En lugar de la nuclear

Alexander Serikov

El sismo de 9 grados de magnitud en escala Richter que arrasó Japón el 11 de marzo pasado causando un tsunami de 10 metros de alto, ha acarreado dramáticas consecuencias no solamente para el país del Sol Naciente, sino para muchos países del mundo. Decenas de años se necesitarán para que Japón se recupere física, económica y moralmente.

Las autoridades del país evalúan las pérdidas directas del desastre en más de 300 mil millones de dólares: la enloquecida naturaleza destruyó total o parcialmente más de 150 mil edificios, en el noreste de la isla de Honshu desaparecieron muchas ciudades portuarias y vastos sembradíos resultaron inundados. Casi el 90 por ciento de las pérdidas materiales las tuvieron las prefecturas que sufrieron el mayor impacto – Miyagi, Iwate y Fukushima. Otros 133 mil millones de dólares en pérdidas ha causado la deteriorada central nuclear de Fukushima cuyos reactores comenzaron a emanar las nocivas partículas radiactivas.

Además los cataclismos naturales causaron la destrucción de las plantas de trabajo en todos los sectores de la economía – desde la fabricación de automóviles, la petroquímica y hasta las telecomunicaciones. El desabastecimiento de la energía eléctrica provocó la interrupción de la fabricación y el envío de las piezas de repuesto para los autos Toyota, Honda y Nissan a las plantas nacionales y extranjeras. Suspendieron sus labores los fabricantes de la electrónica – Sony, Toshiba y Mitsubishi Electric.

La principal consecuencia del desastre en Fukushima es el temor a la radiación, o como lo llaman también radiofobia. Debido a ella los propietarios de los restaurantes en París y Hong Kong sufren grandes pérdidas ya que los comensales no quieren consumir comida japonesa aunque los restauranteros aseguran que no usan los productos importados desde Japón. El factor psicológico causará un boicot en el mundo de la producción agropecuaria, pescado y mariscos y otros alimentos de fabricación japonesa. Muchos países, entre ellos Estados Unidos y Rusia, ya suspendieron parcialmente la importación de pescado, frutas, verduras y productos lácteos de las prefecturas colindantes con Fukushima. La India fue el primer país que prohibió la importación total de todos los productos alimenticios desde Japón. Se espera también que la radiofobia afectará la importación de automóviles y artículos electrónicos japoneses.

Los científicos rusos y ucranianos, apoyándose en la experiencia de los efectos negativos de Chernobyl, advirtieron sobre la posibilidad de que la tragedia en Fukushima cambiaría la mentalidad de los japoneses. Los expertos predicen que una parte de los japoneses que recibieron elevadas dosis de radiación, se portarían irracionalmente guiados por sus emociones. Sería una conducta no característica para la nación conocida por su racionalismo. Pero todo depende de la dosis y si son correctos los informes de las autoridades japonesas de que los 180 mil personas fueron evacuadas del lugar del desastre, los casos de síndrome radiactivo son prácticamente imposibles, aseguran los especialistas rusos y ucranianos.

Lo sucedido en Japón el 11 de marzo último conmovió a la humanidad y aumentaron en el planeta casos de protestas contra el uso de la energía nuclear. Manifestaciones populares exigiendo el cierre de las centrales nucleares se celebraron en España, Alemania, Rusia, EU y otros países. La Comunidad Europea impulsó la búsqueda de un combustible alternativo al nuclear.

Nuestro planeta reaccionó sensiblemente a la serie de sismos en Japón: se alteró la ubicación del eje del globo terráqueo, en Corea del Norte anunciaron que la Península de Corea se desplazó 5 centímetros hacia el este a raíz del sismo en Japón y en Corea del Sur confirmaron esta información. Hubo una serie de sismos en las islas Kuriles, propiedad de Rusia, colindantes con Japón. Y si se cumplen las advertencias de los especialistas de que sismos de hasta 7 grados de magnitud se repetirán durante un año ¿qué otras desgracias esperarían a la humanidad?