El desastre nuclear en Japón ha llevado a la Unión Europea,

Alemania y a Rusiaa ordenar un examen inmediato

de la situación y las perspectivas de la

energía nuclear.

 

Gerardo Yong

El pasado 16 de marzo, la Autoridad Francesa de Seguridad Nuclear ubicó la crisis nuclear ocurrida en Japón a raíz del terremoto y el posterior tsunami que devastaron la parte nororiental de ese país, en un nivel 6. Esto significó que la alerta está a sólo un punto de lo que fue Chernobyl, Ucrania, que en 1986 se convirtió en el más grave de la historia del energía nuclear para usos pacíficos.

El director general de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), Yuyika Amano, ha juzgado muy improbable que la situación supere a la catástrofe ucraniana. Sin embargo, el pedido de ayuda hecho por Tokio a la AIEA y a Estados Unidos para enfrentar la emergencia, demuestran que ésta podría derivar en una alerta diferente, aunque con consecuencias más catastróficas.

Apocalipsis nuclear

El comisario europeo de Energía, Günther Oettinger, no dudó incluso en calificar la situación de apocalíptica, y estimó que las autoridades locales habían perdido, prácticamente, el control de la planta nuclear en Fukushima.

Hasta ahora, las autoridades niponas han señalado que las consecuencias de las filtraciones nucleares no afectarán a otros países. A estas afirmaciones, naciones como Estados Unidos, China y regiones como Europa y Latinoamérica reaccionaron suspendiendo las importaciones de comestibles provenientes de la isla.

Japón, medidas de prevención

La situación ocasionó la evacuación de casi 200 mil personas. Además, las autoridades japonesas han distribuido más de 200 mil dosis de yodo entre su población. Esto, con la finalidad de fortalecer a la tiroides en caso de una fuga de radioactividad. La estrategia fue asumida como una contramedida adoptada durante el accidente de Chernóbyl en 1986 para ayudar a las personas que se vieron expuestas a la radiación.

El fantasma del cáncer

Aunque la ciencia médica establece que los casos de cáncer se empezaron a detectar ya desde tiempos de Hipócrates en el 400 antes de Cristo, fue durante el siglo XX cuando estos se dispararon de una manera sin precedentes. Los ensayos nucleares realizados por Estados Unidos, la extinta Unión Soviética, Francia, Gran Bretaña, China, India y Pakistán contribuyeron a que enfermedades cancerígenas se propagaran entre la población del mundo contemporáneo más que nunca.

Japón ha sido el primer país que ha sufrido el impacto devastador de una bomba atómica. Más de 140 mil personas murieron en Hiroshima y 70 mil en Nagasaki. Las consecuencias de la radiactividad continúan siendo graves aún después de más de cinco décadas. Todavía en la actualidad, miles de personas mueren anualmente por las consecuencias tardías de la radiación nuclear. Asimismo, las generaciones posteriores viven preocupadas por los efectos a largo plazo de la radiactividad.  La catástrofe de Japón ha puesto en jaque el uso de la energía nuclear y su posibilidad de alternancia a un mundo postpetróleo, en momentos en que se teme que el pico de producción de crudo esté llegando a su clímax; lo que significa un duro colapso para la civilización humana en caso de que haya desabasto energético.

La Unión Europea preocupada

El desastre llevó a Alemania y a Rusia a ordenar un examen inmediato de la situación y las perspectivas de la energía nuclear. La canciller alemana, Angela Merkel, anunció el cierre inmediato por tres meses de los siete reactores en servicio antes de 1981. De hecho, Berlín contaba con abandonar este tipo de energía. En el 2000, el gobierno del entonces canciller Gerhard Schröder, propuso en común acuerdo con la coalición socialdemócrata-verde y la industria energética, que la última de las 17 plantas nucleares alemanas quedara desactivada en 2021.

Por su parte, Francia se mantiene dispuesta a seguir con la energía nuclear, la cual inició desde tiempos del general De Gaulle, específicamente en 1956. En la actualidad, es el segundo país con mayor número de centrales nucleares en el mundo, después de Estados Unidos. Cuenta con 58 reactores en servicio. El 77% de la energía eléctrica que consume es de origen nuclear. En la actualidad, se construye un nuevo reactor de tercera generación en Flamanville, pero la crisis de la planta de Fukushima ha puesto bajo la lupa su proyecto.

Suiza decidió suspender la autorización de nuevas centrales nucleares y sometió a una rigurosa inspección el funcionamiento de las ya existentes en el país. En Austria, un país que respeta una tradición de polìtica no nuclear, pidió realizar pruebas de resistencia de las centrales nucleares europeas y reevaluar los niveles de seguridad tras la alarma que han provocado las explosiones en las plantas japonesas.

Inseguridad atómica

El gobierno de Viena teme que centrales como las de Alemania y España no cuenten con el grado de seguridad para resistir terremotos, así como garantizar que el funcionamiento del sistema de refrigeración de los reactores es controlable.

La crisis japonesa es un hito en la política nuclear por tratarse de una potencia desarrollada que suponía tener todo bajo control de expertos ingenieros y operarios; lo cual quedó negativamente duramente al descubierto tras la tragedia del 11 de marzo.

La Unión Europea obtiene el 15% de la energía que requiere a partir de centrales  atómicas. Bruselas ha convocado a sus miembros tomar nota de las lecciones aprendidas en Fukushima, lo que significará que durante la actual década, la política nuclear podría sufrir cambios profundos.