La Atalanta (L’Atalante, Francia, 1934) de Jean Vigo (fecha y lugar de nacimiento: 26 de mayo de 1905, París, Francia- fecha y lugar de muerte: 8 de octubre de 1934, París, Francia).
La corta vida de Jean Vigo permitió forjar sobre él, en el transcurso del tiempo, una especie de mitificación de su trabajo cinematográfico, no exento de anarquismo, con cierta dosis de crítica social amarga y sin grandes esperanzas, si nos atenemos a lo que se ha dicho y leído de sus tres películas cortas que alcanzó a realizar: A propos de Nice (Francia, 1930), Taris, roi de l’eau (Francia, 1931) y Zero de conduite (Francia, 1932), la más conocida. L’Atalante, su único largometraje, es un canto al amor, dotado de gran fuerza emocional (las imágenes de los dos amantes separados y que se debaten solos en su lecho el uno pensando en ella y la una pensando en él, los dos sin poder dormir por el deseo de tenerse) y que apenas hace unos cuantos años fue montado y restaurado, siguiendo la idea original del realizador, nos transporta hacia un lirismo insólito, debido a la creatividad de un auténtico poeta de las imágenes y que, pese a sus desigualdades de tono, a veces realista, a veces surrealista, a veces humorista, a veces melancólico, a veces cruel, a veces romántico (es una historia de amor tan rápida como un viaje por el Sena), nos da la idea de que se trata de una película en la que predomina la poética maldita.
Cima gemela: fuego camina conmigo (Twin Peaks: Fire Walk Whit Me, Estados Unidos, 1992) de David Lynch (nacido el 20 de enero de 1946, en Missoulan, Montana, Estados Unidos).
Película, de 135 minutos de duración, secuela de una serie de televisión, compuesta por un piloto y 29 episodios, de los cuales David Lynch dirigió el piloto y el tercer episodio de la primera temporada, los episodios primero, segundo, séptimo y final de la segunda temporada, es una narración de los últimos siete días de la vida y muerte de Laura Palmer (Sheryl Lee). Thriller que contiene todo el universo lynchniano, compuesto de imágenes dadaístas y surrealistas, acompañadas de un tema musical enigmático y pegajoso. Se puede decir que el universo creado por Lynch (drama, tragedia, misterio y horror expresionista) tiene la influencia de sus admirados Jacques Tatí, Ingmar Bergman, Werner Herzog, Stanley Kubrick, Federico Fellini, Luis Buñuel y Roman Polanski, si de realizadores cinematográficos de trata.
Pero, su universo va más allá al convertir sus obsesiones y traumas sublimados en sueños de pesadilla, con imágenes grotescas, sacadas de su imaginación metafísica, dándole la categoría de autor completo (incluso actúa en el papel de Gordon Cole) que recurre a lo increíble, inspirado en literatos como Kafka y Bacon y, por supuesto, Robert Henri (The art spirit).
Tierras malas (Badlands, Estados Unidos, 1973) de Terrence Malick (nacido el 30 de noviembre de 1943, en Waco, Texas, Estados Unidos).
Voy a suponer que no he visto Tierras malas y que ya he visto Días del cielo (Days of Heaven, Estados Unidos, 1978), del propio Terrence Malick, como ocurrió hace muchos años (Cine Manacar), película que cuenta la historia de dos amantes malditos que recorren, huyendo, lugares romantizados de paisajes de Norteamárica, mitificada por la fotografía de Néstor Almendros, bajo las órdenes de Terrence Malick, provocando tragedia y desolación. Ahora que la veo, caigo en la cuenta que fue el primer trabajo de Terrence Malick en el que expuso la historia de dos amantes malditos que también recorren, huyendo, lugares no tan romantizados de paisajes de Norteamérica. Lo cierto es que ya la pude ver, después de haber visto, en su momento, El árbol de la vida (The Tree of Life, Estados Unidos, 2011) y Deberás amar (To The Wonder, Estados Unidos, 2012), del propio Terrence Malick, fotografiadas por Emmanuel Lubezki, y caigo en la cuenta de que se cocinaba un autor-realizador, filósofo-panteísta en potencia, como es actualmente Terence Malick. Sus exposiciones sobre la tragedia social humana, en situaciones límite, siempre son enmarcadas por el acontecer natural, a manera de devenir eterno indiferente.
El árbol de la vida (The Tree of Life, Estados Unidos, 2011) de Terrence Malick, con Brad Pitt, Sean Penn y Jessica Chastain.
Pertenece a la línea de películas fantásticas que atrapan de principio a fin, por su tratamiento metafísico y místico, del devenir del universo y de la evolución de la tierra, incluida una escena de dinosaurios y su relación con el sentimiento humano de la pérdida de un ser querido y su encuentro en una especie de limbo reconciliatorio. Su belleza visual, combinada con el lirismo trágico y la atmósfera subjetiva, inspirada en el filósofo Martin Heidegger (Malick estudió filosofía en Harvard), fundador y representante del existencialismo, autor del libro El ser y el tiempo, hacen de la película un admirable ejercicio poético autobiográfico, propio de un autor cinematográfico de gran personalidad dentro del actual cine norteamericano.
Recientemente, pude ver Una vida oculta (A Hidden Life, Estados Unidos-Alemania, 2019), interesante propuesta de convicción ideológica (el personaje principal, Franz Jägerstätter, interpretado por August Diehel, se niega a participar como soldado en favor de los nazis, por lo que es encarcelado y ejecutado, considerado, después, beato y mártir, por la Iglesia Católica) y fidelidad amorosa de su mujer, en la que Malick lleva a la perfección su particular narrativa visual, con planos secuencia larguísimos, manteniendo la constante presencia de la naturaleza, como testigo mudo del sufrimiento humano.
Seguimos esperando el estreno, en la pantalla grande (se puede adquirir en otros formatos), de su anterior largometraje Voyage of Time: Life’s Journey (Estados Unidos, 2016) que, según Bill Pohlad, productor de El árbol de la vida, es un documental sobre el Universo y la Naturaleza. Estudio del nacimiento y muerte del Universo conocido, en el que Malick trabajó por más de 40 años, descrito por el propio Malick como “uno de sus grandes sueños”.


