Carlos Guevara Meza

Sin haber recuperado poder, ni mucho menos legitimidad, el gobernante libio Muammar Gadafi ha logrado a pura fuerza bruta llegar casi a una situación de empate táctico con los rebeldes, lo que mejora su situación para negociar. Con bombardeos aéreos y ataques por tierra de las fuerzas del régimen, Gadafi mantiene el control de la capital y las carreteras que conducen a ella. Además ha detenido el avance de la revuelta atacando continuamente enclaves rebeldes cercanos a la capital (Zahuiya al oeste y As Sidr al este), importantes no sólo porque abren el paso a Trípoli sino también por ser zonas de producción petrolera de primera magnitud. La revuelta mantiene la resistencia contra la ofensiva de Gadafi sin ceder el control de los enclaves (aunque por poco), pero sin poder retomar la iniciativa, algo que se ve difícil considerando que oponen unos cuantos fusiles y algunos tanques viejos contra aviones modernos, tanques nuevos y mercenarios y soldados bien armados. Además Gadafi filtró la noticia de que estaría dispuesto a dejar el país a cambio de impunidad total para él, su familia y allegados, además de poderse llevar toda su fortuna, lo que de inmediato generó divisiones entre el liderazgo de la revolución. El presidente del recién formado Consejo Nacional (integrado por representantes de todas las regiones y conformado en gobierno provisional), Mustafá Abdelyalil (ex ministro de Justicia de Gadafi) se apresuró a aceptar la oferta y dio un plazo de tres días para que se marchara, pero el portavoz y segundo al mando de la revolución, Abdelhafiz Ghoga, con el apoyo de la multitud de la plaza de Mahkama en el bastión rebelde de Bengasi, rechazó el ofrecimiento del dictador y desmintió a Abdelyalil. Poco después tanto el régimen como los rebeldes negaron haber hecho cualquier declaración al respecto. Mientras tanto, la comunidad internacional sigue sin ponerse de acuerdo sobre establecer una zona de exclusión aérea sobre Libia, de modo de impedir a Gadafi seguir usando su fuerza aérea contra el pueblo. Francia, Gran Bretaña y ahora también la Conferencia Islámica, se han sumado al apoyo, lo que no es menor, mientras China y Rusia mantienen su posición de no intervenir y Estados Unidos declara que no hará nada sin aprobación de la ONU. El Consejo Nacional, reacio a cualquier intervención extranjera, ha aceptado la posibilidad de la zona de exclusión e incluso la de un ataque aéreo internacional contra las posiciones de Gadafi, lo que les  permitiría avanzar.Por otro lado, la situación en Omán no se estabiliza pese a que el sultán ha cambiado su gobierno tres veces en el último mes. Las protestas continúan exigiendo que los ministros sean elegidos democráticamente y no designados por el sultán. Sin embargo, la oposición no pide la abolición de la monarquía que se ha ejercido de manera absoluta durante los últimos 40 años, aunque en la década de 1990 el sultán emprendió reformas estableciendo una especie de parlamento de dos cámaras, que funciona como Consejo del reino y sobre el cual el monarca cuenta con poder de veto total. Aunque ha habido enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas de seguridad, el número de muertos y heridos ha sido mínimo comparado con lo que sucedió en Túnez, Egipto o lo que está pasando en Yemen.