Pasiones empantanadas
Alfredo Ríos Camarena
¿Tenemos un proyecto de nación? La repuesta obvia a esta interrogante es que sí existe un conjunto de decisiones fundamentales que consolidan un proyecto de aspiraciones históricas del pueblo de México; sin lugar a dudas, la materialización de los preceptos que integran a la nación se encuentra en el texto constitucional.
Sin embargo, desde hace varios lustros se está discutiendo cuáles son las reformas que algunos llaman “estructurales” para realizar nuestros principios aspiracionales; para un grupo influenciado por el modelo del neoliberalismo globalizador, estas reformas tiene que ver con el desmantelamiento de los principios del Estado social y la apertura indiscriminada a las fuerzas económicas del mercado, sobre la base supuesta de que la iniciativa privada es eficiente y el Estado corrupto y, por lo tanto, hay que abrir todas las compuertas del control a la inversión de la iniciativa privada.
Esta teoría que ha demostrado su fracaso, al aumentarse exponencialmente la inseguridad y la miseria, ha venido desarrollando reformas que frenan la teleología del proyecto constitucional, quietándole al Estado su papel de conductor de la economía y haciendo a un lado los preceptos establecidos en los artículos 25, 26, 27 y 28 constitucionales.
La embestida neoliberal logró —con el Tratado de Libre Comercio— modificaciones jurídicas importantes, pero no ha podido destruir los paradigmas fundamentales; en ese choque de fuerzas políticas y visiones distintas del futuro, las reformas y las contrarreformas han constituido un freno al avance social, por lo que no se ha definido cuáles son las reformas que requiere el país.
Hoy están otra vez en la agenda legislativa los temas de Reforma Política, Reforma Hacendaria, Reforma de Justicia y Reforma Laboral.
El problema que nos plantea el pragmatismo político, consiste en la existencia de una ley no escrita, que nos indica que la posibilidad de reformar es inversamente proporcional a la cercanía de los términos de los procesos electorales. Es decir, entre más cerca se encuentre la sucesión presidencial, más lejos está la posibilidad de reformar, porque los partidos políticos nacionales que integran el Congreso de la Unión, polarizan sus acciones en función directa de la conquista del poder.
Sin embargo, esto no debería ser así, sino por el contrario, habría que buscar soluciones para que exista una brújula definida de nuestro proyecto de nación.
Entre los temas que están en la agenda, destaca por su importancia fundamental, la Reforma Fiscal, pues sin ingresos suficientes no se puede desarrollar ninguna tarea de gobierno, es por eso de urgencia vital que se defina este tema, que requiere dos supuestos fundamentales: el primero, que la reforma abata el rezago de la elusión fiscal, que según los expertos se calcula en mas de 400 mil millones de pesos anuales y, el segundo, que el sistema tributario sea más eficiente, menos complicado y menos costoso; sobre estos dos supuestos fundamentales no debería haber escollos que impidieran la reforma, siempre y cuando no se politice, y efectivamente corresponda sus preceptos a los fines esperados; en este periodo de sesiones debe definirse un nuevo panorama en este tema tan importante para el país, sólo así podremos retomar el rumbo que nos fija la Constitución.
Sin embargo, el panorama no se ve claro, existen diferencias reales o supuestas entre todos los protagonistas, por lo que creemos que entre más tiempo transcurra, más difícil será realizar reformas que convengan al país y que no rompan con la doctrina constitucional que configura un Estado nacional, cuyos propósitos son la redistribución de la riqueza, garantizar los derechos sociales e individuales y mantener el rumbo de la nación bajo la dirección de un Estado que cumpla los postulados de nuestra Carta Magna.
El camino parece empantanado por las pasiones que despierta la sucesión presidencial, pero el país requiere un esfuerzo de miras superiores que permitan que todos los grupos construyan una reforma fundamental para la nación.