Ebrard, Camacho Solís, Chuchos y Madero
Félix Fuentes
Destacan como vergüenza de la política el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, los Chuchos, Ortega y Zambrano, así como el líder panista Gustavo Madero, por su fracaso aliancista y falsos triunfalismos.
Ebrard presume su preparación para presidente de la República porque construye rutas de metrobuses y segundos pisos. Pasa por alto el caos metropolitano con el ambulantaje, el tráfico de vehículos y sus eventos populistas, entre otros el reciente de chorros de agua en la Plaza de la República para baños del populacho.
A la gente joven le han metido en la cabeza los ultras de derecha que militantes priístas del pasado fueron corruptos y autoritarios. Los hubo, por supuesto, pero si se hace el comparativo de aquellos con los actuales “señores de las ligas” y quienes auspician el narcotráfico, desempleo y entierran empresas como Mexicana de Aviación, los resultados son francamente adversos para arribistas del “cambio”.
Ni imaginar que regentes como Ernesto P. Uruchurtu, Alonso Corona del Rosal, Octavio Sentíes y el profesor Carlos Hank González hubiesen deambulado como merolicos, en actitud triunfalista y elevando los brazos de políticos populistas.
Cuando Andrés Manuel López Obrador ganó la jefatura de Gobierno del Distrito Federal nombró como secretario de Seguridad a Ebrard y éste dejó de ser priísta. Al poco tiempo se declaró de izquierda, sin explicar si su presunta nueva ideología le cayó del cielo o lo contagiaron los Chuchos.
Hemos escrito algunas veces que cuando López Obrador intensificó su carrera política y encabezó caravanas de Tabasco al Distrito Federal, permanecía su gente en el Zócalo hasta que el entonces secretario general del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, le entregaba cuantiosas sumas para dar fin a esos plantones. Así se ganó el puesto de jefe policiaco.
Desde luego, López Obrador impulsó a Ebrard para jefe de Gobierno del Distrito Federal y éste, como alumno agradecido, optó por aplicar zancadillas al maestro tabasqueño diciendo que “el mejor posicionado” debe ser el “candidato de la izquierda”.
Emocionado por las alianzas del PAN y PRD en Puebla, Oaxaca y Sinaloa, Ebrard se sintió ganador en esas entidades y con su mentor al lado, Manuel Camacho Solís, se dijeron listos para conquistar el Estado de México y de allí enfilar hacia la Presidencia de la República.
Ambos ex priístas empezaron por levantarse las manos con Jesús Ortega y el dirigente del PAN, Gustavo Madero, quien con su cara anonadada no parecía darse cuenta qué pitos tocaba con los hoy perredistas.
Sin embargo, les salió al paso la clase política mexiquense, que no está manca y sabe cómo instrumentar campañas. El gobernador Enrique Peña Nieto emitió su voto para gobernador a favor del ex alcalde de Ecatepec, Eruviel Avila, y ¡tan, tan!
A los aliancistas se les cayeron las alas. Ni fue candidato el ex alcalde de Huixquilucan, Alfredo del Mazo, como querían para llamarlo pirrurris, ni se llevaron a Eruviel. Les falló la piratería. Recibieron la puntilla del petista Alejandro Encinas, quien no se cansa de declarar su rechazo al PAN.
López Obrador ya había cobrado una factura a Felipe Calderón y a los blanquiazules, al recorrer los 125 municipios del Edomex y oponerse al trato con ellos.
Apabullados, Ebrard y Chucho Zambrano llegaron a Ecatepec, hace ocho días, para levantar el brazo a Encinas. Cinismo puro.
Por su parte, Calderón llamó a Los Pinos a la dirigencia panista y al secretario de Gobernación, Francisco Blake, para insistirles en hacer alianza con el PRD. Ya no tienen con quien hacerla y, para colmo albiazul, la panista Cecilia Romero reveló la intención presidencial y metió el último clavo al ataúd de la coalición.
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