Las ominosas páginas de la historia del siglo XIX mexicano nos reflejan cómo las potencias, Estados Unidos y Francia, mutilaron nuestro territorio y ensangrentaron el país. Esto sólo se pudo realizar por la estúpida y absurda división de los mexicanos, propiciada por la lucha entre liberales y conservadores, donde el papel de la Iglesia católica fue verdaderamente desastroso. La Guerra de los Pasteles y las inverosímiles peticiones del banquero Heckel dieron pie a la Intervención Francesa, y la política equivocada y torpe de su Alteza Serenísima, Antonio López de Santa Anna, concluyeron en la dolorosa pérdida de más de la mitad del territorio nacional.

Hoy, nuevamente, nos encontramos frente a hechos de una diplomacia salvaje que amenaza a México; las declaraciones inusitadas y graves, que en las últimas semanas han abordado el tema de la injustificable violencia en México, nos deben poner en guardia, pues personajes de la talla de las secretarias Janet Napolitano y Hillary Clinton, así como el subsecretario del Ejército, Joseph Westphal y, del jefe de la inteligencia norteamericana, han expresado en diferentes foros su preocupación por la violencia en México.

Pero se han excedido al afirmar la absurda posibilidad —en voz de Napolitano—, de que los narcotraficantes mexicanos del grupo de los Zetas pudieran estar vinculados al grupo terrorista Al-Qaeda, y más aún, el segundo hombre en importancia en el ejército norteamericano llegó a suponer la perversa idea de que las fuerzas armadas de Estados Unido tuvieran que invadir México para combatir el crimen organizado.

Estas sucesivas afirmaciones son francamente inaceptables y preocupantes y ponen en entredicho la política solidaria con México que ha manifestado el presidente Barack Obama.


Por otro lado, el presidente Nicolas Sarkozy, de Francia, rompiendo todos los protocolos que debe seguir un jefe de Estado amigo, nos insulta y se atreve a proponer que el Año de México en Francia, fuese dedicado a una delincuente juzgada por los tribunales mexicanos, de nacionalidad francesa, la señora Florence Cassez.

Son insultantes, groseras y faltas de tacto estas propuestas y declaraciones; de acuerdo a nuestra Constitución, el artículo 39 establece que la soberanía reside esencialmente en el pueblo, y por su parte, el artículo 41 señala que son los órganos del Estado los poderes Ejecutivo, Legislativo y el Judicial son los únicos que pueden ejercer esta soberanía.

En el caso de la francesa Cassez, nada obliga a que pueda ser enviada a Francia, pues el tratado de Estrasburgo no ha sido ratificado ni tiene  efectos vinculatorios para México; por otro lado, debemos diferenciar la culpabilidad y el debido proceso. Al parecer, todos los elementos que obran en este proceso penal indican la plena responsabilidad de la sentenciada; en cuanto a las formalidades esenciales del proceso, establecido en el artículo 14 constitucional, el maestro Ignacio Burgoa deja claro que estas formalidades se fundamentan en dos paradigmas: uno, la notificación, y dos, el derecho de audiencia en la contestación de la demanda y en el periodo probatorio en los casos civiles, y en los penales, en el auto de formal prisión y en periodo probatorio que se da en la etapa de conclusiones, por lo que si bien es cierto que el show mediático que se montó al repetir la escena de la captura de Israel Vallarta y Florence Cassez violenta derechos, no afecta el fondo que tiene que ver con la culpabilidad de los indiciados.

Los lazos culturales entre México y Francia, a pesar de las vicisitudes históricas, han sido extraordinarios y fundamentales para ambas naciones. No se puede empañar esta magnífica relación con actitudes autoritarias y erróneas, como las que hoy hace el gobierno francés, al poner en la mesa de la relación bilateral un tema que corresponde sólo —por razones de soberanía— a la justicia mexicana.


Vivimos tiempos difíciles. La confrontación partidaria en ocasiones ciega a quienes dirigen el país y frente a estos acontecimientos debemos ser solidarios a plenitud con el Ejecutivo federal.

He sido opositor y crítico del gobierno federal en mi carácter de dirigente priísta y como articulista y profesor de la UNAM; sin embargo, hoy expreso mi respeto y apoyo al presidente Felipe Calderón, que está obligado a defender, con todo, nuestra imagen soberana.