René Anaya

Probablemente el origen de la vida sea extraterrestre, han referido algunos científicos, pero eso no significaría que seres inteligentes de otros planetas hayan venido a la Tierra a poblarla, ni que seamos descendientes de esos seres de otras galaxias, como ciertos pseudocientíficos se empeñan en hacernos creer.En realidad, se trata de una de las teorías más fuertes de los astrobiólogos (científicos que buscan indicios de vida en otros cuerpos astronómicos) sobre el origen de la vida en nuestro planeta. Esos investigadores científicos plantean que tanto los principales elementos que conforman el ácido desoxirribonucleico (ADN) como las bacterias primitivas pudieron haber llegado a la Tierra en meteoritos.
La vida estaba en otra parteMás que mensajeros de la muerte, los meteoritos podrían haber sido los responsables de “sembrar” la vida en nuestro planeta, según parecen indicar algunas investigaciones, como la realizada por el geólogo Gordon Osinski, de la Agencia Espacial Canadiense, quien estudió el cráter Haughton de la isla de Devon, en el ártico canadiense, producido por la caída de un meteorito hace 23 millones de años.El impacto del meteorito no sólo creó el cráter, sino que también propició las condiciones para que floreciera la vida, ya que se formaron sistemas de surtidores hidrotermales y se produjeron poros en piedras de granito, que podrían dar a los microbios un mejor acceso a los minerales.“No parece casualidad ─ha afirmado el geólogo canadiense─ que el bombardeo más fuerte de meteoritos que sufrió la Tierra ocurriera aproximadamente al mismo tiempo que cuando se cree que comenzó la vida en el planeta, hace alrededor de 3 mil 800 millones de años”.A esas evidencias se suman otras, como la publicada recientemente en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, de Estados Unidos, por investigadores de las universidades Estatal de Arizona y de California, Santa Cruz, quienes encontraron en el meteorito Grave Nunataks 95229, descubierto en la Antártida en 1995, una gran cantidad de compuestos químicos esenciales, que se requieren para el desarrollo de vida en la Tierra.El meteorito tenía, principalmente, amonio (NH4), compuesto indispensable para la formación de moléculas biológicas complejas, como los aminoácidos que son precursores de las proteínas, y el ADN. Este trabajo “muestra que asteroides que, cuando se fragmentaron y se volvieron meteoritos, podrían haber llegado a la Tierra con una atractiva mezcla de componentes, incluyendo una gran cantidad de amoniaco”, ha referido la investigadora Sandra Pizzarello, directora de la investigación.Por su parte, Caroline Smith, experta en meteoritos, del Museo de Historia Natural de Londres, ha confirmado que “uno de los problemas de la biología temprana en la Tierra antigua es que necesita mucho nitrógeno para que todos esos procesos prebiológicos ocurran. Y, por supuesto, hay nitrógeno en el amoniaco. Una gran parte de la evidencia muestra que no había mucho amoniaco en la Tierra primitiva, así que ¿de dónde llegó?”.
Los polizones del espacioLa directora de la investigación formula una pregunta similar: ¿cómo, cuándo, en qué ambiente y por cuál mecanismo interactuaron esos materiales extraterrestres de los meteoritos? “Realmente no lo sabemos”, reconoce Sandra Pizzarello, pero otro investigador parece tener una parte de la respuesta.Richard B. Hoover, del Centro Espacial Marshall, de la Agencia Aeronáutica y Espacial de los Estados Unidos (NASA), publicó recientemente en la revista Journal of Cosmology el resultado de sus estudios de más de diez años sobre los raros meteoritos del tipo CI1, de los cuales únicamente se han encontrado nueve en áreas remotas de la Tierra, como la Antártida, Siberia y Alaska.En ese artículo se refiere que hay evidencias fósiles de bacterias similares a las conocidas en nuestro planeta, pero también rastros de microorganismos desconocidos. El investigador plantea sobre los microorganismos “que en muchos casos son reconocibles y pueden ser relacionados con especies genéricas ya conocidas, pero algunos son verdaderamente extraños y no se parecen a nada que pueda identificar”.Estas consideraciones las comparten otros expertos, a quienes Richard Hoover les ha mostrado los especímenes. Sin embargo, ha advertido que “muchas veces se tarda mucho tiempo antes de que los científicos cambien su manera de pensar sobre lo que es válido y lo que no lo es. Estoy seguro de que habrá muchos científicos que mostrarán su escepticismo”.El editor de la revista, el doctor Rudy Schild, del Centro Astrofísico Harvard-Smithsoniano, coincide con Hoover, por lo que ha escrito en la página de internet de la revista: “Dada la controvertida naturaleza del descubrimiento, hemos invitado a cien expertos y lanzamos una invitación adicional a más de cinco mil científicos para que revisen el artículo y ofrezcan sus análisis críticos”.En tanto se conoce la opinión de otros expertos, al parecer se acumulan evidencias que apoyan la teoría de que la vida estaba en otra parte.

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