Sin otra opción, solicitó ayuda a la Unión Europea


Bernardo González Solano

Primero fue Grecia, después Irlanda y ahora le tocó el trago amargo a Portugal, la tierra del fado [canción triste de amor] y de la saudade [nostalgia]; la antigua metrópoli que colonizó Brasil actualmente una de las cuatro grandes naciones emergentes, al parejo de China, Rusia e India.

El miércoles 6 de abril pasará a la historia portuguesa como uno de los días difíciles de olvidar. Poco antes de medio año de incesante lucha, el gobierno de Lisboa se rindió en esa fecha ante la imparable presión de los encarnizados mercados y solicitó el temido rescate financiero a sus socios de la intranquila e impredecible Unión Europea .

 

Lo intentaron todo

El primer ministro José Sócrates —en el cargo desde el 12 de marzo de 2005— con rostro desencajado y triste, la representación misma del fracaso, al hablar por la televisión de su país musitó: “Lo intenté todo, pero hemos llegado a un punto en  que no tomar una decisión comportaría riesgos que el país no puede correr”. Fuertes palabras que parecían el epitafio político del líder socialista portugués.

La decisión de Portugal no podía posponerse más. José Sócrates terminó por ceder: el primer ministro portugués renunciante resolvió el miércoles 6 de abril, por la tarde, demandar ayuda financiera a favor de su país. Mientras que Portugal confronta una grave crisis política, trató de evitar la perspectiva de algo peor de ahora al mes de junio.

En una entrevista al periódico lisboeta Negocios, el ministro de Finanzas, Teixeira dos Santos, estimó que su país “se encaminó en una situación financiera muy difícil y de manera irresponsable por los mercados financieros… Esta difícil circunstancia tiende necesariamente a recurrir a los mecanismos de financiamiento  disponibles en el marco europeo, a condición que se haga en términos adecuados en relación a nuestra situación política actual”. Alusión al hecho que el gobierno quedó en minoría desde hace cuatro semanas en el Parlamento que rechazó autorizar nuevos cortes presupuestarios.

 

Inyección de 80 mmdd

Por ello, agregó el ministro de Finanzas, una solicitud de ayuda a la Unión Europea por parte de Lisboa “deberá necesitar un compromiso de las principales fuerzas políticas nacionales”.

Para impedir la quiebra del país, pese a la crisis política portuguesa, la Unión Europea se tomó poco más de un mes para acudir en auxilio de Portugal. El apoyo podía llegar hasta 80 mil millones de euros en tres años, precisó Olli Rehn, el comisario europeo de asuntos económicos y monetarios, después de una reunión de los ministros de finanzas, el viernes 6 de abril, en un lugar cerca de Budapest. Lo ideal sería que la ayuda se active durante la próxima reunión de los ministros, entre el 16 y 17 de mayo próximo, en Bruselas.

Al respecto, Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo, exigió: “Un trabajo difícil que debe iniciarse inmediatamente”.

Antes de activar el apoyo monetario, los europeos deben consultar a todos los partidos políticos portugueses. Estas organizaciones deberán “tomar un acuerdo interpartidista que permita que el programa de ajuste… se ponga en marcha de manera rápida, después de que se forme el nuevo gobierno”, precisó la declaración común aprobada el viernes 8 de abril por el Eurogrupo.

 

Tres pilares

Este programa deberá sustentarse en tres pilares según los ministros de finanzas: un ambicioso plan de ajuste presupuestal; reformas estructurales para restaurar la competitividad del país, con la llave de un “ambicioso” programa de privatizaciones; y medidas para asegurar la liquidez y la solvencia del sector financiero.

Pero no todo es miel sobre hojuelas. No podía ser de otra forma. Los banqueros —nacionales e internacionales— jamás han sido madres de la caridad. Las negociaciones de las contrapartes exigidas por los europeos y por el Fondo Monetario Internacional, a cambio de su apoyo, se prevén muy difíciles en razón de la crisis política abierta desde medidos de marzo en Lisboa.

De hecho, fue esta crisis la que precipitó la demanda del plan de ayuda, una perspectiva rechazada durante meses por el gobierno minoritario del socialista José Sócrates. El primer ministro tuvo que renunciar después de la negativa, el 23 de marzo, de un nuevo programa de economías y reformas preparado con las autoridades europeas.

Así las cosas, las próximas elecciones legislativas de Portugal están previstas para el 5 de junio. El rival de José Sócrates, el jefe del Partido de Centro Derecha, Pedro Passos Coelho, apoya la petición de ayuda. Y, por el momento, va a la cabeza en los sondeos preelectorales.

