Guillermo Vega

El libro reúne tres ensayos donde el autor pasa revista a tres personajes de su genealogía: Manuel Eduardo de Gorostiza (1789-1851), tatarabuelo de su padre; Manuel García y Moyeda (1841-1905), su bisabuelo, y Mateo Lujambio Ugarte (1854-1924), su tío bisabuelo. Se trata de tres ensayos donde destaca el intensivo trabajo de investigación historiográfica para configurar los perfiles de estos individuos tan aparentemente disímiles y que podrían parecer lejanos al carácter e historia pública del autor; sin embargo, de alguna manera, constituyen una muestra de los diferentes flancos que han formado a Alonso Lujambio como persona y como personaje de la política nacional en los últimos años.
En el prólogo, Julián Meza afirma que De Gorostiza es el que más le llama la atención y el que le parece el más versátil. De Gorostiza decidió ser criollo porque nació en Veracruz, aun cuando se formó en España. Cuando lo invitaron a venir a México afirmó que, naturalmente, éste era su país y que con gusto trabajaría como funcionario público, y que como tal su desempeño fue magnífico. Se asumió como liberal moderado, por lo que es capaz de dialogar con el conjunto de las fuerzas políticas del momento. Era colaborador al mismo tiempo del gobierno liberal de Valentín Gómez Farías que de Anastasio Bustamante o de Nicolás Bravo, incluso en un momento breve pasó por el ministerio de Hacienda con Santa Anna. A propósito de la guerra de Texas hizo mucho más que ningún otro mexicano: denunció la felonía del gobierno norteamericano en el asunto.
Era, además, un brillante hombre de letras, que lo mismo escribió una Cartilla política
—donde, por primera vez en la historia del país, se pronunció a favor de la creación de un poder electoral, separado de otros, que garantizara la limpieza del sufragio— que obras de teatro tan permanentes como Contigo pan y cebolla. Asqueado de la política creó un hospicio para huérfanos, que al salir se iban con su apellido. Es probable que sea descendiente de uno de esos huérfanos el gigante de la poesía mexicana José Gorostiza. Junto con sus huérfanos, Manuel Eduardo de Gorostiza participó en la batalla de Churubusco para responder a una de las varias ocasiones en que los norteamericanos invadieron México. Fue piedra angular, además en el teatro de la Ciudad de México y en la creación de la Biblioteca Nacional.
Por su parte, Manuel García y Moyeda era un historiador católico de León, Guanajuato, editor, biógrafo de obispos. Fue un escritor con profunda religiosidad cuya obra expresa, con especial elocuencia, el carácter del catolicismo mexicano del segundo tercio del siglo xix. Vivió la Guerra de Intervención de los tres años en su máximo momento de polarización ideológica. Y, pese a esa circunstancia, en una carta invitó al presidente Lerdo de Tejada a los festejos de los trescientos años de la ciudad de León, mostrando así una tolerancia poco frecuente para la época.
Finalmente, Mateo Lujambio fue conferencista de la Federación Espírita de México a finales del siglo xix y principios del xx y publicó sus reflexiones, propias de los movimientos espiritistas de esa época. Fue maderista y abogaba por la muerte de los dogmas inamovibles y siempre estuvo a favor de la discusión abierta de las ideas. No hay evidencia de que fuera amigo de Madero, pero escribían en las mismas revistas espiritistas, organizaban los mismos congresos espiritistas y tenían las mismas ideas políticas democráticas.
En este libro, Lujambio rehúye el tono académico y tiende a uno más íntimo, más cercano con el lector, pues finalmente está compartiendo las apasionantes historias de algunos de sus ancestros, y logra contagiar esa pasión y curiosidad en relación con estos personajes hasta cierto punto insólitos en la historia de nuestro país.