Entrevista con Antonio Lazcano, biólogo evolutivo y miembro del Colegio Nacional

El 14 de mayo de 2021, mediante un boletín, el gobierno de la CDMX informó que “de acuerdo con un estudio realizado en la Ciudad de México que analizó la administración de ivermectina a través del kit médico que se otorga a personas positivas a COVID-19 se identificó como principal resultado una reducción de entre 52 por ciento y 76 por ciento en la probabilidad de ser hospitalizados respecto a personas idénticas —con mismos síntomas, edad, sexo y comorbilidades— que no recibieron dicho kit”.

El problema con este “estudio” es que desde junio de 2020 el subscretario de Salud, Hugo López Gatell, alertó que no se recomendaba el uso de ivermectina para tratar la Covid-19, incluso con base en un informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

¿Por qué el Gobierno de la Ciudad de México desoyó estas advertencias y con la Agencia de Innovación Digital y la Secretaría de Salud local organizó el llamado estudio para analizar el efecto de la ivermectina?

De acuerdo a una investigación que realizó Siemrpe, la Organización Panamericana de la Salud el 22 de junio de 2020 alertaba que luego de una investigación, “esta revisión concluyó que los estudios sobre ivermectina tenían un alto riesgo de sesgo, muy poca certeza de evidencia y la existente es insuficiente para llegar a una conclusión sobre sus beneficios y sus daños”.

El Centro de Control de Enfermedades Estados Unidos (CDC por sus siglas en inglés) advertía el 26 de agosto de 2021 de “los efectos adversos asociados con el uso indebido de ivermectina” y que “el Panel de Pautas de Tratamiento COVID-19 de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) también ha determinado que actualmente no hay datos suficientes para recomendar la ivermectina para el tratamiento de COVID-19”.

El 22 de marzo de 2021, la Agencia Europea de Medicina (EMA por sus siglas en inglés) daba a conocer que “los medicamentos con ivermectina no están autorizados para su uso en COVID-19 en la UE”, así como que “la evidencia actualmente disponible no es suficiente para apoyar el uso de ivermectina en COVID-19 fuera de los ensayos clínicos”.

Pero esta información no impidió que en la capital del país se siguiera adelante con el “estudio”.

“El titular de la Agencia Digital de Innovación Pública (ADIP), José Antonio Peña Merino, (de acuerdo al boletín citado) explicó que a través de más de 220 mil observaciones en personas que recibieron y no recibieron el kit médico con ivermectina y el ácido acetilsalicílico se detectó una reducción en la probabilidad de ser hospitalizado en un rango del 52 al 72 por ciento para quien sí recibió el kit con los medicamentos. Dicho análisis puede ser consultado en el sitio https://osf.io/preprints/socarxiv/r93g4/”.

Y precisamente por la publicación de “dicho análisis” se desató el escándalo, pues Philip N. Cohen, director de SocArXiv, daría a conocer el pasado 4 de febrero que “dependiendo de la crítica que prefiera, el documento es de muy mala calidad o deliberadamente falso y engañoso”.

PolitiFact, uno de los organismos que señaló los errores del documento, señaló: “No se encontraron datos creíbles que mostraran una relación causal entre la administración de ivermectina y su efecto general sobre la tasa de exceso de mortalidad por COVID-19 en México”.

Pero para el principal autor del documento, José Merino, el director de SocArXiv es “poco ético, colonialista y autoritario que en ausencia de un argumento serio …debido a las divisiones actuales en tu propio país” haya retidado el paper, aunque reconoce que “el punto principal que plantea es que el documento tiene problemas metodológicos dado que no fue un experimento en el que el tratamiento se distribuyó al azar. Fue un estudio observacional. Tienes razón aquí y lo dejamos claro desde el principio”.

Tras darse a conocer la salida del texto de la plataforma de SocArXiv, la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum Pardo, respaldó al director de la Agencia de Innovación Digital y coautor del estudio bajo el argumento de que se trata de una campaña de desprestigio y de que el “partido conservador” está detrás de esto, pues le tienen envidia por sus logros en conectividad.

Igualmente, en la conferencia de prensa en Palacio Nacional del pasado 8 de febrero, el propio Hugo López Gatell, a pregunta expresa sobre el tema, aclaró que en “agosto de 2021 …explícitamente recomendamos no utilizar ivermectina porque en ese momento ya había un cúmulo importante de evidencia científica a nivel mundial que permitía identificar que no había muestras de utilidad suficiente”, además de negar que haya sido un experimento y que no se haya tenido el consentimiento para esta acción, pero para el presidente López Obrador “hay toda una campaña ¿no? de ataques al gobierno por parte del bloque conservador y de sus voceros”.

Así se resume esta historia de un estudio que culminó en escándalo y una respuesta oficial que replica los mismos cliches de ocasiones anteriores, pero para tener una visión más imparcial Siempre entrevistó al científico Antonio Lazcano para conocer su punto de vista acerca de este tema.

Antonio Lazcano

¿Qué opinión le merece lo sucedido con el estudio en la Ciudad de México para dar ivermectina a los pacientes de la Covid-19?

Es un ejemplo de los palos de ciego que dan distintas instancias gubernamentales, tanto a nivel de la Ciudad como federal respecto al manejo de la pandemia y lo pondría abiertamente en términos de que es un ejemplo más del fracaso terrible con el que se ha manejado la crisis sanitaria.

