René Anaya
Probablemente los políticos consideren que utilizar el término innovación y sus derivados les dé precisamente la calificación de innovadores, pero desafortunadamente se trata de una más de las modas de la politiquería, pues la innovación no se ve reflejada en las acciones, programas y planes de desarrollo económico, científico, tecnológico, social y cultural del país.
Por supuesto que tenemos el Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación 2008-2012, en el que se “propone fortalecer la apropiación social del conocimiento y la innovación, y el reconocimiento público de su carácter estratégico para el desarrollo integral del país…”, pero no se establece claramente cómo se hará ni qué se entiende por innovación.

Una grave contradicción
Sin pretender agotar el tema ni entrar en profundas consideraciones, se podría tomar la definición que proporciona el Diccionario de la Real Academia Española: “Creación o modificación de un producto, y su introducción en un mercado”.
A partir de este concepto, se infiere que la innovación no es estrictamente una invención, puede ser algo que ya exista pero con diferentes aplicaciones o que, integrada a otro procedimiento o producto, los modifique y, finalmente, se introduzca al mercado.
En estos términos, no basta con incluir en programas políticos el término para que se fortalezca la innovación, es necesario analizar y reconsiderar la política de Estado, de tal forma que se fomente la integración de equipos de innovadores, vale decir de personas de diferentes áreas que tengan como características comunes un pensamiento crítico y creatividad; de esta forma se podrán encontrar soluciones a diferentes problemas.
Claro que para integrar equipos con esas características se requiere propiciar y alentar la formación de ese pensamiento crítico y de la creatividad desde la educación básica. Por esta razón enfrentamos una grave contradicción entre las propuestas de innovación y el anquilosado sistema educativo que, a pesar de las reformas, continúa fomentando el ejercicio memorístico.
Además, muchos empresarios y políticos continúan pensando que los desarrollos científicos y tecnológicos, así como la innovación, pueden surgir casi de manera instantánea, porque carecen del conocimiento básico sobre los procesos de investigación científica y tecnológica, y de creatividad.
En esas circunstancias, resulta utópico pensar en que se creen en México equipos de innovadores conformados por empresarios, académicos, investigadores, fabricantes, inversionistas, humanistas y artistas, como sucede en otros países.
Esos equipos han corroborado que el trabajo multidisciplinario permite analizar un problema en todos sus aspectos, y ayuda “a abrir los ojos a nuevas oportunidades, a nuevas ideas”, como ha señalado Peter Dirksen, de la Mesa de Estrategias Tecnológicas del Reino Unido.

Los que piensan distinto
De acuerdo con este planteamiento, el proceso de innovación no surge según el viejo estereotipo, en el que se veía a una persona cavilando y repentinamente lograba la solución a algún problema, ahora “lo más común es encontrar ideas que son producto de la colaboración, de tomar prestados conceptos, herramientas, enfoques o metodologías”, según considera Steven Johnson, experto en estudios sobre innovación. El enfoque multidisciplinario propicia un ambiente de creatividad y de innovación, ya que éste es “un proceso de largo plazo, que requiere de diferentes insumos a través de sus diferentes etapas”, ha señalado Dirksen.
Pero no basta ─aunque es necesario─ hacer inversiones a largo plazo sin esperar resultados inmediatos, también se requiere que las personas que conformen ese equipo no sean ultraespecialistas, sino que tengan una formación académica y cultural más amplia, que nada humano les sea ajeno, como refería el dramaturgo romano Terencio.
“Es esa perspectiva ecléctica del mundo la que les permite resolver grandes problemas”, ha referido Johnson, quien ha puesto de ejemplo a Charles Darwin, pero también se puede incluir a Niels Bohr, quien se inspiró en el arte cubista para proponer la naturaleza dual de los electrones, como ondas y partículas.
Ante esa tendencia mundial a la integración de equipos multidisciplinarios, que trabajen en un clima de libertad, nuestros políticos han reaccionado en sentido contrario: han reducido el número de materias fundamentales en la educación básica; han privilegiado la ultraespecialización tecnocrática y han manifestado su aversión hacia las humanidades y las artes, así como a la ciencia y a la tecnología, en general, con el argumento de que no son actividades sustantivas para el desarrollo económico del país. Al mismo tiempo, han aumentado los controles administrativos para impedir que se ejerza el presupuesto en desarrollo científico y tecnológico con la libertad y flexibilidad que requieren estas actividades.
Pero eso sí, se exige que haya resultados en la innovación, sin que se cree un ambiente propicio para fomentar y fortalecer la innovación, excepto en los discursos innovadores de los políticos.
reneanayas@yahoo.com.mx