Por Reyna Barrera
En la memoria, como un corcho,
flota, chacualeando,
de manera constante tu recuerdo.
Pensé en escribir tu “Gorduario”
Ahora sólo trato con tu retrato.
Reyna.
En nuestra vida sin ti, se detuvieron las funciones de teatro, las tardes de cine, las noches de concierto; los cafés de sobremesa, las conversaciones suspendidas para cuando tu enorme barriga, que contenía la enciclopedia británica, dejara de ponerse al día, multiplicando información, ensayos, notas, reportajes, cuentos y críticas tuyas, que se extendían entre comida y comida o cenas que terminaban a la hora del desayuno…
Nuestra convivencia fue de teatro, periódico, conferencias, funciones de ópera, viajes, cursos, libros, revistas, escritos pendientes y acciones que conformaron nuestro propio escenario que bien podía abarcar desde el blanquito al blanquita, pintando todo de azul, porque ese color era el de Proust y el de Beethoven, que en tu boca se convertía en una honda mortífera, en un arma peligrosa: el saber.
¡Cómo disfrutábamos! cuando al recién llegado a tu círculo de intelectuales le dejabas ir, como novatada la frase de “A mí no me gusta Beethoven” y las más de las veces el iluso caía con las notas de una sinfonía, la quinta o la novena; cuando lograba darse cuenta que sólo había sido usado para que el maestro desplegara una inmensa cantidad de partituras sobre su conocimiento de la música de concierto, de ópera, de tanda, bataclán, o de rocanrol, entonces el aplauso para el contendiente alegraba la mesa.
Íbamos al Holiday on Ice con el mismo entusiasmo que a los títeres de Rosete Aranda, a los estrenos de Luis de Tavira como a los de “tuti amigüis” que estrenara en el rincón. Obtuviste desde becas escolares, al Premio de las Naciones en Inglaterra y después de creador en Conaculta.
Chacoteando siempre para hablar, pero muy profundo para escribir. El slang que comunicabas parece que ahora es de uso común, se chacotea que da gusto, ya sean personas muy pirrurris o tiquis miquis o cualquier baboso de barrio. Una vez le escribiste a la China Mendoza la presentación de uno de sus libros en “che”, todas las palabras elogiosas con che, que ya también como tú desapareció como letra.
Tus notas para el unomásuno o el Proceso han sido el mejor postre de todos los banquetes, un verdadero platón que halaga el paladar de conocedores, cuidadoso en el lenguaje, dominante en tecnicismos artísticos, sutil en la observación de ritmo y tiempo escénico e hilarante al señalar lo ridículo, simplón o extravagante de las puestas teatrales.
Niño prodigio te llamaba yo, por no decirte niño catedrático de la XEW porque me chocaba tu saber, impuesto como ejemplo a la niñez de aquella época. Adolescente que acudía a los conciertos partitura bajo el brazo. Después fuiste Sor Tecla por lo espigado, joven muy atractivo de tez blanca y cabello rizado que escribía notas de cultura para el extranjero.
Te admiré siempre por la genialidad de tu arte musical, literaria, teatral; por la audacia creativa que te llevó a conquistar galardones, diplomas, premios, preseas como la Medalla Mozart, por ejemplo. Dirigir orquestas, ensambles, coros y cantantes. Festivales cargados de novedades, como en el Cervantino, donde eras la estrella por tus obras de vanguardia.
Escribir ensayos, artículos, críticas y cuentos para niños como “El niño Fermín” (biografía de Fermín Revueltas). Montar, adaptar y escribir obras de teatro, así como renovar la representación operística a pesar de aquella chifliza en Bellas Artes de un público acondicionado y dormidor de domingo al que le hiciste “cuernitos”. Creaste el género “Micro opera” para los jóvenes músicos e intérpretes.
A pesar de tener una talla extra sobre las extras, esférica como quien dice, fuiste actor, galán, personaje de cuadro, te creías, pero se aclaraba que de manera independiente hacías un personaje redondo. Trabajaste en cine con Alejandro Jodorowsky y en teatro con Luis de Tavira, entre otros directores.
Hoy sólo quiero recordarte en público, un poquito, porque Sandra y yo todavía no nos divorciamos de tu presencia. Nuestra última imagen es contigo en el homenaje fúnebre que se te rindió en el Palacio de Bellas Artes.
¡Cuánto te reías de nosotras y a nuestras costillas! Campeón en designar nombres digamos más adecuados a personajes públicos, apodos a los amigos, sobrenombres a los enemigos, especialista en referir situaciones históricas vergonzantes, frases chocantonas, farsas sociales, amasiatos de carcajada, llevando como ventaja una memoria impecable, un gusto estético por sobre todas las cosas, siempre enseñándonos, dando a conocer a intérpretes desconocidos y lo valioso de los artistas callejeros.
En teatro dirigiste como se te vino en gana (tú que conocías directores europeos y viajabas sólo para ir a ver teatro) y con las estrellas del momento: en la inauguración del teatro universitario, se leía en la cartelera: “Celestina, puta vieja, con Martha Zavaleta, dirigida por José Antonio Alcaraz”. Ante una ciudad azorada: el rector acudió al estreno.
Las anécdotas que vivimos contigo son incontables, teatrales, musicales y atosigantes: Cuando estuvimos en el palco del rector de la universidad porque no teníamos boletos. El policía que te impidió entrar a Bellas Artes, porque no llevabas credenciales y te estabas colando hecho la furia porque te retrasaba el ensayo y el del uniforme te siguió hasta el escenario con pistola en mano… Sandra repite una y otra vez cómo fue que los trataron en el Delmónicos de New York, por tirar el Bloody Mary sin alcohol.
¿Recuerdas cuando suspendieron la película y nos sacaron del cine Encanto, por alborotadores? ¿Cuándo Julio Castillo nos metió de contrabando al teatro a ver “De película” y nos sentamos en plena escena a ver el cine?
No había terreno en el que pudiéramos, de entrada, estar de acuerdo contigo, Cachirulo, Hugo Argüelles o yo discutíamos contigo todo, desde la escenografía, hasta el reparto, pero la trama nos daba para una buena temporada, que teníamos que irnos de viaje para continuar con esa misma charla. Mientras yo buscaba en mis libros, tú en tu memoria y luego ajustábamos cuentas con nuestras fuentes bibliográficas. Así que dejábamos asuntos sin terminar, críticas hechas y deshechas y como ves: hasta la fecha.