Carlos Olivares Baró

El tiempo camina dentro del tiempo: acorde de fidelidad. El tiempo, un abanico que se abre y se cierra en mitades circulares. Tiempo que sopla y se convierte en amuleto. El tiempo, flujo detenido en pausa de enmascarado ensimismamiento. El tiempo se desdice en los enjambres. Tiempo que es ovillo. Tiempo que es rescate de otro tiempo en redención. Tiempo que anula los vaticinios: tiempo que se traiciona a sí mismo. Tiempo que se muerde en cada intervalo. El tiempo, memoria traicionada. El tiempo, invención de Dios para que las paradojas sigan siendo un misterio. Tiempo rezagado que nos apura. Tiempo definiendo las atribuciones. Tiempo de discernimiento desvelado. El tiempo suscribe los insomnios. Tiempo que vislumbra las estaciones. Tiempo que fue lo que pudo ser en la presencia de un es que nos mantiene perplejos. El tiempo reabre las cicatrices.

Cuando Antonio Tabucchi escribió los relatos de Sueños de sueños se vio envuelto en un vendaval de alucinaciones cosidas por el tiempo. Atravesaba atajos de un laberinto ruinoso, trotaba por zaguanes húmedos y, a los lejos, en un tiempo yermo, lo esperaba el Minotauro con dos tristezas en los ojos y la cadencia del desamparo en el frontispicio de su voz. / Cuando Tabucchi escribió La línea del horizonte soñó que volvía de un viaje por el desierto. Soñó la arena, sospechó el infinito. Cuando despertó no se acordaba de los avatares: las líneas del tiempo se habían tragado la luz del recuerdo; Tabucchi tuvo que delinear los vértigos y configurar la arquitectura de la congoja: edificó una pensión para cobijar el colindante espejismo.

El tiempo envejece deprisa (Editorial Anagrama, 2010): ensoñaciones atadas a realidades. Los personajes de estas nueve historias, deambulan por nuestra imaginación, descansan en la coyuntura de estaciones que los definen y los multiplican en cabalgatas de triste colación. “Le pregunté sobre aquellos tiempos en que éramos aún tan jóvenes, ingenuos, entusiastas, tontos, inexpertos. Algo de eso ha quedado, excepto la juventud, respondió”, inicio de “El círculo”: los versos de Szymborska sirven para que un viejo profesor se dé cuenta de las coincidencias alojadas en el tiempo. El italiano con su riguroso talante narrativo, construye olvidos que establecen vínculos con los recuerdos. Un exagente espía de Brecht va a la tumba de éste porque las invocaciones arden en su conciencia. El autor de Sostiene Pereira elabora un cosmos en el que la ficción atrapa muecas reales que se transmutan en protagonistas de aconteceres delineados por las ensoñaciones de las fábulas.

Desbordes en las cuencas de Cronos. Metafísica de conjeturas que dibujan el ser en los extravíos de su peregrinación. Crepúsculo de vertiginoso flujo: tiempo que persigue sombras: tiempo que se disimula para irrumpir renovado. Tabucchi en los revuelcos evanescente de nueve relatos que nos redimen.

Tiempo en colgantes desatinos para que el bajista de jazz Percy Heath nos regale un murmullo de abejas en el vientre de un cello. Relente de insomnio invadiendo el cosmos. Percy Heath toma el arco para tocar la barriga de su violoncelo y el otoño derrama una resina dulce de los árboles: todo parece más certero y la brisa eleva la cabellera de los niños y los folios se deshojaban y el invierno tarda y un balbuceo de abejorros brota.

Percy Heath. A Love Song (Daddy Jazz Records), obra maestra de la música contemporánea. El piano dibuja tiempos de ragtime en enunciaciones sagaces; la batería se acompasa a las especulaciones melódicas y un joven bajista se acopla a los vuelcos airosos del maestro Heath.

Dicen que cuando Percy Heath tocaba en el estudio un murmullo de abejas se asomaba por el bandullo de su cello. Eso dicen. Después de escuchar este cd uno siente las abejas en los contornos de los ojos. Tabucchi ajusta los bejucos del tiempo; Heath, tensa las cuerdas y el silencio es tiempo arrobado. Tiempo detenido, arrogante y blando sobre el mundo.