René Avilés Fabila
La semana pasada, Andrés Manuel López Obrador acompañó a una gira por el Estado de México a Alejandro Encinas, quien parece no recordar que dijo que esperaría la decisión del partido: ya está en campaña como si tuviera el apoyo unánime de todas las facciones o mafias, partidos asociados, que integran esa barrizal llamado izquierda. Ambos insisten en que no irán aliados con el PAN, ven a este partido (eso dicen) como parte de la mafia que les robó el poder, así lo han sostenido tres años.
Otros, menos consecuentes con su radicalismo, como Marcelo Ebrard, por ejemplo, ya perdonaron a Felipe Calderón y él sí desea la coalición de fuerzas para derrotar a Enrique Peña Nieto.
Por si fuera poco, Jesús Ortega, como nadie en el Partido del Trabajo, trabaja por la unidad con Acción Nacional. Sin embargo, opiniones encontradas en lo básico, López Obrador anticipa “que sería bueno” que todos fueran juntos a apoyar a Encinas en el Estado de México. ¿Por fin? ¿Quieren o no alianzas? ¿O están esperando el momento oportuno, cuando Calderón y Gustavo Madero, le digan a su aspirante número uno, Luis Felipe Bravo Mena, que siempre no es el candidato adecuado en esa zona, que han decidido, por el bien de la patria y para derrotar al PRI, apoyar a Alejandro Encinas. ¿Llegará ese momento de sublime indignidad?
Para empezar, el candidato del PRD no está definido. Encinas, impulsado por López Obrador, dio un madruguete. Será difícil pararlo, por más que se diga que no tiene los requisitos para luchar por el Estado de México, la residencia, entre otras cosas. Falta la decisión panista y ésta no será fácil. Recordemos que tanto Bravo Mena como Encinas ya han sido derrotados en el Estado de México. Con más rigor, los altos cargos que ambos han ocupado han sido por designación o, lo que es igual, por dedazo.
De su lado, el PRI mexiquense afirma estar listo, ha respetado los tiempos, confía en la excelente conducción de Peña Nieto, en fin, toda la fastidiosa verborrea del pasado, cuando votaban por el PRI hasta los muertos. Pero no parece ser fácil la designación de un candidato fuerte y capaz de enfrentar a una probable alianza PAN-PRD. Candidatos los hay en el Estado de México, existe una amplia familia que se ha repartido el poder por décadas: el Grupo Atlacomulco, el que todos niegan y el que existe según historiadores y analistas políticos serios. Como es normal, confían en el carisma de Peña Nieto, en sus éxitos y en que su peso y habilidad le permitirán seleccionar al mejor de los aspirantes. Podría ser un costoso error confiarse tanto. La santa alianza está engallada luego de acumular varios triunfos de impacto político. Queda una duda surgida de la experiencia reciente: ¿los aspirantes no seleccionados quedarán satisfechos o se irán a repetir la historia que bien conocemos?
La alianza no será fácil para el PAN, tampoco para el PRD, aunque se saben débiles y necesitados de una coalición, sus intereses aquí sí chocan. ¿Quién cederá, quién dejará la posibilidad de enfrentar al candidato de Peña Nieto? ¿Encinas o Bravo Mena? Para ninguno el camino es sencillo y promisorio.