Don Apolonio Betancourt no es seudónimo

Patadas a la Constitución

 

Humberto Musacchio
on Apolonio Betancourt tiene nombre de seudónimo, pero es real. Existe y para más señas es presidente del Tribunal Superior de Justicia de Durango. Pero tiene otra característica: él, encargado de que a los duranguenses los protejan las leyes, es el primero en ignorarlas. Es más, dicen que don Apolonio tiene una irrefrenable tendencia por el baile, en especial por el zapateado, mismo que suele ejecutar sobre la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.Una muestra de sus habilidades dancísticas la acaba de ofrecer don Apolonio en la ciudad de los alacranes, donde llevó a todos, o casi todos, los integrantes de la judicatura —magistrados, jueces, secretarios, ujieres, barrenderos, secretarias, cajeros, choferes y demás personal— a la Catedral del lugar, donde se celebró una misa oficiada por el también neovizcaíno Norberto Rivera Carrera y el arzobispo local, don Héctor González, que no ejecuta mal el zapateado sobre el mismo librito constitucional.Alguien pensará que Durango es una entidad en la que resulta mayoría los panistas. Pero fíjese usted que no. Se trata de un estado donde el PRI gana y vuelve a ganar y mantiene a la oposición  escondida por los rincones. Es de las pocas entidades donde el tricolor no ha perdido ninguna elección de gobernador o, para decirlo más propiamente, donde el PRI no ha cedido el lugar al PAN ni al PRD.Los priístas no han soltado el Poder Ejecutivo local y, por ende, se mantienen en pie viejas y nobles tradiciones, como el control del gobernador sobre el Poder Legislativo y —¡faltaba más!— el Judicial. Toda esa caterva de togados ha llegado a sus altas y bien pagadas posiciones al beneficiarse del venerable dedo del mandatario priísta en turno. Por ende, son —o aparentan ser— priístas, aunque no pocos de ellos carezcan de ideología y probablemente de progenitora, como no sea la Virgencita de Guadalupe.En Durango, pues, no existe más “el principio histórico de la separación del Estado y las iglesias”. Dicho de otra manera, la Constitución le importa un carajo a quienes juraron respetarla y hacerla respetar y en lugar de dejar las convicciones religiosas para la intimidad, acuden al templo en plan retador. Por supuesto, en abono de tan piadosos togados cabe pensar que la tumultuaria violación a la Carta Magna fue para pedir al Altísimo que los ilumine a la hora de juzgar, pues ya se sabe que suelen refundir en la cárcel a inocentes, como lo muestra película Presunto culpable contra la que desde luego han emprendido una santa cruzada como acostumbran: ignorando o pisoteando la ley.