ese tamaño a la democracia. Al menos… por ahora.

@PagesBeatriz

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