Antonio Cerda Ardura

Las diferencias entre los gobiernos de Estados Unidos y México se han ahondado aún más en la última semana con la reciente revelación de la Agencia de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego (ATF, por sus siglas en inglés), dependiente del Departamento de Justicia de nuestro vecino del norte, en el sentido de que entre 2009 y 2010 realizó un operativo encubierto llamado Fast and Furious (Rápido y Furioso) para introducir de manera ilegal unas dos mil armas de alto poder a territorio mexicano, en un intento por trazar la ruta y los mecanismos para el tráfico de esos artefactos. Fue con algunas de esas armas con las que fueron ejecutados el agente especial del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de aquella nación, Jaime Zapata, en una carretera de San Luis Potosí, y el elemento de la Patrulla Fronteriza en Arizona, Brian Terry.En tanto crecen los llamados a funcionarios para comparecer ante diputados y el debate entre funcionarios mexicanos y estadounidenses por la validez, las complicidades, el sigilo, la utilidad y la unilateralidad de ese tipo de operaciones, en opinión del doctor Martín Gabriel Barrón Cruz, profesor investigador del Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe), lo grave es que en México nadie tiene idea del tamaño real del mercado ilegal de armas.Indica el criminólogo, en entrevista con Siempre!, que si bien el operativo Rápido y Furioso bien puede ser parte de los convenios secretos de colaboración bilateral, lo cierto es que la gran falla del sistema mexicano de seguridad es que no tenemos ni los mecanismos ni la metodología para investigar el tráfico de armas.Parte de la agendaSe acaban de dar a conocer detalles del operativo Rápido y Furioso, que es como todas las operaciones encubiertas norteamericanas, diseñadas para la conveniencia de esa nación. ¿Cómo debemos entenderla?Este tipo de operaciones, que de repente son muy explosivas, son generalmente producto de los acuerdos que se toman en las reuniones bilaterales entre ambos países, México y Estados Unidos. Desde 2008, por ejemplo, la ATF laboraba en un proyecto llamado Gunrunner que era, precisamente, para decomisar armas. Así como ese, ha habido una infinidad de programas que no necesariamente conocemos de manera pública, sino que son parte de esa agenda bilateral. El hecho de que de súbito aparezcan en las noticias o en los medios de comunicación, o que se diga en forma espectacular que se lograron tales o cuales decomisos, lo que a mí me deja es que se está trabajando. A veces ese trabajo es producto de años y finalmente, por alguna decisión o situación que se ha considerado pertinente, se saca a la luz pública¿No considera usted esto como una presión? Normalmente Estados Unidos no hace las cosas gratis. Recordamos, por ejemplo, otra operación encubierta, Casa Blanca. Siempre traen consecuencias hacia México y esta no debe ser la excepción.No, claro. Por supuesto que no. Pero obviamente todas esas operaciones tienen un respaldo. El intercambio de información entre las agencias de seguridad de México y Estados Unidos, a veces es más fluido o en ocasiones tiene mayores resistencias, pero, sin embargo, se da. Eso siempre tiene que existir. De otra manera, estaríamos completamente mal y el problema del narcotráfico, de uno y otro lado de la frontera, sería cada vez mayor. La idea es entonces tratar de empezar a generar toda una serie de prácticas y de políticas. ¿A qué me refiero? A que los presidentes, por ejemplo, llegan a acuerdos y los firman, pero tiene que haber resultados. ¿Y quiénes tienen que dar esos resultados? Las agencias encargadas o responsables. Y si ya hay una operación en marcha, pues hay que acelerarla y ponerla a puntoCon esta operación parece que Estados Unidos quiso pisarle un callo a México para que despierte.Pero también puede ser parte del trabajo que ya se venía haciendo. El problema en esto no es sólo que a veces las autoridades mexicanas no realicen acciones, sino que en México tenemos una forma de trabajo mucho muy distinta a la de Estados Unidos.Formas distintasMéxico no estaba enterado de la operación de la ATF. ¿Esto nos indica que no hay consistencia en el trabajo mexicano?Claro, por supuesto, esa es la falla. Eso ha sido, fundamentalmente, parte de las quejas del gobierno de Estados Unidos sobre las agencias mexicanas. Ellos dicen: “Es que a veces las agencias mexicanas no quieren colaborar”. Pero no, no es que no quieran colaborar, el gran problema de todo es la forma de trabajo de uno y de otro país. Le pongo un caso que no tiene que ver con las armas, pero sí con el homicidio. El Buró Federal de Investigaciones, FBI,  trabaja con bases de datos. ¡En México no tenemos bases de datos para el análisis de homicidios! Así de simple y de llano. Ellos cuentan con bases de datos que les