Yazmín Alessandrini

 

Catorce meses y más de una veintena de iniciativas fueron necesarios para (¡por fin!) llegar a un acuerdo que permitirá, tras medio siglo de espera, contar con una reforma del Estado moderna y acorde a la sociedad actual. Se dice fácil, pero en total serán modificados 16 artículos de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, con todos los partidos participando y debatiendo hasta alcanzar un punto de coincidencia en el Senado. Ahora habrá que esperar la aprobación de los diputados que, hasta antes del cierre de redacción para esta articulista, todavía no la habían otorgado.

Pero, ¿qué puntos son verdaderamente contundentes en esta nueva reforma?:
Para empezar, el nuevo esquema para la sustitución del Presidente de la República en caso de que no pudiese continuar en el cargo por causas graves. Ahora será el secretario de Gobernación quien tome el poder de forma temporal hasta que el Congreso nombre un primer mandatario interino, y que sea éste quien convoque a una nueva elección. En este mismo tema, el titular de Gobernación no podrá, bajo ninguna circunstancia, remover de su cargo a secretarios del gabinete ni al procurador general de la República.

El siguiente punto, le duela a quien le duela, lleva implícito un mensaje contundente: en caso de que el Presidente de la República electo no pueda rendir protesta ante el Congreso de la Unión, lo podrá hacer ante el presidente del Tribunal Superior de Justicia de la Nación, lo que nos recuerda el sainete de aquel 1º de diciembre de 2006 durante la toma de protesta de Felipe Calderón, cuando todos los partidos de izquierda se opusieron a que éste rindiera protesta y pudiera calzarse la banda presidencial. Así que ahora, para evitar amotinamientos, la toma de protesta podrá  hacerse de forma alterna ante el ministro presidente sin necesidad del Congreso. “La burra no era arisca…”, dice el  refrán.

Igualmente las llamadas candidaturas ciudadanas o candidaturas independientes también  serán aprobadas, en lo que fue un punto que hizo mucho ruido, ya que algunos ingenuos piensan que esto significará el fin de los partidos políticos como tales, situación que dista mucho de eso.

¿Se imaginan con qué recursos económicos podría competir algún candidato ciudadano a algún cargo de elección popular, ya no digamos para la Presidencia de la República, sino a algo de menor envergadura como una gubernatura o una alcaldía?

La verdad es que nadie puede contra el poder económico y los cuadros de los partidos y, en el fondo, aunque esto no deja de ser más que un simple ejercicio de participación ciudadana con pocas probabilidades de éxito, a mí me parece que se ha dado un gran paso en este tema. Sí, definitivamente surgirán las candidaturas y al final algún partido adoptará a algún candidato para su fórmula.

Otro punto que será aprobado es el referente a la reelección de senadores y diputados, los primeros por un período más y los diputados hasta por dos más en lapsos consecutivos, lo que a todas luces representa una gran responsabilidad para el electorado, ya que serán  quien decida si sus representantes son reelectos o les aplica la grúa.

Una vez publicada la reforma, seguiremos analizando los alcances de ésta, pero no podemos dejar de mencionar dos puntos que fueron desechados y tienen una gran relevancia para que el documento quedara completo: el asunto de los mentados diputados plurinominales, que no dejan de ser un montón de estorbos con un costo presupuestal enorme y, por último, la llamada segunda vuelta electoral, que también tiene una gran importancia, ya que ayudaría a resolver comicios apretados como el de 2006 y, sobre todo, calificaría con mayoría al presidente electo, situación que en la actualidad no ocurre en nuestros país y el ganador de la silla se proclama triunfador con apenas un 40% de la preferencia de los votantes.