Ya no queremos más sangre


Humberto Musacchio

“Estamos hasta la madre”, clamó el poeta Javier Sicilia cuando asesinaron a su hijo y varias personas más. Y en efecto, los mexicanos ya no queremos más sangre, ya no queremos seguir contando a nuestros muertos, porque inocentes y criminales son mexicanos, forman parte de un tejido social dañado, de un país donde no se generan empleos suficientes y en el cual la educación ya no es canal de movilidad social, sino parte de un mecanismo enfermo que produce mano de obra titulada para desempeñar labores malpagadas o, lo que es peor, meros desempleados.

Felipe Calderón, para legitimarse después de una elección más que dudosa, optó por meter al país en una espiral de violencia sin precedente en el México posrevolucionario, pues ni la Guerra Cristera arrojó un saldo tan brutal como las 35 mil muertes de este sexenio producidas por la delincuencia y la terca decisión del gobierno federal. En ese malhadado combate han caído numerosos criminales, pero han sido muchos más los inocentes muertos.

De las 35 mil defunciones ocasionadas por la guerra de Calderón, el diario Reforma (11/IV/2011) informa que eran militares en servicio apenas 243. La cifra de marinos caídos en estas funciones debe ser aún menor y la de policías quizá sume algunos miles, pocos, muy pocos, no más de cinco. El resto eran civiles y la inmensa mayoría de ellos no eran delincuentes, sino personas que tuvieron la desgracia de estar en el lugar de la violencia en el momento en que ésta se produjo. Son mexicanos victimados por el salvajismo homicida de los delincuentes o gente que se hallaba en lugares donde hubo enfrentamientos entre criminales y fuerzas del orden, pero también entre las víctimas hay que contar a ciudadanos pacíficos sobre los cuales dispararon soldados o policías en un anticonstitucional retén u hombres y mujeres que estaban en su domicilio cuando a él entraron con violencia uniformados que disparaban sin reparar en el blanco.

La pregunta que se hacen muchos compatriotas es si tiene sentido seguir por ese camino que se ha recorrido a ciegas, dejando un reguero de cadáveres (y una cantidad desconocida de viudas, huérfanos, baldados, ciegos, que también son víctimas). Tiene sentido insistir  cuando algunos funcionarios federales dicen que pasarán varios años antes de que empiece a recular el crimen. ¿Y mientras? La política es para ofrecer soluciones ahora o en poco tiempo, porque a largo plazo, ya sea por una bala o por causas naturales, pero el hecho es que todos estaremos muertos.