permiten establecer ciertos criterios y patrones. Y qué bueno que les dan resultados. Pero, en México, la forma en que se levanta y se procesa cada homicidio, es de acuerdo, primero, al ministerio público, luego al perito y después al policía. Así de sencillo. No hay una metodología y ni siquiera tenemos protocolos estandarizados para establecer cómo realizar el levantamiento de un cadáver.El hecho de que Estados Unidos pase subrepticiamente armas a México para conocer los canales de distribución, la gente que las compra, etcétera, aunque resulte que luego con esas mismas armas les matan a sus agentes, ¿ensucia ese trabajo de intercambio y de acuerdos?Sí, claro. Pero yo insisto en que mientras no haya en la realidad una política de abatimiento y de regulación de las armas en Estados Unidos, no acabará el problema para nuestro país. En Estados Unidos, a final de cuentas también es un problema la tenencia, la posesión y la compra de las armas (Nota del autor: las estadísticas indican un promedio anual de 30 mil muertes, incluidos 12 mil asesinatos, por disparos de armas de fuego en la Unión Americana, donde se estima que circulan unos 200 millones de armas). Allá, el encontrar armas es como ir al super a buscar cualquier producto perecedero. Por eso también está a discusión la Segunda Enmienda, que es la que permite la posesión de armamento. Hay una controversia sobre esta situación. Unos dicen que no es cierto que se permita libremente toda la venta de armas, y otros indican que sí. Pero es probable que no haya una regulación en Estados Unidos, porque la Asociación Nacional del Rifle, uno de los organismos más fuertes, se opone a la limitación a la posesión de armas (Además, en junio de 2010, la Corte Suprema de ese país emitió un histórico fallo en el sentido de que los estados federados no pueden limitar o prohibir a los ciudadanos poseer armas de fuego, al revocar y declarar inconstitucional una prohibición de Chicago sobre la tenencia y porte de esos artefactos).Por otra parte, Estados Unidos tanto vende armas nuevas, como armas aparentemente de desecho, no solamente a México, sino a muchos otros países, como los centroamericanos. Cuando el gobierno de esa nación se ve envuelto en guerras, obviamente se venden más armas y hay un mayor tráfico de armamento a nivel mundial. Por eso se dice que la economía estadounidense depende de la economía de guerra. Si Estados Unidos está en guerra, la economía mundial va bien. Mientras Estados Unidos no esté en guerra, la economía mundial va mal. ¿Por qué? Porque no hay movimiento, no hay fluctuación económica. Y si Estados Unidos es el principal país productor de armas del mundo, por lo tanto es también el principal vendedor a nivel global.Granadas de deshecho¿Qué tanto significa la venta ilegal de armas a México?México, como le decía, es uno de los tantos mercados. Aquí están ocurriendo cosas nuevas, como el tipo de armamento que se está comprando. Algunos medios de comunicación internacionales han descubierto, por ejemplo, que algunas de las granadas que hoy usa la delincuencia organizada en sus enfrentamientos con el Ejército, provienen de los lotes de explosivos que Estados Unidos vendió u ofreció a los gobiernos de Centroamérica. Esas granadas que hace muchos años llegaron a la región, ahora se están usando en nuestro país.También están llegando armas de otras partes, por ejemplo de Israel y Bélgica.Exactamente. Y tenemos otro dilema: en Guatemala existe también la venta libre de armas. Así que estamos flanqueados. Por un lado está el vendedor más grande, que es Estados Unidos y por otro nos llega armamento de Centroamérica. Eso nos genera todavía una serie de problemas en ambos lados de las fronteras.¿Podemos decir entonces que México es una especie de paraíso como mercado para las armas?Claro. Pero al Ejército y a la Fuerza Aérea Mexicana, y fundamentalmente a la Secretaría de la Defensa Nacional, al ser la responsable de la aplicación de la Ley Federal de Armas, tendríamos que preguntarles cuántas armas están registradas. Y es que no hay controles. No sabemos de qué magnitud es el mercado ilegal de armas. Sabemos, sí, que hay armas, pero no sabemos cuál es su volumen.

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Sólo entre septiembre de 2009 y julio del 2010, se incautaron en México 32 mil armas ilegales.Y no solamente es el asunto de las armas: Yo he insistido en otro grave problema, que son las municiones. Mi conclusión, por ello, es que tenemos que seguir trabajando en buscar los mecanismos de cooperación internacional para la reducción del flujo de armas de Estados Unidos hacia México. Una gran desventaja es que nuestra frontera es porosa de aquí hacia allá, porque pasan toneladas de drogas. Y es igual de porosa de allá hacia acá, porque pasan muchísimas armas. Y no sabemos cuántas armas son,