Raúl Cremoux

Alejandro Encinas ha sido diputado dos veces, una como suplente de Demetrio Vallejo cuando éste murió. La otra, cuando llegó a la legislatura 55. Más tarde fue nombrado secretario del Medio Ambiente del Distrito Federal y luego fue candidato a jefe delegacional en Alvaro Obregón, y perdió.

Volvió al Gobierno del Distrito Federal como secretario de Desarrollo Económico; de ahí pasó a ser subsecretario de Gobierno teniendo como jefe a José Agustín Ortiz Pinchetti. Cuando su jefe se retiró, Encinas fue nombrado secretario de Gobierno y finalmente fue designado por Andrés Manuel López Obrador como jefe sustituto en el gobierno capitalino.

Cuando quiso ser jefe delegacional, presidente del PRD y gobernador del Estado de México en 1993, perdió las tres elecciones. Su avance ha sido siempre por nombramiento. Su experiencia radica en el Distrito Federal en donde tiene acreditada su credencial del IFE para votar y ser votado.

¿Qué ha hecho en el Estado de México para volver a intentar ser gobernador? Preguntémonos: ¿sabrá algo sobre los problemas y los resultados en Luvianos, Temascalcingo, Nicolás Romero o en Ixtlahuaca? ¿Cuándo se ha ocupado de lo que sucede en Polotitlán, en Acambay o en Donato Guerra?

Ahora veamos a Luis Felipe Bravo Mena, aspirante del PAN al gobierno del Estado de México. Nació en León, Guanajuato, y es abogado egresado de la Universidad de Guanajuato. Fue asesor político de Manuel Clouthier. Ha sido diputado y senador y más tarde presidente de Acción Nacional. Vicente Fox lo designó embajador ante la Santa Sede y luego fue secretario particular de Felipe Calderón. Hace 18 años, en 1993, quiso ser gobernador del Estado de México y fue derrotado por Emilio Chuayffet.

El señor Bravo Mena, ¿sabrá que existe el municipio de Santo Tomás de los Plátanos o pensará que es un albur? ¿Qué sabe sobre el mexibus; de dónde parte y a dónde llega? ¿Cuál es el mayor orgullo de San José del Rincón? ¿Tendrá ya su licencia bicentenario de conducir con los beneficios que tal documento brinda?

Los dos aspirantes a gobernador por el PRD y el PAN han pasado por el Estado de México, velando por sus intereses, que tienen cualquier color menos el de los habitantes de esa región; los dos señalan que quieren contribuir a mejorar el estado en el no nacieron, no han trabajado en su tierra ni han dejado huella ínfima de que los distinga.

Hace 18 años, cuando los nuevos votantes apenas nacían, fueron derrotados por el partido que dicen ha sido un fracaso.

¿Sabrán ambos que ese estado tiene la misma población que Chile; que tiene la red hospitalaria más grande del país; que sus institutos de cultura superior y la universidad está entre las primeras de América Latina; tendrán una idea de que la migración tiene un promedio de 900 personas que diariamente buscan asentarse ahí ya que esperan contar con los servicios que el Distrito Federal, los estados circunvecinos y hasta de Centromérica no les proporcionan?

¿Sabrán que no existe eso que los panistas llamaban “el corredor azul” como tampoco “la mancha amarilla” que regocijaba a los perredistas; sabrán que perdieron esos eslabones por abierta corrupción e ineficacia?

¿Sabrán que de 125 municipios, 97 tienen autoridades priistas; sólo 12 panistas y seis perredistas?

¿Sabrán ambos que en el Estado de México no se encuentran ante un gobernador impresentable como fueron los casos de Mario Marín en Puebla o de Ulises Ruiz en Oaxaca?

¿Sabrán que para la inmensa mayoría de votantes del Estado de México y especialmente los jóvenes son ajenos y desconocidos?

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