Raúl Cremoux

Basta con tratar de levantar un acta sobre el robo del auto en cualquier oficina del Ministerio Público para tener una ligera idea de lo que es el sistema de procuración e impartición de justicia en el país. Cualquier otro asunto, de salud, endeudamiento, vivienda, son nada en comparación.
¿La señora Florence Cassez participó o no en los casos de secuestro que se le imputan? Quienes se han acercado al expediente y han navegado en sus páginas, dividen opiniones. Todos, sin embargo, hablan de diversas irregularidades. Dos son las mayores y más señaladas. Una es de fondo: no se le notificó al consulado francés que su compatriota había sido detenida. La otra es de forma: ¿para qué se hizo el montaje filmado y exhibido en la televisión para gritar urbi et orbi que se había detenido a una banda de secuestradores?                                              Estos dos elementos, aunados a todos los otros encontrados en el expediente, ofrecen dudas razonables a los defensores de la señora Cassez. De ahí, de la falta de contundencia, es de donde parte el escándalo internacional que ha adquirido proporciones desmedidas. El affaire carece de ética y resplandece por su viscosidad.
Es lo mismo que le pasa al PRD: en la actualidad a nadie honra dirigirlo y a cualquiera puede manchar para siempre. Aquel gajo que se separaba del PRI  y ofrecía democratizar la política para dar un sentido igualitario y con ello reivindicar a las numerosas franjas de desposeídos, es ahora un teatro en el que se representan todo género de burlesques y obras en las que se exalta el servilismo, la abyección y la mentira. De un partido que quiso enmendar el PRI, se ha vuelto su más triste y corrupto imitador; tanto que en las últimas cuatro elecciones para elegir gobernador en Sinaloa, Puebla, Chiapas y Guerrero, han tenido que buscar priístas descarriados e insuficientemente satisfechos con su suerte. Una tras otra, han carecido de candidato propio, salido de sus filas y, además, revolcado en la misma cama del PAN.
Por eso mismo, ¿quién quiere ser el dirigente de ese partido? Sólo alguien que no tenga un especial cuidado en lo que puede pasarle en ese resumidero de cualquier tipo de interés donde conviven los antagónicos, aquellos que no reconocen el gobierno de Calderón y los otros que se doblan ante sus propuestas de ir juntos por el poder.                              “A quien dirija al PRD, le pueden jalar una pata de un lado y el pescuezo del otro”, dijo recientemente su fundador, Cuauhtémoc Cárdenas.  ¡Lo que habrá visto y padecido para expresarse de ese modo! Y el valiente que sea encandilado para llegar a liderar a las tribus como ellos mismos se autonombran, ¿tendrá que cumplir los compromisos contraídos por Jesús Ortega con César Nava, Gustavo Madero y Felipe Calderón para continuar con las componendas?
Los dos asuntos, el de la señora Florence Cassez y el de la nueva dirigencia del PRD, están sumidos en el desprestigio y en la carencia de ética.          Justicia y política, tema que ha dado para tratados desde los romanos hasta nuestros días, ensombrece la perspectiva mexicana de contar en ambos espacios, con una mirada clara y admirativa que a todos nos enriqueciera.

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