Descontón de López Obrador
Alfredo Ríos Camarena

Tal como era previsible, la candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador se decidió con claridad, el mismo día que el PRD —su partido o su ex partido— se enfrascaba en una acalorada discusión que concluyó salomónicamente, constituyendo un comité directivo que representa a las dos principales corrientes, lo que va a dar como resultado una permanente e irreductible choque al interior de ese instituto político.
Ajeno a estos acontecimientos, López Obrador estableció en el Auditorio Nacional 50 puntos que perfilan su programa como candidato a la Presidencia de la República, impulsado por su movimiento, denominado Movimiento de Regeneración Nacional; movimiento que desde luego no es un partido político, pero que su líder asume que será apoyado por el PT, probablemente por Convergencia y, con un golpe de suerte, hasta el propio PRD o cuando menos la facción de Dolores Padierna.
Con este golpe de audacia, la discusión sobre quién será el candidato de la izquierda ha concluido, pues deja una posibilidad muy débil y remota a Marcelo Ebrard.
En todo caso, más allá de los partidos, la decisión está tomada, y López Obrador regresará a la competencia electoral con argumentos ideológicos similares a los de hace 6 años, sostenido por un largo trabajo de concientización política, realizado en sus constantes e innumerables filas de trabajo político.
Las alianzas en el Estado de México son un tema que dejó de ser definitorio de la candidatura de la izquierda, pues con alianza o sin ella, Andrés Manuel se postulará; aun así, la elección mexiquense sigue siendo de lo más importante, no sólo por el padrón electoral de la entidad y el número de distritos, sino fundamentalmente por el triunfo o la derrota del PRI, que definirá el rumbo de la candidatura presidencial de Enrique Peña Nieto; todos los indicadores, encuestas, mediciones y sondeos dan como un hecho esta candidatura, y aún más, el éxito de la misma.
El grupo lopezobradorista seguramente obtendrá un importante número de votos, sin embargo, difícilmente le alcanzará para obtener la Presidencia; probablemente su propósito final no sea tanto obtener el Ejecutivo federal, sino hacer crecer un movimiento social que enfrente —desde la lucha callejera y la resistencia pacífica— al decadente modelo neoliberal. La apuesta de López Obrador es de un plazo más largo que la coyuntura electoral.
El destino del PRD se ve incierto, pues si se decidiera a postular otro candidato presidencial se vería minimizado, desde adentro de su propio comité y desde afuera con sus militantes; el golpe de audacia de López Obrador constituye un “descontón” del que no podrá levantarse otra candidatura de izquierda.
En el frente del gobierno federal, Acción Nacional está en plena precampaña, pero al parecer no han crecido popularmente sus aspirantes, entre los que destaca —sin lugar a dudas— el secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, quien si bien es cierto no ha mostrado una personalidad carismática, sí ha logrado la simpatía de una parte de la sociedad en su manejo eficiente como funcionario público.
Los dados están echados y los candidatos definidos, López Obrador, Peña Nieto y Cordero. Sin embargo, el gran ausente es el debate ideológico, la discusión de principios y doctrinas, que nos expliquen para qué quieren el poder; aun cuando Peña Nieto ha escrito varios artículos en los que se empiezan a definir sus principios y programas.
Sin embargo, el PRI de Humberto Moreira no ha aportado ni un ápice a la discusión programática, como tampoco lo ha hecho el PAN de Ernesto Madero.
El pueblo de México y la nación esperan mucho más del próximo proceso electoral, es necesario y urgente que las ideas tengan un peso específico en el futuro de la nación, pues el contenido hueco y frívolo sólo conduce a la lucha del poder por el poder mismo, en la que están ausentes la gran mayoría de los mexicanos.