Tráfico de armas y operaciones encubiertas
Más Rápido y más Furioso
Raúl Rodriguez Cortés
El gobierno de Estados Unidos acepta la existencia de la operación encubierta de la Oficina Federal de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF) que, de acuerdo con uno de sus agentes, ha introducido armamento a México con la intención de identificar traficantes y bloquear las compras de los cárteles mexicanos de la droga. No acepta, sin embargo, que se haya concretado la introducción de armas a nuestro país y que, en todo caso, eso se sabrá hasta que concluya la investigación ordenada al respecto por su Departamento de Justicia. También sugiere que el agente delator pudo haber mentido y asegura que algunos de los operativos realizados, siempre en territorio estadounidense, fueron informados a agentes mexicanos. Pero el gobierno mexicano dice que ni hablar, que no se le informó ni de eso ni de nada. Ese es el estatus del escándalo desatado por la operación encubierta bautizada como Rápido y Furioso.
¿Quién dice la verdad? Sabrá Dios. Pero la investigación y el análisis de lo ocurrido no puede olvidar el histórico injerencismo de Washington ni la abierta sumisión de Felipe Calderón a los designios de la Casa Blanca, aunque ahora aparezca peleado a muerte con el embajador Carlos Pascual por los informes que envió al Departamento de Estado y que reveló WikiLeaks a través de La Jornada, en los que pone en duda la capacidad del ejército en la lucha contra el narcotráfico, califica de adversa la situación del mandatario mexicano de cara a las elecciones presidenciales de 2012 y califica de grises a los aspirantes del PAN a la candidatos presidenciales.
El problema del tráfico de armas de Estados Unidos hacia México tiene dos componentes que prácticamente imposibilitan cualquier control de parte del gobierno de Washington: en el vecino país es legal venderlas a cualquiera, representan un gran negocio y revelan una forma del ser estadounidense incluso avalada por su Constitución. Poco, entonces, puede hacerse, sin descartar que esas circunstancias siempre facilitarán cualquier operación de suministro de armamento tendiente a desestabilizar a gobiernos para tener mayor control de ellos.
Un poco para taparle el ojo al macho, la ATF lleva a cabo operaciones para impedir ese tráfico de armamento, incluso identificando y recuperando el que se ha sido usado por el crimen organizado en México para cometer sus delitos.
Un reporte publicado el lunes 14 de marzo por La Opinión de Los Angeles, revela por ejemplo que la ATF descubrió una armería ubicada en Bell, California llamada Western Firearms, ligada a armas utilizadas en crímenes cometidos en México.
Esto fue consecuencia de una especie de auditoría federal realizada a diez mil 538 tiendas de armas sospechosas de realizar transacciones dudosas según investigaciones de inteligencia. Pero en sentido contrario a ese esfuerzo, el reportaje de La Opinión presenta datos reveladores: el número de armerías en Estados Unidos creció más de 2.5 por ciento para completar un total 119 mil 556 al cierre de 2010. Entre tanto, la ATF cuenta con 789 oficiales para la inspección de armerías (Industry Operations Investigator), lo que quiere decir que a cada agente le toca hacer un poco más de 150 auditorías al año.
Según la ATF, casi la mitad de las tiendas auditadas reportó algún tipo de violación a los códigos de seguridad para la venta de armamento y 67 fueron clausuradas por serias deficiencias. La infracción más común fue la venta de armas a compradores a los que no se les verificaron correctamente los antecedentes penales, seguido por las transacciones de venta con personas indocumentadas o incapacitadas para obtener un arma de fuego así como operaciones de ventas múltiples no reportadas.
Pero todo esto queda como una cortina de humo al escuchar al agente delator de Rápido y Furioso, John Dodson y a su compañero David Voth asegurar ante las cámaras de la cadena Univisión que lejos de cancelarse por su fracaso, la operación encubierta sigue vigente, es decir, continúa la introducción ilegal de armas a México patrocinada por Washington y no sólo por Arizona sino por toda la franja fronteriza.
Por otra parte, el reciente llamado de Barack Obama hecho en Arizona —en el contexto del ataque armado a la congresista Gabriel Giffords— de encontrar un equilibrio entre la libre venta de armamento y la aplicación de reglas que impidan que sea indiscriminada, ha caído en una deliberada sordera de la mayoría de los representantes que ni se les ocurre aventarse el tiro de promover en el Capitolio modificaciones a la Segunda Enmienda de su Constitución.
¿Y Calderón? Bueno, pues diciéndole a la comunidad judía en México que cuando le pidió ayuda al ex presidente Bush le dijo que quería tener los juguetes de Jack Bauer, el protagonista de la serie 24 que transmite la televisión estadounidense. Qué nivel.
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