La desaparición de cinco jóvenes en Lagos de Moreno, Jalisco es más grave que el Ayotzinapa de Guerrero. Más grave porque en este caso el presidente en funciones eligió la burla y el desdén para enfrentar un acto de extrema brutalidad.

Dice López Obrador que no va a pedir disculpas porque no “oyó” la pregunta que le hacían los reporteros. El presidente sí la oyó, pero ya sabemos que nunca escucha lo que no quiere escuchar o no le conviene contestar.

Para muestra están los videos donde periodistas sentados en la primera fila de la “mañanera” le preguntan a gritos sobre la tragedia. La respuesta fue un “¡adiós, adiós ya vámonos a desayunar!” y luego vino el relato de un estúpido chiste.

Pero, aceptemos por un momento que no escuchó la pregunta. Un verdadero jefe de Estado no tendría estomago para irse a desayunar esa mañana. Habría citado al gabinete de seguridad para, de cara a nación, explicar lo que ahí sucedió y trasladarse a Lagos de Moreno para encabezar la investigación.

Ahora que tal vez estemos ante algo peor: un presidente que no entendió la importancia de la pregunta por estar desinformado. Al que se le oculta información para no ponerlo de malas o simplemente porque en Presidencia sólo se privilegia la información que sirva para atacar a los adversarios.

Lagos de Moreno marcará el final del sexenio de López Obrador y tal vez de todo su gobierno.  No sólo por tratarse de un crimen indescriptible sino por la indolencia cínica de un presidente que prefirió evadir su responsabilidad y salvar su ego a tomar decisiones contra los criminales.

La diferencia entre el Ayotzinapa de 2014 y este, es que en el caso de los 43 normalistas desaparecidos el gobierno federal reaccionó mal y tarde. Hoy, el primer mandatario de la nación no solo se “lava las manos” sino que mientras el padre de uno de los jóvenes graba un video para dar cuenta de su dolor y se niega a aceptar que su hijo pueda estar muerto y le pide que regrese, en Palacio Nacional ignoran la tragedia y prefieren contar chistes.

Un chiste que hoy es una invitación a que siga el crimen. Que deja en la indefensión a los jóvenes mexicanos más pobres, reclutados por el crimen organizado para convertirlos en sicarios y que nadie protege.

¿Qué significa ese “no oigo” de López Obrador? ¿Qué prefiere proteger a los cárteles? ¿Qué la vida de los mexicanos no le interesa? ¿Qué sólo le importa garantizar impunidad a los grupos criminales que apoyan electoralmente a su partido y con los que ya hay un acuerdo para ganar el 24?

Unas preguntas finales: ¿A qué clase de ser humano llevaron 30 millones de mexicanos a la Presidencia de la República? ¿Quién vive, realmente, en Palacio Nacional? ¿Quién gobierna el país? ¿En manos de quién estamos?

@PagesBeatriz

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