El mismo las creó y él mismo las destruyó. AMLO devoró-como Saturno- a sus hijos políticos. Sus corcholatas no crecieron, coartó su libertad de expresión, su libertad política, quiso hacerlas su clon y las anuló.

Vivieron mientras no tenían a nadie enfrente. Al nacer el Frente Amplio y aparecer Xóchitl Gálvez, las corcholatas desaparecieron. Hoy el presidente ataca a Xóchitl para tratar de salvar a Sheinbaum.

En sus adentros, AMLO quisiera tener a una Xóchitl. La otra, la que hizo a su semejanza es un ser inanimado que no levanta. Ella, como el resto de las mujeres de la 4T son víctimas voluntarias de un macho tirano que las exige sumisión absoluta.

Les ha quitado iniciativa de lucha, las ha obligado a traicionar causas, principios progresistas y ellas, como Sheinbaum y todas las que forman parte de la 4T se han convertido en esclavas sumisas de un autócrata.

Hoy Xóchitl Gálvez y los demás aspirantes tienen un reto: “desobradorizar” el proceso. AMLO ha logrado apropiarse del guion y tomar ventaja. El Frente Amplio tiene que arrebatarle el discurso a López y obligarlo a explicar la podredumbre de su sexenio.

Después de que el Tribunal Electoral avaló el proceso del Frente opositor, lo que toca a sus integrantes es cuidarlo. Los partidos y organizaciones están obligadas a ser neutrales y los aspirantes a no bajarse ni declinar, hasta llegar a la meta.

Oportunistas, desesperados y simpatizantes embozados de la 4T, que se hacen pasar por aplaudidores de Xóchitl, exigen que Creel, Paredes, Rivas y De la Madrid declinen de inmediato a favor de la senadora.

Lo que buscan en realidad es descarrilar el proceso y desprestigiar un método inédito que está haciendo historia. Que llegó para quedarse por representar una revolución de participación ciudadana y democrática.

Nadie, además, tiene derecho a quitarle a la ciudadanía un derecho recién conquistado: poder elegir a su candidt@ a la presidencia, que mañana puede aplicarse a todos los cargos de elección popular.

Mientras doce jugadores del Frente Amplio compiten en plena libertad, sin bozal ni cadenas, cuatro corcholatas son arrastradas por la cuerda que su amo les ha puesto al cuello.

Mientras Beatriz, Enrique, Israel Rivas, Santiago y Xóchitl tienen un diálogo con la nación, las corcholatas hablan y arrojan incienso a su presidente. La diferencia es monumental y esa sola diferencia ha dejado a Morena fuera de la jugada.

López Obrador ya no tiene corcholata. No sabe qué hacer con sus cuatro “fantásticos”, aburridos, sin carisma, decepcionantes. El único recurso que le queda es utilizar la fuerza del Estado para destruir a los aspirantes del Frente, para ver si destruyendo gana.

Ahora paga el costo de ser lo que es. Ahora las “corcholatas” también son víctimas de su ADN autoritario y depredador. Se le ven ganas de desahuciarlas, de inventar a otra o a otro, pero al buscar descubre que ha destruido todo y a todos.

@PagesBeatriz

 

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