La perspectiva de un ajuste drástico debería electrizar la campaña en puerta de un país ya marcado por la intervención del Monetario Internacional; la última se remonta a 1983, hace 28 años. Por ello, Sócrates reclama a la principal formación política de aposición de haber “entregado al país en  brazos del FMI”. Por su parte, la derecha comporte los objetivos de rigor sin suscribirse a todas la medidas concretas actualmente en el escritorio.

 

A nadie sorprendió

De hecho, la solicitud portuguesa de auxilio no tomó a nadie por sorpresa. La crítica situación de la solvencia del país era insostenible, aunque la solicitud de rescate se demoró por razones políticas. En concreto, por el propósito de Sócrates de resistir a la presión de los mercados para que fuera el gobierno que se formará después de los comicios del mes de junio el que formalizara la solicitud.

Pero los deseos gubernamentales con mucha frecuencia no concuerdan con la descarada realidad. En el ínterin, se presentaron dos tremendos hechos. Primero, el tesoro portugués colocó en el  mercado mil millones de euros, con un interés que prácticamente duplicaba lo pagado en la subasta anterior. Segundo, los grandes bancos portugueses hicieron del conocimiento de las autoridades que dejarían de adquirir deuda pública portuguesa durante los siguientes meses. Este fue el último empujón hacia el vergonzante rescate.

Cabe aclarar que en mayo de 2010, el gobierno de Atenas se vio forzado a solicitar ayuda financiera a la Unión Europea, porque el mercado le exigía un tipo de interés del 12.4% para financiarse, una tasa imposible, dicen los expertos.

Así las cosas, se suponía que una vez garantizada la financiación hasta 2012 e iniciado el programa de ajuste, la desconfianza de los mercados remitiría y, según los planes del propio gobierno griego,  Atenas podría retornar a los mercados a lo largo de ese ejercicio. Hace una semana, sin embargo, la rentabilidad del bono a 10 años rondaba el 12.9%.

Lo malo del caso es que Grecia no era un caso aislado, Irlanda sigue un camino semejante y, ahora, Portugal tiene muchas posibilidades de repetir ese patrón. Como los viejos patrones de costura, todos son iguales, si alguien no lo calca a la perfección, puede ser que las mangas de una camisa o la pierna de un pantalón salgan más largos o más cortos. Se copian o no. Y si lo hacen, más vale que lo hagan cuidadosamente. No hay opción.

 

Opiniones

En tal contexto, muchos se preguntan inevitablemente si los planes de rescate no cumplen con su objetivo teórico de permitir que las economías estabilicen sus desequilibrios y sean capaces de volver a los mercados, ¿para qué sirve un rescate financiero?

Alicia González, en su artículo “Para qué sirve un rescate”, explica: “No cabe duda de que salir de una crisis como la actual en el marco de una unión monetaria, sin posibilidad de devaluar la divisa, es mucho más complicado. Pero lo que sí responde punto por punto al manual tradicional es la pérdida de autonomía fiscal por parte de los gobiernos… A cambio de lograr los fondos necesarios para poder hacer frente a sus vencimientos de deuda, se comprometen a aplicar estrictos programas de ajuste fiscal e impopulares reformas estructurales que, como en el caso de Irlanda, son castigados por los electores en las urnas”. «Por eso, los gobiernos se resisten tanto a solicitar el rescate», puntualiza Estefanía Pince, de Cortal Consors”.

Al respecto, el secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, el mexicano José Angel Gurría, hace pocos días dijo sobre el caso de Portugal lo siguiente: “La crisis de la deuda de la zona euro debía haberse parado con el rescate de Irlanda. El caso portugués se podía haber evitado, pero los políticos empeoraron el problema”.

Sin embargo, hay que se claros: la ayuda financiera de la Unión Europea no significa que los problemas económicos de Portugal hayan terminado; sólo que se evita la situación peor para la solvencia de un país, que es el impago.

¿Qué hacer ahora? La respuesta parece de libro —dice Javier Ayuso en su ensayo “Aprender de los errores”—: aprender la lección. ¿En qué se equivocaron Grecia, Irlanda y Portugal? Sin olvidar los serios problemas estructurales de todos ellos, se podía decir que los desencadenamientos de la catástrofe fueron que Grecia jugara a la “contabilidad creativa”; Irlanda negara que sus bancos arrastraban un “agujero” de más de 40 mil millones de euros, y que Portugal no fuera capaz de conseguir el consenso político. Perdieron la credibilidad.