Peligro de catásrofe radioactiva mantiene  en alerta al mundo

Arrasador sismo en Japón

 

Alexander Serikov

El golpe que azotó a Japón, un sismo de 9 grados en la escala de Richter sucedido el 11 de marzo último a 130 kilómetros del nordeste de la isla japonesa de Honshu a una profundidad de 10 kilómetros, no fue sorpresivo. Dos días antes, el 9 de marzo, el sismo de 7.2 grados Richter localizado en el océano a 430 kilómetros al este de Tokio y una serie de réplicas de menor intensidad  no causaron sensibles daños y no se esperaban destrucciones a causa del posible tsunami. En aquel entonces se advirtió sobre las posibles réplicas. Pero nadie esperaba que la del 11 de marzo fuera tan inmensamente fuerte y que el tsunami – de hasta 10 metros de alto – fuera tan duramente destructivo.

Cabe señalar que justamente en vísperas de este sismo fue registrada una inusual actividad del sol. En la superficie del astro aparecieron numerosas manchas – señal de prontas explosiones de su energía – y luego el sol comenzó a lanzar varias protuberancias, llamaradas de plasma de unos centenares de miles de kilómetros de largo. Esta actividad solar habitualmente provoca en la Tierra la aceleración de varios procesos tales como las llamadas tempestades magnéticas, el aumento de la ionización de los gases en la atmósfera y la biósfera lo que a su vez representa una amenaza para la salud de la gente. Todavía no ha sido comprobado científicamente – sólo existe la hipótesis ofrecida por varios especialistas, entre ellos por el  ruso Alexander Chizhevsky- de que la excesiva actividad solar sería capaz de provocar terremotos en la Tierra.

Sea como sea, las consecuencias de este terremoto fueron y siguen siendo aterradores. Pasados apenas unos días del siniestro es imposible todavía calcular con exactitud los daños humanos y materiales. Pero, conforme a los cálculos preliminares hechos en el momento del cierre de esta edición, el número de víctimas a consecuencia del sismo y del maremoto – entre ellos fallecidos, desaparecidos, lesionados y atrapados por los escombros supera las doce mil personas. Mas adelante el conteo va a dar miles más. Son prácticamente incalculables las pérdidas materiales. Los daños causados se evalúan preliminarmente en miles de millones de dólares. Fueron averiadas seriamente las líneas del suministro de la energía eléctrica, hubo incendios en algunas plantas petroquímicas. En la prefectura de Miyagi el tsunami arrastró no solamente embarcaciones, casas y automóviles, sino también los carros blindados de una fábrica militar. En la región de Fukushima  se desplomó el dique y  enormes cantidades de agua inundaron vastas siembras y una serie de poblados cercanos. El temblor fue tan fuerte que desplazó el eje de la Tierra en unos 16.7 centímetros lo que ocasionó la reducción del día en 1.8 microsegundos.

Pero el daño más duro y de consecuencias por el momento impredecibles fueron las explosiones en varias plantas termonucleares, entre ellas las de Fukushima, Onagawa y Tokai. En la de Fukushima se registraron incendios en 4 reactores y, según la información de la agencia Kiodo publicada en días pasados, el primer ministro japonés Naoto Kan dijo que tuvo lugar un nuevo escape de radiación y su nivel puede amenazar la salud de la población. Japón pidió ayuda a la Organización Internacional de Energía Atómica para atenuar las consecuencias de la situación extraordinaria en esta central nuclear. Se encuentran en alerta por la amenaza de una posible contaminación nuclear los países vecinos. La situación se complicó ya que los núcleos de los tres reactores de la central nuclear de Fukushima al este de Japón se dañaron, confirmó el Organismo Internacional de Energía Atómica.

Así Japón enfrenta la posibilidad de una catástrofe en culaquier momento. La crisis nuclear ha provocado una alarma internacional, ya que se incrementa la posibilidad de que se confirme una fuga radioactiva. El estado de los cuatro reactores afectados en la central  cambia constantemente. El gobierno nipon mantiene la zona de evacuación en 20 km a la redonda.

El peligro de las devastaciones por el ciclópico maremoto mantuvo durante varios días en alerta a los países cercanos a Japón y hasta a los de las costas del Pacífico del continente americano, inclusive México. Varios países del mundo, al expresar su más profundo pésame por la desgracia – nunca antes vista en Japón durante los últimos 140 años – estrecharon la mano de cooperación a la nación asiática anunciando su deseo de enviar toda clase de ayuda a los damnificados  y también a los rescatistas, entre ellos mexicanos.

En Japón han habido varios terremotos arrasadores – el llamado “sismo enorme” en 1923 y el llamado “sismo grande” en 1995, cuando fallecieron casi 6 mil 500 personas y 100 mil resultaron damnificadas. Casi la mitad de la capital del país – Tokio – resultó arrasada. El sismo del 11 de marzo, aún sin nombre, fue el más fuerte y terrible en la historia de Japón. Desafortunadamente, el país isleño es líder mundial en cuanto a la cantidad de sismos sucedidos. Cerca del 20 por ciento de todos los terremotos de más de 6 grados de magnitud en la escala de Richter sucedieron justamente en Japón. Los sismólogos japoneses consideran que los temblores de esta magnitud no son los últimos, y lo que es más desolador es que otros sismos manifestarán la fuerza destructiva de la naturaleza en cualquier momento y en cualquier lugar. Y lo pronosticado se cumplió: otro fuerte sismo de 6.3 grados Richter acompañado de réplicas de más de 5 grados de intensidad – 25 en total – arrolló el lunes, 14 de marzo, la costa nororiental de la isla de Honshu. Le siguió otro – de 6.2 grados en la noche del 15 de marzo.