Patricia Gutiérrez-Otero y Javier Sicilia

Sordos, escuchen; ciegos,
fíjense y vean.
Isaías 42, 18

¿Hacia dónde voltear? La globalización ha traído varias cosas benéficas, pero también perjudiciales o hasta pésimas. Sistemas cada vez más amarrados entre sí y que afectan a todos.

Nos duele la situación de cada japonés tocado en su vida por las desgracias recién acontecidas y nos unimos a su pena, pero la radioactividad de los reactores de Japón puede expandirse a gran parte del planeta y afectar incluso a aquellos que jamás gozaron de sus beneficios, ver, por ejemplo, a los pueblos desposeídos de México. Aparentemente, la nube radioactiva ya alcanzó a California, Baja California y desciende hacia Sonora… Radio France Internationale del 27 de marzo informa que tepco (Tokyo Electric Power Company) no ha dado información real sobre el grado de radioactividad de la central de Fukushima mucho mayor a la publicada.

¡No teníamos bastante en nuestro cuerno de la abundancia con la famosa guerra intestina contra el crimen organizado que ha provocado miles de muertos y una alta descomposición social? ¿Ni con la crisis económica emanada del colapso financiero estadounidense? ¿Tampoco con el aumento del combustible causado por una política estatal absurda y por las emergencias en el Oriente Medio que redundan en un aumento de precios en la mayor parte de los objetos de consumo? ¿Ni con nuestro perenne sistema de corrupción estatal? Es evidente que lo del cambio climático, los transgénicos y otros dilemas de la bioética ya nos están quedando algo sobrados en cuanto a tiempos. Si no tomamos conciencia del peligro inmenso de las centrales nucleares utilizadas con fines pacíficos, tarde o pronto estallaremos como un gran juego pirotécnico.

Todo es uno: los deseos libidinales y tanáticos que hay en el ser humano para dominar y gozar a ultranza conjuntados con las sofisticadas técnicas que el mundo occidentalizado ha logrado para ello, aunque nos destruyan. Detrás de todo ello están los que ganan y los que perdemos: unos perdemos más otros menos: menos los que ya hemos vivido y disfrutado bastante estar vivos en este planeta azul y verde e, incluso, gozado de algunas “bondades” de la tecnología moderna; un poco más los jóvenes que han sufrido las repercusiones de la tecnología sin tener otro punto de comparación y con una gran reducción de su libertad para detener la cabalgata tecnológica; todavía más, los que apenas llegan: los bebés y los niños. Quienes son económicamente pudientes se moverán lejos de esta nube radioactiva o de otras dentro de este planeta; en algún momento, comprarán un boleto a alguna estación espacial, la Luna o Marte, y entrarán en estado de criogenización para ser despertados cuando pase el peligro. ¿Ciencia ficción o futurología?

Esperamos contra toda esperanza que la virtud de la prudencia gane en nosotros sobre nuestra soberbia; que nuestro deseo se vuelva deseo de lo infinito; que la bondad gane sobre el egoísmo. Qué sabemos. Deseamos que lo vivo siga y lo humano crezca.

Además, opinamos que se respeten los Acuerdos de San Andrés, se libere a los prisioneros políticos, se limite a las transnacionales en México, se investigue el crimen contra niños y mujeres en el país, se detenga la guerra de baja intensidad en Chiapas, se frenen las campañas televisivas del miedo y que nos activemos como sociedad civil.