Patricia Gutiérrez-Otero

Según Aristóteles el ser humano es un zoon politikon: un animal que vive en sociedad. Por su parte, y en un sentido contrario y complementario, Hobbes señaló que el hombre es el lobo del hombre (quizá si hubiera conocido el mundo del lobo habría escogido a otra especie animal, pues los lobos son sumamente gregarios).

Juntando ambos aspectos, la polis es un conjunto de gente que vive en un mismo espacio y tiempo y que para ello requiere contar y respetar ciertas normas y reglas sin las cuales la convivencia sería imposible porque acabaría en una lucha del más fuerte contra el más débil y en el canibalismo. Todas las culturas, aun las consideradas más arcaicas, han logrado formas de convivencia que establecen un equilibrio entre la avaricia egocéntrica del ser humano y su necesidad de estar y contar con los otros.

Es evidente que entre más grande sea la comunidad humana que convive en un espacio y tiempo, las normas y reglas deberán ser más elaboradas y su custodia será más difícil, pues más lejana del contacto concreto con la gente. Además, esas normas y reglas ya no podrán ser establecidas y salvaguardadas por la comunidad: habrá delegados a los que cada uno cederá su poder. Las sociedades democráticas, último hit de la evolución social, donde el ciudadano es un ser soberano capaz de nombrar a sus representantes en la polis o en la megalópolis, muestran la fragilidad del moderno sistema político: la distancia entre el ciudadano y su representante se vuelve evidente en la incapacidad del primero de hacer valer su poder a través del segundo: ¿cómo exigir cuentas?, ¿cómo destituir?, ¿cómo reemplazar a representantes que han sido cooptados por intereses ajenos o contrarios a la polis?

A eso nos enfrentamos hoy.  Es nuestro reto en México y en el mundo. Ser ciudadano no es sólo gozar de ciertos beneficios otorgados por la puesta en común de esfuerzos, es ejercer un poder real y soberano sobre la marcha de la ciudad. Es actuar contra aquello que daña la convivialidad, el gozo de vivir.

Nuestro mundo globalizado, monetarizado y financiarizado, nuestro mundo demo-neoliberal donde quien tiene más saliva traga más pinole, nos lleva a confines inexplorados de acción social. Hay que inventar para luchar por los ideales de libertad personal —individual y social— que han hecho crecer a las sociedades. El surgimiento de una red civil nacional e internacional es un gran reto de creatividad. El uso de las redes sociales internauticas es un ofrecimiento cuyo valor hay que considerar.

Si la sangre de Juan Sicilia y sus amigos, ha movilizado, a pesar de la temible pérdida, al padre, poeta y ciudadano Javier Sicilia y ha logrado canalizar la insatisfacción, el dolor, la impotencia de muchos ciudadanos y asociaciones, entonces tendrá sentido. Si la marcha del 8 de mayo (http://marchanacionalporlapaz.blogspot.com/2011/04/marchas-del-8-de-mayo.html‏) logra no caer en las garras de un partido o línea política, si no se disgrega y logra convocar y cohesionar a la ciudadanía inconforme, la sangre, sin quitar el dolor de todos aquellos que han visto morir a sus seres queridos, tendrá sentido y valor. Si los ciudadanos y ciudadanas, a pesar del miedo al gobierno y al crimen organizado, salen a las calles el 8 de mayo, entonces, su valentía sostendrá a la esperanza.

Además, opino que se respeten los Acuerdos de San Andrés, se libere a los prisioneros políticos, se limite a las transnacionales en México, se investigue el crimen contra niños y mujeres en el país, se detenga la guerra de baja intensidad en Chiapas, se frenen las campañas televisivas del miedo y que nos activemos como sociedad civil.