René Anaya

La película Sin límite, dirigida por Neil Burger, en la que actúan Robert de Niro, Bradley Cooper y Abbie Cornish, relata una historia que, guardadas las debidas proporciones, podría sucederle a muchas personas que buscan en los medicamentos la solución a algunos de sus problemas.

En la película se plantea que un escritor con un bloqueo mental ingiere una pastilla que le permite recuperar la creatividad, pero también mejora su memoria y aumenta su atención, de tal forma que puede aprender lenguas extranjeras en un solo día, pero siempre y cuando no deje de tomar su pastilla. En la vida real, se promueven las llamadas “pastillas inteligentes” que prometen algo semejante.

Lo que natura non da…

La búsqueda de sustancias que aumenten el bienestar o la capacidad física y mental del ser humano, ha sido uno de los objetivos de la humanidad. Por esa razón, no resulta extraño que a partir del siglo pasado algunos medicamentos creados originalmente para tratar ciertas enfermedades, se hayan empezado a probar con la finalidad de aumentar el vigor muscular, la resistencia física o la oxigenación del organismo, para romper marcas deportivas mundiales.

Del uso extendido de esos medicamentos, que llevó a la supervisión más estricta de los atletas, se ha pasado al intento de utilizar las medicinas de la neuropsiquiatría para mejorar las capacidades mentales de estudiantes y profesionales de diversas ramas del conocimiento, con y sin autorización médica.

De esta manera, las personas que las utilizan pretenden obtener mejores calificaciones, aumento de sueldos y, sobre todo, un gran prestigio social, que es fundamental en las sociedades competitivas como la estadounidense y la nuestra, por obra y gracia de las políticas neoliberales que privilegian los grados académicos, en lugar de las habilidades y capacidades de los trabajadores.

En estas circunstancias, se podría pensar que no tendría nada de malo que los jóvenes de bachillerato y de universidades tomaran medicamentos que les facilitara la obtención de buenas calificaciones o que los trabajadores usaran esas sustancias para incrementar su rendimiento intelectual con la finalidad de ascender de puesto y mejorar sus ingresos.

Pero se debe recordar que lo que natura non da, Salamanca non presta, por lo que sería imposible que alguien pudiese convertirse en una persona brillante con sólo tomar una pastilla, como sugieren quienes promueven estos medicamentos. Además, la utilización prolongada de cualquier medicamento puede causar reacciones secundarias muy graves para la salud, en especial de las medicinas de reciente introducción al mercado, como son esas “pastillas inteligentes”, utilizadas principalmente en trastornos del sueño y en niños con el síndrome de déficit de atención con o sin hiperactividad.

El “milagro”

Son dos las “pastillas inteligentes” más usadas, el modafinil y el metilfenidato. El primero se utiliza médicamente como neuroestimulante para combatir la “somnolencia diurna excesiva asociada con narcolepsia”, principalmente, pero también se emplea en el síndrome de apnea obstructiva durante el sueño (las personas que roncan y dejan de respirar en intervalos), la somnolencia diurna y el síndrome de déficit de atención con trastorno de hiperactividad.

Los estudiantes lo emplean para mantenerse alertas y despiertos en las temporadas de exámenes; los trabajadores de turnos nocturnos lo utilizan con la misma finalidad; así como quienes realizan frecuentemente viajes transcontinentales. Pero también se ha visto que mejora algunas funciones de la memoria, especialmente la relacionada con los números.

El metilfenidato es el más consumido con fines de mejorar la memoria y el rendimiento intelectual. Originalmente se empleó en niños con el síndrome de déficit de atención con trastorno de hiperactividad, aunque ahora su uso se ha extendido entre estudiantes y trabajadores.

La investigadora y profesora de neuropsicología Barbara Sahakian, de la Universidad de Cambridge, ha informado que 17 por ciento de los alumnos de las universidades estadounidenses admite haber usado el metilfenidato para aumentar su capacidad de aprendizaje. Asimismo, la revista Nature realizó una encuesta entre 1 400 adultos, en los que uno de cada cinco afirmó que había consumido metilfenidato, modafinil u otros neuroestimulantes.

Estas “pastillas inteligentes” no son de venta libre al público en general, sólo se pueden comprar con receta médica. Sin embargo, algunas empresas que se anuncian en la internet las ofrecen libremente, por lo que se presenta un problema más: no se puede asegurar que los ingredientes de esas pastillas sean los que se anuncian, pues no hay un control de calidad.

Ante estos problemas, la profesora Sahakian ha recomendado: “Las autoridades deberían considerar los posibles efectos negativos de los estimulantes cognitivos y tomar medidas al respecto. Las universidades necesitan desarrollar políticas sobre su uso, establecer qué es aceptable y qué no”. De esta forma se empezaría a enfrentar el problema y no aparentar que no existe.

reneanayas@yahoo.com.mx