Mentiras y peligros de los productos milagro
Raúl Cremoux

A pesar de lo mucho que se ha dicho sobre la peligrosidad de los anuncios sobre los llamados productos milagro en televisión; éstos siguen con sus pautas de programación aturdiendo y engañando a la audiencia. Cuatro son las secretarías designadas en la vigente Ley Federal de Radio y Televisión para llevar con buena orientación a esos medios concesionados por el Estado a los particulares: la secretaría de Gobernación, de Educación Pública, de Salud y de Comunicaciones y Transportes.
Las atribuciones  se reparten por ramas, al igual que los árboles frondosos. En este caso, las responsabilidades van directamente sobre Salud y Educación. ¿Cómo permiten la difusión de artículos y servicios claramente engañosos? Ahí están las píldoras y jarabes reductores de peso inmediato; los zapatos y los cinturones que persiguen el mismo fin con supuestos resultados en tres días; los elíxires y pomadas que rejuvenecen; los aparatos mecánicos que eliminan enfermedades tan variadas como la artritis, la diabetes o el cáncer.
Los productores de tales mentiras no se esconden, están ahí en los diversos canales de la televisión comercial; hay horarios en los que inclusive se destina todo el canal con todos sus horarios a transmitir únicamente ese tipo de anuncios.
¿Acaso los millones de telespectadores en televisión abierta o los que tienen acceso a la televisión restringida por los sistemas de cable, sky, dish o cualquier otro no deben ser respetados?
Esas inserciones publicitarias no comenzaron ayer, tienen años de inexplicable tolerancia y a tal punto la autoridad omite sus responsabilidades, que el número de esos anuncios ha crecido exponencialmente. Los concesionarios saben que esos mensajes son deliberadamente engañosos pero, como son rentables, también cierran los ojos.
De este modo, tenemos un concubinato de particulares con autoridades, para claramente perjudicar a la sociedad sin que nadie, salvo algunos periodistas aislados, ejerzamos una actitud analítica y crítica.
Cierto, ni es suficiente ni hace mella en los intereses ya descritos. Y esa inexplicable actitud llega a tales extremos, que se llega a hacer una grosera carpa de la televisión.
A manera de ejemplo de la omisión de las  cuatro secretarias involucradas y responsables del buen manejo de concesiones federales, está el programa del canal Telehit, llamado algo así como La guerra de los chistes, destinado a los jóvenes.  Ahí  aparecen tres individuos acompañados por una dama joven.  Desde el primer momento hasta terminar una hora, hacen gracejadas con base en un lenguaje que avergonzaría a patibularios y carretoneros. Los movimientos corporales invariablemente están dirigidos al pene, a los testículos, al pecho y nalgas femeninos. De sus bocas salen tufos nauseabundos y sus carcajadas motivadas por la más honda de las estulticias baña la pantalla.
Mientras eso ocurre, el señor Lujambio, responsable de la educación nacional, se empeña en querer ser presidente del país expresando con vehemencia reiterada, que “por ningún motivo el PRI debe regresar a Los Pinos”. Como bien sabemos, la educación es el reino de la mediocridad y su renuncia a ejercer sus facultades, y su desinterés en sus tareas, explica en buena parte, el estancamiento del desarrollo entre la juventud.

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