En cualquier conflicto social, cultural, económico o bélico los alimentos son el factor que contribuye al fortalecimiento o declive. No hay sociedad que sobreviva el hambre. La FAO ha advertido desde el inicio de la conflagración en Europa sobre el incremento de la pobreza alimentaria en el mundo, que golpeará principalmente a los países con grandes importaciones agroalimentarias. Durante la pandemia por el COVID-19 nuestro país logró mantener la estabilidad social y económica porque no faltaron los alimentos gracias al desempeño y compromiso de mujeres y hombres del sector agropecuario que no se rindieron ni dejaron de producir pese al abandono y descobijo del gobierno federal. Sin embargo, el alza inflacionaria en precios de alimentos hoy se ha convertido en algo cotidiano para el bolsillo de miles de mexicanos.

No podemos obviar que, desde el inicio de este gobierno, el campo nunca fue su prioridad y mucho menos, la producción agroalimentaria. La indiferencia de la cuatroté ha transitado desde el desmantelamiento tanto de la estructura de la Secretaría de Agricultura (SADER) que irónicamente ya no tiene subsecretaría de Agricultura, hasta la casi desaparición de los programas de productividad y competitividad para trasladar su interés y recursos particularmente en su cuestionado y clientelar programa emblema “Sembrando Vida”, orientado a la siembra de árboles frutales y maderables.

Hoy, en plena crisis por la inflación que azota la economía nacional, visiblemente desesperado y sin estrategias, eso sí sin inmutarse y sin asomo de reconocer su desatino, el inquilino de Palacio Nacional exhortó a que precisamente sea el sector agroalimentario al que le toque “hacer Patria” y echarle ganas para producir más. ¡Lotería! Parece que López Obrador descubrió que el campo es lo que ha mantenido la paz social en México y el único sector que sigue siendo superavitario en la balanza comercial e importante captador de divisas y generador de empleo. Sin embargo, de manera contradictoria, anuncia que condonará el pago de aranceles a las importaciones de alimentos. ¿Será que castigar al productor nacional y apapachar al extranjero es hacer Patria? Que se lo demande la Nación.

En otra de sus “estrategias” para el campo, AMLO trata de vender el malogrado y opaco programa de entrega de fertilizantes gratuitos, como exitoso. ¡Qué mentira tan mayúscula! A inicios de abril prometió invertir 300 millones de dólares para producir fertilizantes, esto debido a que la urea que se importaba de Ucrania ha sufrido evidentemente un corte en la cadena de suministro. En nuestro país, Pemex podría ser el encargado natural de producir los agroquímicos, sin embargo, no cuenta con la infraestructura necesaria: tendría que rehabilitar 2 plantas, una de las cuales, Agronitrogenados –¿le suena el caso de corrupción de Emilio Lozoya?- sigue en el ojo del huracán por ser una chatarra sobrevendida. De acuerdo con los “otros datos” de Pemex, esa chatarra ya está “produciendo” pero no dicen qué… no hay datos oficiales ni en Pemex ni en la Secretaría de Energía. Mientras tanto el Presidente cree que con perifonear “Sin maíz no hay país” y prometiendo fertilizantes, ya hizo Patria.

Y en este contexto, si el anuncio presidencial sobre la “importación” de médicos cubanos ha causado indignación y cuestionamientos por todo lo que implica -entre otros por el desvío de recursos al gobierno de la isla y el trasfondo político que conlleva- el campo mexicano también está implicado en estas prebendas. Hace algunas semanas, pasó desapercibida la información de que autoridades cubanas habían estado en nuestro país para “certificar” y homologar algunas de nuestras plantas Tipo Inspección Federal (TIF), donde se procesan productos cárnicos bajo estrictos protocolos sanitarios. El presunto interés es que comenzarán a exportarse a la isla caribeña cárnicos bovinos, avículas y porcinos mexicanos. Y es que tan solo porcinos, la producción cubana reportó caídas de hasta 50 por ciento en su producción de los últimos meses.

Significativamente, la SADER nunca mencionó cómo se “homologarán” los protocolos mexicanos con los cubanos. ¿Por cierto, Cuba tiene protocolos sanitarios como los nuestros? Al tratarse de nichos comerciales, de intercambios económicos, el productor de cualquier país se esfuerza en el cumplimiento de las normas sanitarias porque de ello dependen sus ganancias e invierte en esquemas de sanidad e inocuidad para que su negocio sea redituable, no objeto de altruismo patriótico. En este escenario, ¿los nacionales contarán con el respaldo del gobierno mexicano ante posibles sanciones comerciales estadounidenses? Y sobre todo ¿cómo pagarán los cubanos la importación de carne mexicana? o es que las exportaciones cárnicas ¿también las subsidiará el gobierno mexicano? ¿con qué partida presupuestal? Todo resulta obsequioso y oscuro. Son muchas las interrogantes y los focos de alerta para los valientes productores que comercien con los cubanos. ¿Hacer Patria también incluirá que el productor nacional provea a otras naciones incluso poniendo en riesgo sus ganancias?

Durante las últimas semanas el sector agropecuario, el campo mexicano ha sido uno de los gritos de batalla de los candidatos de MORENA que buscan las gubernaturas este próximo 5 de junio. Prometen que van a rescatar al campo, que lo van a sacar del abandono de los gobiernos neoliberales. Duele escuchar como siguen queriendo sacar provecho de un sector tan noble al que todos los días le quiten y vulneran y que ahora le piden hacer Patria. Más allá de los motivos geopolíticos o ideológicos de López Obrador con Cuba y otros países de Centroamérica, queda claro que su ambición ya va más allá de ser Juárez, Madero o López Mateos: ahora ya se vio como José Martí o Bolívar. Está haciendo Patria como farol de la calle, dejando en oscuridad a los productores mexicanos.