Lo primero que hay que decir desde el punto de vista estrictamente científico, no médico, uno no anda repartiendo antibioticos al azar; una de las escusas que han dado para repartir la ivermectina es que hay muchos médicos la han usado, algunos seguramente la siguen usando y que en otros países se ha usado, a pesar de que sabemos que no tiene ningún efecto real en contra de la enfermedad, ni a nivel individual ni en la población para controlar una epidemia, pero aquí se ha omitido un punto que es absolutamente esencial: una cosa es que uno reciba un medicamento como la ivermectina bajo la supervisión del médico que la recete, y otra cosa es que se reparta a la población en general. Uno de los grandes problemas que estamos enfrentando a nivel mundial desde hace tiempo, lo han señalado muchísimas sociedades médicas y científicas, la Organización Mundial de la Salud, el pleno de las Naciones Unidas, es la resistencia a los ambióticos y cuando se reparte uno sin control, como ocurrió en este caso, es que se está corriendo el riesgo de que se dé la resistencia, tanto para ivermectina como para otros compuestos, es un error garrafal y sorprende que autoridades del aparato médico, como la secretaria de Salud de la CDMX, hayan avalado eso, por una parte; por otra, todos los que estamos en el mundo científico sabemos que uno tiene que aclarar si hay conflicto de interés, aquí el documento que escribieron José Merino y sus colaboradores es uno que no dice que no tienen un conflicto de interés, son cosas que se toman con mucha seriedad por las revistas y la comunidad científica.

También, es cierto que digan lo que digan, no le pidieron la autorización a las 200 mil personas a las que se les repartió la medicina, ahora sabemos –aunque traten de justificarse diciendo que hubo un monitoreo y seguimiento, por parte de Locatel, me parece–, hubo gente que recibieron la caja de medicina, pero nunca recibieron una llamada, ahí hay un desorden absoluto, y un punto adicional que quiero mencionar, y es que uno de los coautores ya se deslindó del documento, esto es una demostración de la incapacidad al interior de ese grupo para controlar los estándares académicos y científicos y para que haya consenso.

Es raro que una plataforma como la que usaron para dar a conocer el documento, lo baje con el argumento de que es información que se puede prestar a confusiones con consecuencias graves.

 

Mucha gente que no es especialista, se preguntan por qué la ivermectina no se debe recetar para la Covid-19, qué nos purde decir de esto.

Es que no funciona como un antiviral, se descubrió desde hace 50 años, se vio que era un dermifugo, se vio que servía para algunas infecciones y se ha utilizado en la veterinaria sin ningún problema, pero bajo control de especialistas.

Cuando estabamos desesperados en la primavera del 2020, a meses de iniciar la pandemia, un grupo de especialistas australianos la probó en laboratorio, vieron que tenía efectos antivirales, pero ellos mismos dijeron que era en condiciones de laboratorio y que las cantidades necesarias para atacar al virus eran tan elevadas que pondrían en riesgo a los pacientes humanos.

Con la variante delta, la gente volvió los ojos a la ivermectina y se llegó a la misma conclusión, no funciona en pacientes humanos.

Incluso, López Gatell escribió en un tuit en el que aclaró que no se debería usar porque no era adecuado, aunque ahora dice que esa información se dio más tarde porque hay un proceso de protección entre los funcionarios que alcanza su culminación con la afirmación del presidente, muy desgastada y sin ningún valor real, que es algo de la reacción y del neoliberalismo.

Si el presidente nos quiere llamar neoliberales por advertir de los riesgos de una sustancia creando falsas expectstivas y repartiendo antibióticos sin ton ni son, entonces que nos diga lo que quiera, pero la responsabilidad ahí está de las autoridades de la Ciudad, y Sheinbaun, que se maneja como científica, no se puede rodear de colaboradores que tengan los estándares científicos que ella presume.

Pepe Merino

En el ámbito ético, ¿qué pasa cuando se combinan un politológo y una doctora que crean una política pública en la que parece que la ética es prescindible?

Lo es para ellos, pero no para la comunidad médica ni para la científica. La regla ética para repartir una sustancia, con población humana o con animales es complicadísima, como debe ser, se le tiene que informar a pacientes o familiares de que se trata, cuando hay riesgo se tiene que ser claro en que la institución se va a hacer cargo y puedo citar una ejemplo reciente que es notable: alrededor de 40 personas se ofrecieron como voluntarios para que se les aplicara un líquido en la nariz que tenía el virus, para conocer cual era la dosis mínima para ser infectado, igual cuando se anunciaron las vacunas muchos se ofrecieron, pero saben que van a tener el apoyo.

Aquí a la gente se le dio una sustancia sin decirle que estaba en juego su eficacia, además de que hay un aspecto de clase social que ha estado fuera de la discusión y no es trivial, se le dio la sustancia a un sector desprotegido de la sociedad, algo inadmisible desde el punto de vista ético.

 

En esta épca de pandemia, hemos visto como se recomienda una gran cantidad de remedios, ¿en qué hemos fallado para que no se entienda este tipo de riesgos y es fácil que se comunique este tipo de creencias?

La primer responsabilidad descansa no en la ciencia, no en los médicos, no en los medios, sino en las personas que siendo figuras públicas con presencia y poder político, como la ex secretaria de Gobernación Olga Sánchez Cordero, que deberían tener perfectamente clara la responsabilidad de sus acciones, que va a tener una repercusión enorme.

Una figura pública, sea una futbolista o un diputado, deben tener mucho cuidado con las cosas que dicen en un contexto de crisis sanitaria como este, porque evidentemente sus acciones van a tener una repercusión enorme.

También hay que tener en cuenta la desesperación enorme ante una enfermedad nueva. Con una rapidez inaudita se tuvo el genoma del virus, identificaron al patógeno y se empezó a trabajar en medios y vacunas para tratar la enfermedad. Algunos con una eficacia enorme.

Las figuras públicas tenían la responsabilidad, pero hay factores que son distintos, la homeopatia, por ejemplo, en algunos sectores tiene una validación que no está justificada y esto lo deberían saber las personas.

@AReyesVigueras